Del libro "Autodefensa Psíquica", de Diane Fortune (reconocida ocultista kabalizta de principios del siglo XIX)
CAPÍTULO I
SIGNOS DEL ATAQUE
PSÍQUICO
El lado
mental de la naturaleza.— El Invisible no es necesariamente malo.— Causas de la
hendidura del velo.— Signos del ataque psíquico.— Miedo y opresión.—
Pesadillas.— Visiones hipnagógicas entre el sueño y la vigilia.— Exhaustión
nerviosa.— Gasto y pérdida de fuerza.— Cambios de temperamento.— Proyección de
formas de pensamiento. Materializaciones.— Encantamientos.— Vampirismo.—
Repercusión.— Malos olores.— Precipitación de cieno.— Huellas de pies de
fantasma.— La campana astral.— Fenómenos de poltergeist.— Estallidos de fuego.—
Es necesario considerar: (a) Posibilidad de una explicación natural, (b)
Fraude deliberado.— Una mente abierta es esencial.
Si miramos al universo alrededor nuestro
no podemos dejar de realizar que debe haber algún plan rector que coordine su
infinita complejidad. Si tomamos en nuestras manos y examinamos minuciosamente
cualquier cosa viviente, pese a lo simple que sea, debemos realizar igualmente
que la ordenada diversidad de sus partes se construye sobre un armazón
determinante. La ciencia ha buscado en vano este principio organizador; nunca
lo encontrará en el plano físico, pues no es físico. No es la naturaleza
inherente de los átomos lo que hace que se dispongan en complejos patrones de
tejidos vivientes. Las fuerzas conductoras del universo, el armazón sobre el
que está construido en todas sus partes, pertenece a otra fase de manifestación
distinta de nuestro plano físico, teniendo otras dimensiones que las tres a las
que estamos habituados, y siendo percibida por otros modos de conciencia que
aquellos a los que estamos acostumbrados.
Vivimos en medio de fuerzas invisibles
de las que percibimos únicamente sus efectos. Nos movemos entre formas
invisibles cuyas acciones muy a menudo no percibimos en absoluto, aunque
podamos ser afectados muy profundamente por ellas.
En este lado mental de la naturaleza,
invisible a nuestros sentidos, intangible a nuestros instrumentos de precisión,
pueden ocurrir muchas cosas que no están sin su eco en el plano físico. Hay seres
que viven en este mundo invisible como peces en el agua. Hay hombres y mujeres
con mentes entrenadas, o aptitudes especiales, que pueden entrar en este mundo
invisible como un buzo desciende al lecho del océano. Hay también tiempos en
los que, como le ocurre a una tierra cuando los diques marinos se rompen, las
fuerzas invisibles fluyen sobre nosotros y empantanan nuestras vidas.
Normalmente esto no ocurre. Estamos
protegidos por nuestra misma incapacidad para percibir estas fuerzas
invisibles. Hay cuatro condiciones, sin embargo, en las que el velo puede ser
rasgado y podemos encontrarnos con el Invisible. Podemos encontrarnos en un
lugar donde estas fuerzas estén concentradas. Podemos encontrarnos a gente que
esté manejando estas fuerzas. Podemos ir nosotros mismos a encontrarnos con el
Invisible, conducidos por nuestro interés en ello, y exceder nuestras
posibilidades antes de que nos demos cuenta de dónde estamos; o podemos caer
víctimas de ciertas condiciones patológicas que hienden el velo.
El Umbral del Invisible es una costa
traicionera para bañarse. Hay hoyos y corrientes y arenas movedizas. El nadador
fuerte, que conoce la costa, puede aventurarse con relativa seguridad. El no
nadador, que no toma consejo sino de sus propios impulsos, puede pagar su
temeridad con su vida. Pero no debemos cometer el error de pensar que estas
fuerzas invisibles son necesariamente malas y enemigas de la humanidad. No son
más enemigas en sí mismas que lo son el agua o el fuego, pero son potentes. Si
corremos en contra suya, el resultado es desastroso para nosotros, pues hemos
violado una ley natural; pero no están para atacarnos, no más de lo que nosotros estamos
para atacarlas. Debemos encarar el hecho, sin embargo, de que hombres y mujeres
con conocimiento de estas cosas han usado, tanto en el pasado como en el
presente, ese conocimiento sin escrúpulos, y que podemos vemos envueltos en los
resultados de sus acciones. Puede decirse con seguridad que el Invisible es
sólo malo y enemigo de la humanidad cuando ha sido corrompido y pervertido por
las actividades de estos hombres y estas mujeres sin escrúpulos, a los que los
iniciados llaman adeptos del Sendero de la Izquierda.
Debemos considerar los signos externos y
visibles de ataque psíquico antes de que estemos en posición de analizar la
naturaleza de tales ataques e indicar su fuente de origen. Es una regla
fundamental que el diagnóstico debe preceder al tratamiento. Hay muchas clases
diferentes de ataques psíquicos, y los métodos de que se dispondrá contra uno
serán inefectivos contra otro.
La forma más común de ataque psíquico es
ése que procede de la mente ignorante o maligna de nuestros seres humanos
compañeros. Decimos ignorante así como maligna, pues no todos los ataques son
motivados deliberadamente; el daño puede ser tan accidental como el infligido
por un coche de patines. Debe tenerse esto siempre presente, y no deberíamos
imputar malicia o malignidad como una cuestión de hecho cuando sentimos que
estamos siendo hechos las víctimas. Nuestro perseguidor puede ser él mismo una
víctima. No deberíamos acusar a un hombre de malicia si hemos estrechado
nuestra mano con él y él ha pisado en un raíl electrificado. En cualquier caso,
recibiremos de sus manos un severo choque. Igual puede suceder con muchos
ataques ocultos. La persona de quien emana puede no haberlo originado. Por lo
tanto, nunca deberíamos responder al ataque con el ataque, bajándonos así al
nivel moral de nuestros atacantes, sino que deberíamos apoyarnos en métodos más
humanos, que son, en realidad, igual de efectivos y mucho menos peligrosos de
manejar.
La gente entra también en contacto con
el Invisible a través de la influencia de lugares. Alguien que no es realmente
psíquico, pero que es lo suficientemente sensitivo para percibir las fuerzas
invisibles subconscientemente, puede ir a un lugar en donde estén concentradas
en elevada tensión. Normalmente, aunque nos movemos en medio de estas fuerzas
(pues ellas sustentan nuestro universo), estamos abstraídos de ellas. Donde se
concentran, sin embargo, a no ser que seamos de mente muy densa, empezamos a
ser tenuemente conscientes de algo que nos está afectando y excitando nuestro
ser subliminal.
Puede suceder que la barrera entre la
conciencia y la subconsciencia sea densa en algunas personas y nunca sean capaces
de realizar claramente lo que está sucediendo. Meramente tienen la sensación de
opresión y malestar general, que se levantan cuando marchan a otro lugar.
Consecuentemente, la condición nunca puede ser detectaba, y conduce a años de
mala salud y miseria.
Más comúnmente, sin embargo, si hay un
ataque psíquico definido de fuerza suficiente para hacerse notar, pronto
empezarán a aparecer sueños característicos. Estos pueden incluir una sensación
de peso sobre el pecho, como si alguien se estuviera arrodillando sobre el que
duerme. Si la sensación de peso está presente, es seguro que el ataque emana
localmente, pues el peso es debido a la concentración de substancia etérica o
ectoplasma, y es suficientemente tangible para presionar hacia abajo el fiel de
una balanza cuando es posible capturarlo para su medida. Se ha hecho una gran
cantidad de investigación con médiums de materialización sobre la naturaleza de
esta sustancia sutil tangible, y el lector es referido a los libros sobre los
experimentos conducidos por Crawford en el Círculo Goligher en Belfast, y en
París con Eva. G. por otros experimentadores, para información y evidencia
posteriores sobre el tema. Puede señalarse que Crawford finalmente se suicidó
sin razón conocida.
Una sensación de miedo y opresión es muy
característica del ataque oculto, y uno de los signos más seguros que lo
anuncian. Es extremadamente raro que un ataque se manifieste de la nada, como
si fuera. No estamos en nuestro estado normal de mente, cuerpo y circunstancia,
y entonces nos encontramos de repente en el medio de una batalla invisible. Una
influencia oculta que se aproxima arroja su sombra en la conciencia antes de
hacerse aparente al no psíquico. La razón de esto es que percibimos
subconscientemente antes de realizar conscientemente, y una línea de sombra
reptante indica la penetración del censor subconsciente de abajo a arriba.
Conforme el ataque progresa, la
exhaustión nerviosa se vuelve crecidamente señalada, y puede haber, bajo
ciertas condiciones que consideraremos después, tal desgaste de los tejidos que
la víctima es reducida a una mera concha de piel y huesos sin sangre, tumbada
en la cama, demasiado débil para moverse. Y sin embargo no puede demostrarse
ninguna enfermedad definida.
Tal caso es un ejemplo extremo, procediendo
sin freno a su conclusión lógica. Son posibles otros resultados, sin embargo.
La resistencia puede ser buena, en cuyo caso el ataque es incapaz de conseguir
un agarre sobre el plano físico, y es limitado a esa tierra fronteriza entre la
materia y la mente que percibimos en el umbral del sueño. Esta es una
experiencia muy terrible, pues la víctima tiene miedo de dormir y no puede
mantenerse indefinidamente. Fatigada por el miedo y la falta de sueño, el
derrumbamiento mental pronto sobreviene.
La exhaustión nerviosa y el
derrumbamiento mental son los resultados más comunes del ataque astral entre la
gente blanca, pues en Europa, en cualquier caso, no es frecuente que el
atacante sea capaz de llevar el ataque a conclusión en la muerte de la víctima.
Hay, sin embargo, registros de casos en los que la víctima había muerto de puro
terror. La terrible historia de Kipling, El Fin del Pasaje, da un relato
de tal suceso.
Pero en adición a los fenómenos
puramente subjetivos, los habrá también objetivos si el ataque tiene algún
grado de concentración. El fenómeno de la repercusión es bien conocido, el
fenómeno en el cual aquello que le acontece al cuerpo sutil se refleja en el
cuerpo denso, de modo que después de un retorcimiento astral durante el sueño,
se encuentran magulladuras en el cuerpo físico, a veces magulladuras de un
modelo definido. He visto la huella de la pezuña de un chivo y el as de bastos
señalados sobre la piel como magulladuras bien definidas, pasando del azul al
amarillo y desapareciendo en el curso de unos pocos días, como lo hacen las
magulladuras.
Los malos olores son otra manifestación
de un ataque astral. El olor característico es el de la carne en
descomposición, y viene y se va caprichosamente; pero mientras está
manifestándose, no hay duda alguna sobre él, y cualquiera que esté presente
puede olerlo, sea o no psíquico. He conocido también un terrible hedor a
vertedero surgido cuando un ritual perteneciente al Elemento de Tierra fue
ejecutado incorrectamente.
Otro curioso fenómeno es la precipitación
de cieno. No he visto esto realmente yo misma, pero tengo información de
primera mano de buena autoridad, de un caso así. Las marcas son a veces como si
un ejército de babosas hubiera estado marchando en formación ordenada; a veces
hay un ancho embarrado de fango, y otras, claras huellas de pisadas, a menudo
de tamaño gigante. En el caso al que me refiero, del que oí por un testigo
ocular, las marcas eran como las pisadas de un elefante, enormes trazas en el
suelo del salón de un chaletito situado cerca del mar.
A veces se observan extrañas pisadas que
aparecen de ninguna parte y conducen a ninguna parte, cuando hay nieve
alrededor. Las he visto en dos ocasiones en el tejado de un anexo. Comenzaban
en su borde, como si el caminante se hubiera bajado de un aeroplano, cruzara a
través, y terminara abruptamente en la pared del edificio principal sobre donde
termina el colgadizo. No volvían. Una simple línea de pisadas venía de ninguna
parte y terminaba en una elevada pared.
Un suceso similar tuvo lugar en una
escala muy extensa en Devon hace unos cincuenta años, y un relato de ello puede
encontrarse en ese curiosísimo libro, Rarezas, del Comandante Gould. En
este caso, sin embargo, las huellas no eran humanas, sino que eran las de lo
que aparentemente era la pezuña de un burro, procediendo en una sola línea y
yendo directamente a través de las paredes y sobre los tejados, y cubriendo la
mejor parte de un par de cientos de millas en una sola noche, a ambos lados de
un estuario sin puente. Aquellos que deseen evidencia confirmatoria harían bien
en consultar el libro del Comandante Gould, donde el incidente se da en
detalle.
Hay un curioso fenómeno conocido por los
ocultistas como la campana astral; Sir Arthur Conan Doyle hace uso de él en una
de sus historias de Sherlock Holmes. Este sonido varía desde una nota clara,
como una campana, hasta un débil click. A menudo lo he oído parecerse al sonido
hecho golpeando un vaso de vino rajado con la hoja de un cuchillo. Comúnmente
anuncia la venida de una entidad que apenas puede manifestarse, y no necesita
ser necesariamente en absoluto un heraldo del mal. Puede ser simplemente una
llamada en la puerta del mundo físico para atraer la atención de sus habitantes
a la presencia de uno que se halla afuera y desearía hablar con ellos. Si, sin
embargo, ocurre en presencia de otros síntomas de ataque astral, daría una
fuerte evidencia en la confirmación del diagnóstico.
En esta conexión, se ven a veces también
inexplicables explosiones de fuego. Estas indican que están en funcionamiento
fuerzas elementales, no humanas. Ocurren también fenómenos de poltergeist, en
los cuales vuelan objetos, suenan campanas, y tienen lugar otras ruidosas
manifestaciones. Por supuesto, puede haber una multiplicidad de fenómenos,
apareciendo más de un tipo en el mismo caso.
Innecesario es decir que nunca debe
ignorarse la posibilidad de alguna explicación natural, material, incluso en
los casos donde el elemento sobrenatural parece más obvio. Debería buscarse
siempre diligentemente en toda dirección posible antes de que cualquier
hipótesis supranormal sea considerada digna de atención. Pero, por otra parte,
no deberíamos estar tan apegados a las teorías materialistas que rehusemos
tomar una teoría psíquica como una hipótesis de trabajo si muestra alguna
posibilidad de ser fructífera. Después de todo, la prueba del budín está en
comerlo, y si, trabajando sobre una hipótesis oculta, somos capaces de aclarar
un caso que ha resistido a todos los otros métodos de manejo, tendremos una muy
buena evidencia en apoyo de nuestra contención.
Debemos tener presente también que el
elemento del fraude deliberado puede entrar en los lugares más inesperados. He
visto a un drogadicto hacerse pasar con éxito, durante un considerable espacio
de tiempo, por la víctima de un ataque oculto. Un reciente escritor del Diario
Médico Británico declaró que cuandoquiera que se cruzaban con un caso de
campana sonando, golpes, goteo de agua y aceite desde los techos, y otros
sucesos desgraciados, siempre buscaba a la sirvienta histérica. Sería muy
aconsejable que los ocultistas hicieran lo mismo antes de que empezaran a
preocuparse por el Diablo. Pero, por otra parte, el hombre sabio, sea ocultista
o científico, no insistirá en la sirvienta histérica a no ser que pueda cazarla
in fraganti, como sé que lo hará antes o después si ella es la culpable
Los cheques falsos nunca conseguirían
dinero a no ser que hubiera cosas tales como cheques genuinos. Nunca se le
ocurriría a nadie producir fenómenos psíquicos fraudulentos a no ser que
hubiera habido algunos fenómenos psíquicos genuinos para actuar como modelo
para la impostura.
La aceptación de una explicación debería
descubrirse sobre el peso de la evidencia en su favor, no sobre el desagrado de
uno ante sus alternativas. Abogo porque se investigue la posibilidad de una
explicación no material en casos en que la hipótesis materialista no rinde
resultados. Ni en las enfermedades del cerebro y del sistema nervioso, ni de la
glándulas endocrinas, ni en la represión de los instintos naturales,
encontraremos la explicación en todos los casos en que la mente es afligida.
Hay más en el hombre que mente y cuerpo. Nunca encontraremos la pista del
acertijo de la vida hasta que realicemos que el hombre es un ser espiritual, y
que la mente y el cuerpo son las vestiduras de su manifestación.
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