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sábado, 7 de noviembre de 2015

25- TIPOS y SIGNOS DEL ATAQUE PSÍQUICO

Del libro "Autodefensa Psíquica", de Diane Fortune (reconocida ocultista kabalizta de principios del siglo XIX)


CAPÍTULO I

SIGNOS DEL ATAQUE PSÍQUICO


El lado mental de la naturaleza.— El Invisible no es necesariamente malo.— Causas de la hendidura del velo.— Signos del ataque psíquico.— Miedo y opresión.— Pesadillas.— Visiones hipnagógicas entre el sueño y la vigilia.— Exhaustión nerviosa.— Gasto y pérdida de fuerza.— Cambios de temperamento.— Proyección de formas de pensamiento. Materializaciones.— Encantamientos.— Vampirismo.— Repercusión.— Malos olores.— Precipitación de cieno.— Huellas de pies de fantasma.— La campana astral.— Fenómenos de poltergeist.— Estallidos de fuego.— Es necesario considerar: (a) Posibilidad de una explicación natural, (b) Fraude deliberado.— Una mente abierta es esencial.

Si miramos al universo alrededor nuestro no podemos dejar de realizar que debe haber algún plan rector que coordine su infinita complejidad. Si tomamos en nuestras manos y examinamos minuciosamente cualquier cosa viviente, pese a lo simple que sea, debemos realizar igualmente que la ordenada diversidad de sus partes se construye sobre un armazón determinante. La ciencia ha buscado en vano este principio organizador; nunca lo encontrará en el plano físico, pues no es físico. No es la naturaleza inherente de los átomos lo que hace que se dispongan en complejos patrones de tejidos vivientes. Las fuerzas conductoras del universo, el armazón sobre el que está construido en todas sus partes, pertenece a otra fase de manifestación distinta de nuestro plano físico, teniendo otras dimensiones que las tres a las que estamos habituados, y siendo percibida por otros modos de conciencia que aquellos a los que estamos acostumbrados.
Vivimos en medio de fuerzas invisibles de las que percibimos únicamente sus efectos. Nos movemos entre formas invisibles cuyas acciones muy a menudo no percibimos en absoluto, aunque podamos ser afectados muy profundamente por ellas.
En este lado mental de la naturaleza, invisible a nuestros sentidos, intangible a nuestros instrumentos de precisión, pueden ocurrir muchas cosas que no están sin su eco en el plano físico. Hay seres que viven en este mundo invisible como peces en el agua. Hay hombres y mujeres con mentes entrenadas, o aptitudes especiales, que pueden entrar en este mundo invisible como un buzo desciende al lecho del océano. Hay también tiempos en los que, como le ocurre a una tierra cuando los diques marinos se rompen, las fuerzas invisibles fluyen sobre nosotros y empantanan nuestras vidas.
Normalmente esto no ocurre. Estamos protegidos por nuestra misma incapacidad para percibir estas fuerzas invisibles. Hay cuatro condiciones, sin embargo, en las que el velo puede ser rasgado y podemos encontrarnos con el Invisible. Podemos encontrarnos en un lugar donde estas fuerzas estén concentradas. Podemos encontrarnos a gente que esté manejando estas fuerzas. Podemos ir nosotros mismos a encontrarnos con el Invisible, conducidos por nuestro interés en ello, y exceder nuestras posibilidades antes de que nos demos cuenta de dónde estamos; o podemos caer víctimas de ciertas condiciones patológicas que hienden el velo.
El Umbral del Invisible es una costa traicionera para bañarse. Hay hoyos y corrientes y arenas movedizas. El nadador fuerte, que conoce la costa, puede aventurarse con relativa seguridad. El no nadador, que no toma consejo sino de sus propios impulsos, puede pagar su temeridad con su vida. Pero no debemos cometer el error de pensar que estas fuerzas invisibles son necesariamente malas y enemigas de la humanidad. No son más enemigas en sí mismas que lo son el agua o el fuego, pero son potentes. Si corremos en contra suya, el resultado es desastroso para nosotros, pues hemos violado una ley natural; pero no están para atacarnos, no más de lo que nosotros estamos para atacarlas. Debemos encarar el hecho, sin embargo, de que hombres y mujeres con conocimiento de estas cosas han usado, tanto en el pasado como en el presente, ese conocimiento sin escrúpulos, y que podemos vemos envueltos en los resultados de sus acciones. Puede decirse con seguridad que el Invisible es sólo malo y enemigo de la humanidad cuando ha sido corrompido y pervertido por las actividades de estos hombres y estas mujeres sin escrúpulos, a los que los iniciados llaman adeptos del Sendero de la Izquierda.
Debemos considerar los signos externos y visibles de ataque psíquico antes de que estemos en posición de analizar la naturaleza de tales ataques e indicar su fuente de origen. Es una regla fundamental que el diagnóstico debe preceder al tratamiento. Hay muchas clases diferentes de ataques psíquicos, y los métodos de que se dispondrá contra uno serán inefectivos contra otro.
La forma más común de ataque psíquico es ése que procede de la mente ignorante o maligna de nuestros seres humanos compañeros. Decimos ignorante así como maligna, pues no todos los ataques son motivados deliberadamente; el daño puede ser tan accidental como el infligido por un coche de patines. Debe tenerse esto siempre presente, y no deberíamos imputar malicia o malignidad como una cuestión de hecho cuando sentimos que estamos siendo hechos las víctimas. Nuestro perseguidor puede ser él mismo una víctima. No deberíamos acusar a un hombre de malicia si hemos estrechado nuestra mano con él y él ha pisado en un raíl electrificado. En cualquier caso, recibiremos de sus manos un severo choque. Igual puede suceder con muchos ataques ocultos. La persona de quien emana puede no haberlo originado. Por lo tanto, nunca deberíamos responder al ataque con el ataque, bajándonos así al nivel moral de nuestros atacantes, sino que deberíamos apoyarnos en métodos más humanos, que son, en realidad, igual de efectivos y mucho menos peligrosos de manejar.
La gente entra también en contacto con el Invisible a través de la influencia de lugares. Alguien que no es realmente psíquico, pero que es lo suficientemente sensitivo para percibir las fuerzas invisibles subconscientemente, puede ir a un lugar en donde estén concentradas en elevada tensión. Normalmente, aunque nos movemos en medio de estas fuerzas (pues ellas sustentan nuestro universo), estamos abstraídos de ellas. Donde se concentran, sin embargo, a no ser que seamos de mente muy densa, empezamos a ser tenuemente conscientes de algo que nos está afectando y excitando nuestro ser subliminal.
Puede suceder que la barrera entre la conciencia y la subconsciencia sea densa en algunas personas y nunca sean capaces de realizar claramente lo que está sucediendo. Meramente tienen la sensación de opresión y malestar general, que se levantan cuando marchan a otro lugar. Consecuentemente, la condición nunca puede ser detectaba, y conduce a años de mala salud y miseria.
Más comúnmente, sin embargo, si hay un ataque psíquico definido de fuerza suficiente para hacerse notar, pronto empezarán a aparecer sueños característicos. Estos pueden incluir una sensación de peso sobre el pecho, como si alguien se estuviera arrodillando sobre el que duerme. Si la sensación de peso está presente, es seguro que el ataque emana localmente, pues el peso es debido a la concentración de substancia etérica o ectoplasma, y es suficientemente tangible para presionar hacia abajo el fiel de una balanza cuando es posible capturarlo para su medida. Se ha hecho una gran cantidad de investigación con médiums de materialización sobre la naturaleza de esta sustancia sutil tangible, y el lector es referido a los libros sobre los experimentos conducidos por Crawford en el Círculo Goligher en Belfast, y en París con Eva. G. por otros experimentadores, para información y evidencia posteriores sobre el tema. Puede señalarse que Crawford finalmente se suicidó sin razón conocida.
Una sensación de miedo y opresión es muy característica del ataque oculto, y uno de los signos más seguros que lo anuncian. Es extremadamente raro que un ataque se manifieste de la nada, como si fuera. No estamos en nuestro estado normal de mente, cuerpo y circunstancia, y entonces nos encontramos de repente en el medio de una batalla invisible. Una influencia oculta que se aproxima arroja su sombra en la conciencia antes de hacerse aparente al no psíquico. La razón de esto es que percibimos subconscientemente antes de realizar conscientemente, y una línea de sombra reptante indica la penetración del censor subconsciente de abajo a arriba.
Conforme el ataque progresa, la exhaustión nerviosa se vuelve crecidamente señalada, y puede haber, bajo ciertas condiciones que consideraremos después, tal desgaste de los tejidos que la víctima es reducida a una mera concha de piel y huesos sin sangre, tumbada en la cama, demasiado débil para moverse. Y sin embargo no puede demostrarse ninguna enfermedad definida.
Tal caso es un ejemplo extremo, procediendo sin freno a su conclusión lógica. Son posibles otros resultados, sin embargo. La resistencia puede ser buena, en cuyo caso el ataque es incapaz de conseguir un agarre sobre el plano físico, y es limitado a esa tierra fronteriza entre la materia y la mente que percibimos en el umbral del sueño. Esta es una experiencia muy terrible, pues la víctima tiene miedo de dormir y no puede mantenerse indefinidamente. Fatigada por el miedo y la falta de sueño, el derrumbamiento mental pronto sobreviene.
La exhaustión nerviosa y el derrumbamiento mental son los resultados más comunes del ataque astral entre la gente blanca, pues en Europa, en cualquier caso, no es frecuente que el atacante sea capaz de llevar el ataque a conclusión en la muerte de la víctima. Hay, sin embargo, registros de casos en los que la víctima había muerto de puro terror. La terrible historia de Kipling, El Fin del Pasaje, da un relato de tal suceso.
Pero en adición a los fenómenos puramente subjetivos, los habrá también objetivos si el ataque tiene algún grado de concentración. El fenómeno de la repercusión es bien conocido, el fenómeno en el cual aquello que le acontece al cuerpo sutil se refleja en el cuerpo denso, de modo que después de un retorcimiento astral durante el sueño, se encuentran magulladuras en el cuerpo físico, a veces magulladuras de un modelo definido. He visto la huella de la pezuña de un chivo y el as de bastos señalados sobre la piel como magulladuras bien definidas, pasando del azul al amarillo y desapareciendo en el curso de unos pocos días, como lo hacen las magulladuras.
Los malos olores son otra manifestación de un ataque astral. El olor característico es el de la carne en descomposición, y viene y se va caprichosamente; pero mientras está manifestándose, no hay duda alguna sobre él, y cualquiera que esté presente puede olerlo, sea o no psíquico. He conocido también un terrible hedor a vertedero surgido cuando un ritual perteneciente al Elemento de Tierra fue ejecutado incorrectamente.
Otro curioso fenómeno es la precipitación de cieno. No he visto esto realmente yo misma, pero tengo información de primera mano de buena autoridad, de un caso así. Las marcas son a veces como si un ejército de babosas hubiera estado marchando en formación ordenada; a veces hay un ancho embarrado de fango, y otras, claras huellas de pisadas, a menudo de tamaño gigante. En el caso al que me refiero, del que oí por un testigo ocular, las marcas eran como las pisadas de un elefante, enormes trazas en el suelo del salón de un chaletito situado cerca del mar.
A veces se observan extrañas pisadas que aparecen de ninguna parte y conducen a ninguna parte, cuando hay nieve alrededor. Las he visto en dos ocasiones en el tejado de un anexo. Comenzaban en su borde, como si el caminante se hubiera bajado de un aeroplano, cruzara a través, y terminara abruptamente en la pared del edificio principal sobre donde termina el colgadizo. No volvían. Una simple línea de pisadas venía de ninguna parte y terminaba en una elevada pared.
Un suceso similar tuvo lugar en una escala muy extensa en Devon hace unos cincuenta años, y un relato de ello puede encontrarse en ese curiosísimo libro, Rarezas, del Comandante Gould. En este caso, sin embargo, las huellas no eran humanas, sino que eran las de lo que aparentemente era la pezuña de un burro, procediendo en una sola línea y yendo directamente a través de las paredes y sobre los tejados, y cubriendo la mejor parte de un par de cientos de millas en una sola noche, a ambos lados de un estuario sin puente. Aquellos que deseen evidencia confirmatoria harían bien en consultar el libro del Comandante Gould, donde el incidente se da en detalle.
Hay un curioso fenómeno conocido por los ocultistas como la campana astral; Sir Arthur Conan Doyle hace uso de él en una de sus historias de Sherlock Holmes. Este sonido varía desde una nota clara, como una campana, hasta un débil click. A menudo lo he oído parecerse al sonido hecho golpeando un vaso de vino rajado con la hoja de un cuchillo. Comúnmente anuncia la venida de una entidad que apenas puede manifestarse, y no necesita ser necesariamente en absoluto un heraldo del mal. Puede ser simplemente una llamada en la puerta del mundo físico para atraer la atención de sus habitantes a la presencia de uno que se halla afuera y desearía hablar con ellos. Si, sin embargo, ocurre en presencia de otros síntomas de ataque astral, daría una fuerte evidencia en la confirmación del diagnóstico.
En esta conexión, se ven a veces también inexplicables explosiones de fuego. Estas indican que están en funcionamiento fuerzas elementales, no humanas. Ocurren también fenómenos de poltergeist, en los cuales vuelan objetos, suenan campanas, y tienen lugar otras ruidosas manifestaciones. Por supuesto, puede haber una multiplicidad de fenómenos, apareciendo más de un tipo en el mismo caso.
Innecesario es decir que nunca debe ignorarse la posibilidad de alguna explicación natural, material, incluso en los casos donde el elemento sobrenatural parece más obvio. Debería buscarse siempre diligentemente en toda dirección posible antes de que cualquier hipótesis supranormal sea considerada digna de atención. Pero, por otra parte, no deberíamos estar tan apegados a las teorías materialistas que rehusemos tomar una teoría psíquica como una hipótesis de trabajo si muestra alguna posibilidad de ser fructífera. Después de todo, la prueba del budín está en comerlo, y si, trabajando sobre una hipótesis oculta, somos capaces de aclarar un caso que ha resistido a todos los otros métodos de manejo, tendremos una muy buena evidencia en apoyo de nuestra contención.
Debemos tener presente también que el elemento del fraude deliberado puede entrar en los lugares más inesperados. He visto a un drogadicto hacerse pasar con éxito, durante un considerable espacio de tiempo, por la víctima de un ataque oculto. Un reciente escritor del Diario Médico Británico declaró que cuandoquiera que se cruzaban con un caso de campana sonando, golpes, goteo de agua y aceite desde los techos, y otros sucesos desgraciados, siempre buscaba a la sirvienta histérica. Sería muy aconsejable que los ocultistas hicieran lo mismo antes de que empezaran a preocuparse por el Diablo. Pero, por otra parte, el hombre sabio, sea ocultista o científico, no insistirá en la sirvienta histérica a no ser que pueda cazarla in fraganti, como sé que lo hará antes o después si ella es la culpable
Los cheques falsos nunca conseguirían dinero a no ser que hubiera cosas tales como cheques genuinos. Nunca se le ocurriría a nadie producir fenómenos psíquicos fraudulentos a no ser que hubiera habido algunos fenómenos psíquicos genuinos para actuar como modelo para la impostura.
La aceptación de una explicación debería descubrirse sobre el peso de la evidencia en su favor, no sobre el desagrado de uno ante sus alternativas. Abogo porque se investigue la posibilidad de una explicación no material en casos en que la hipótesis materialista no rinde resultados. Ni en las enfermedades del cerebro y del sistema nervioso, ni de la glándulas endocrinas, ni en la represión de los instintos naturales, encontraremos la explicación en todos los casos en que la mente es afligida. Hay más en el hombre que mente y cuerpo. Nunca encontraremos la pista del acertijo de la vida hasta que realicemos que el hombre es un ser espiritual, y que la mente y el cuerpo son las vestiduras de su manifestación.




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