(Del
libro “El cuerpo causal y el Ego”, de Arthur E. Powel)
DESCRIPCIÓN
GENERAL
En los tres volúmenes anteriores de
esta serie, a saber: "El Doble Etérico", "El Cuerpo Astral” y
"El Cuerpo Mental"; se ha estudiado la historia de la vida de cada
una de las tres envolturas inferiores del hombre. En dichos estudios, nos ha
sido suficiente tomar cada una de esas tres envolturas, tal como existen en el
hombre y analizar cómo actúa, las leyes de su crecimiento, la muerte de la
misma y luego la formación a base del núcleo proporcionado por los átomos
permanentes y la unidad mental, de una nueva envoltura de la misma clase, que
permita al hombre continuar su evolución en los tres planos inferiores.
Al emprender el estudio del cuerpo
causal del hombre, entramos en una nueva fase del nuestro trabajo y tendremos
que dar mucha mayor amplitud a nuestra perspectiva de la evolución del ser
humano. La razón de esto reside en que mientras los cuerpos etérico, astral y
mental existen durante una sola encarnación, es decir que son netamente
mortales, el cuerpo causal persiste durante la entera evolución del hombre,
pasando por muchas encarnaciones, y por consiguiente, es relativamente
inmortal. Decimos relativamente inmortal, deliberadamente, pues, como se verá a
su debido tiempo, se llega a un punto en que el hombre habiendo terminado su
evolución humana puramente normal, comienza su evolución supernormal, y pierde
de hecho el cuerpo causal en el que ha vivido y evolucionado durante las
pasadas etapas de su desarrollo.
Por este motivo al tratar del cuerpo
causal humano, ya no nos encontramos dentro de los confines de la personalidad,
observando alguno de los cuerpos de la misma y viendo desde su propio punto de
vista cómo sirve a la evolución del nombre real que lo utiliza; sino que hemos
de situarnos al lado del hombre mismo, mirando desde arriba de dichos cuerpos y
considerándolos como otros tantos instrumentos temporarios construidos para el
uso del hombre mismo, los que se abandonan, una vez que han cumplido su
propósito, como se deja a un lado una herramienta rota.
A fin de que nuestro estudio resulte
comprensivo y para completarlo de modo que sea intelectualmente satisfactorio,
habremos de descubrir y estudiar el origen y nacimiento del cuerpo causal; es
decir, cómo fue formado en primer lugar. Al encontrar que tuvo un principio,
vemos en seguida no sólo que ha de tener un fin, sino que también ha de haber
alguna otra forma de conciencia que se sirve de dicho cuerpo, así como el Ego
en el cuerpo causal utiliza los vehículos de la personalidad. Esta otra forma
de conciencia, es naturalmente la Mónada humana. (…)
FUNCIONES DEL CUERPO CAUSAL
El cuerpo causal debe su nombre al
hecho de que en el mismo residen las causas que se manifiestan como efectos en
los planos inferiores; puesto que las experiencias de vidas pasadas acumuladas
en el cuerpo causal, son el origen de la actitud general que asumimos hacia la
vida, así como las acciones emprendidas. En sánscrito el cuerpo causal recibe
el nombre de Karana Sharira; Karana
significa causa.
En breves palabras podemos decir que el
cuerpo causal desempeña dos funciones:
1- Servir de vehículo al Ego (Alma o Yo
superior). El cuerpo causal es el "cuerpo de Manas" (manas superior), el aspecto-forma
de la individualidad, del hombre real, el Pensador,
2- Servir de receptáculo, o depósito
para la esencia de las experiencias del hombre en sus varias encarnaciones. En
el cuerpo causal se entreteje todo cuanto puede perdurar, y en el mismo se
conservan los gérmenes de cualidades que el hombre llevará a la próxima
encarnación. De manera que la manifestación inferior del hombre, es decir, la
expresión del mismo en sus cuerpos mental, astral y físico, depende en último
término del crecimiento y desenvolvimiento del hombre real mismo, de aquel
"para el cual nunca suena la hora".
Como hemos visto en el Capítulo XIII, no existe el hombre, el ser humano real,
hasta tanto el cuerpo causal viene a la existencia. Todo ser individual ha
de tener necesariamente un cuerpo causal; en efecto, lo que constituye la ‘individualidad’
es la posesión de un cuerpo causal.
La inmensa obra realizada durante
largos evos antes del nacimiento del cuerpo causal, tiene por objeto y
finalidad construir y desarrollar la materia de los planos físico, astral y
mental inferior, hasta que lleguen a ser habitación adecuada para el espíritu
divino que ha de ocuparlos como hombre.
Según se describe, en su principio el
cuerpo causal, o aspecto-forma del hombre real, es una delicada película de la
materia más sutil (del
mental superior), apenas visible, que
marca el principio de la vida individual separada. Esa delicada, casi incolora,
película de la materia más sutil es el cuerpo que perdurará durante toda la
evolución humana: en él —el hilo del yo o ‘Sutratma’, según se lo llama a
veces— se irán ensartando las encarnaciones sucesivas.
Como hemos dicho, el cuerpo causal es el receptáculo de lodo lo duradero — es decir,
únicamente lo noble y armonioso y lo que esté de acuerdo con la ley del
espíritu; pues todo pensamiento grande y noble, toda emoción pura y elevada,
asciende y su esencia entra a formar parte de la sustancia del cuerpo causal.
De manera que éste es un verdadero
registro —el único registro verdadero — del crecimiento del hombre y de la
etapa de evolución que éste haya alcanzado.
Todos los diversos cuerpos del hombre
han de ser considerados como envolturas o vehículos que permiten al Yo actuar
en alguna región determinada del universo. Del mismo modo que el hombre utiliza
un carruaje para viajar en la tierra, una embarcación en el mar y un globo o
avión en el aire, y siempre es el mismo, así el Yo, el hombre real, utiliza sus
diversos cuerpos, cada uno con su fin correspondiente, pero siempre es él
mismo, cualquiera que sea el cuerpo que utilice en un momento dado. En relación
con el hombre, todos estos cuerpos son transitorios, son sus instrumentos o
sirvientes; se desgastan y son renovados, una y otra vez, adaptándose a sus
diversas necesidades y a sus poderes en constante desenvolvimiento.
Más específicamente, como la mente es
dual en su funcionamiento, el hombre necesita, y por tanto, dispone de dos
cuerpos mentales. Como vimos en "El Cuerpo Mental", el cuerpo mental,
propiamente dicho, sirve de mente concreta; el causal, similarmente, es el
órgano del pensamiento abstracto.
En el Pensador, morador del cuerpo
causal (el Ego), están comprendidos todos los poderes que clasificamos como
Mente, a saber, memoria; intuición, voluntad. El Pensador recoge todas las
experiencias de las vidas terrenas por las que pasa, para transmutarlas en sí
mismo, mediante su propia alquimia divina, en esencia de tales experiencias y
en conocimiento que es Sabiduría. Aún en una corta vida terrena distinguimos
entre el conocimiento que adquirimos en la misma y la sabiduría que,
gradualmente, destilamos de tal conocimiento.
Sabiduría es el fruto de la experiencia
de una vida; la posesión culminante de los ancianos. En sentido más amplio y
profundo, Sabiduría es el fruto de muchas encarnaciones, el producto de mucha
experiencia y conocimiento. En el Pensador, por tanto, está el acopio de
experiencias, recogidas en todas nuestras vidas pasadas y cosechadas en muchos
renacimientos. En la clasificación de los cuerpos del hombre como
"vainas" se conoce el cuerpo causal como “envoltura discernidora”, de
acuerdo con la tabla siguiente:
Principio del hombre Sánscrito Castellano
Buddhi……………………..Anandamayakosha……Vaina
de beatitud
Manas superior…………..Vignanamayakosha……Vaina discriminadora (Yo álmico)
Manas inferior y kama…..Manomayakosha………Vaina
de sentimientos
Prana………………………Pranamayakosha………Vaina de
vitalidad
Sthula…………………….. Annamayakosha……….Vaina
de alimento
En la palabra Vijnanamayakosha, la partícula "Vi" implica la acción
discernidora, separadora y distribuidora de las cosas, pues tal es la función
especial de esta vaina… Las experiencias de Manomayakosha
se reflejan en Vignanamayakosha o
cuerpo causal como conceptos ideales. Manomayakosha
recoge y elabora; Vignanamayakosha discierne
y distribuye. Los cuerpos inferiores tratan con sensaciones, percepciones y
elaboración de ideas, pero es función del cuerpo causal distribuirlas,
discernir entre ellas, ocupándose de ideas puras, separadas de la presentación
concreta de las mismas.
En el cuerpo causal tenemos, por tanto,
lo abstracto, no lo concreto, la acción interior pura, ya no confundida por los
sentidos, ni en manera alguna entorpecida por el mundo exterior. En él está
pura inteligencia, clara visión, inteligencia no agitada por los sentidos,
inteligencia tranquila, potente y serena.
En el cuerpo causal está también el
poder creador de la meditación, las energías resultantes de la contemplación
concentrada. Esta es la vaina creadora del hombre, porque Manas en éste
corresponde en el Cosmos a Mahat, o Mente Universal, Divina Ideación, la fuerza
moldeadora, dirigente, que es el poder creador del cual todo proviene. En esta
vaina o envoltura del hombre existen todas las formas que pueden aparecer, a
las que este poder creador puede dar realidad objetiva… La inteligencia del
hombre es así, como se ha dicho, el reflejo de Brahma, de la Mente Universal,
la energía creadora. La facultad creadora de la imaginación del hombre, que en
la actualidad trabaja en materia sutil, trabajará igualmente, cuando el hombre
sea perfecto, en materia grosera; porque el poder imaginativo del hombre es el
reflejo del poder que ha creado el universo. Brahma meditó y todas las formas
vinieron a la existencia; de manera que, en el poder creador de la mente
residen todas las posibilidades de forma.
Por eso, H. P. Blavatsky, a veces llama
a manas el ego-deva, o el divino, para distinguirlo del yo personal. Manas
superior es divino porque posee pensamiento positivo, que es kriyashakti, o
poder de hacer cosas. Manas, mente, es por consiguiente y por su misma
naturaleza, actividad. Toda obra se efectúa realmente por poder mental; no es
la mano del escultor la que ejecuta el trabajo, sino el poder mental que dirige
la mano, porque es bien sabido que el pensamiento precede a la acción. Aunque
hay ocasiones en que decimos que el hombre actúa sin pensar, en realidad su
acción es consecuencia de pensamientos anteriores; ha establecido un cierto
hábito o modo de pensar y actúa instintivamente de acuerdo con tal hábito. Manas
superior es divino porque, como ya hemos dicho, es un pensador positivo que emplea
la cualidad de su propia vida, la que resplandece desde el interior. Esto es lo
que significa la palabra divino, de “div”, resplandecer.
La energía emanante de Atma, actuando
en el cuerpo causal, es la fuerza que domina y moldea todo lo externo a ella.
Por otra parte, la energía procedente de Atma, actuando en el Manomayakosha, es
Deseo, la característica del cual es
la de ser atraída por objetos externos y la dirección del mismo es regida desde
fuera. Pero Atma, actuando en el cuerpo causal es Voluntad, que no acepta decisiones dirigidas desde fuera, sino aquellas
iniciadas en el interior, moldeadas en imágenes internas por un proceso de reflexión
discernidora. De modo que la energía emanante está dirigida en el cuerpo causal
desde dentro, mientras que en los cuerpos inferiores es atraída desde afuera.
Esta es la diferencia esencial entre Voluntad y Deseo. Además, la voluntad es
esencialmente una cualidad del Ego y no de la personalidad. Chit, o aspecto
inteligencia del hombre, es lo primero que se desarrolla; es la facultad analizadora
que percibe multiplicidad y diferencias; luego viene Ananda, la sabiduría que
se da cuenta de la unidad de las cosas, la que realiza la unión, encontrando
así el gozo y la beatitud que moran en el corazón de la vida; finalmente viene
el tercero o aspecto más elevado: Sat, auto-existencia, la Unidad que está más
allá aún de la unión. En el ciclo de las Razas, la Quinta (actual) está
desarrollando Chit, o aspecto Inteligencia; la Sexta desarrollará Ananda, el
aspecto unión o beatitud, el "Reino de la Felicidad"; la Séptima
desarrollará Sat, o aspecto de Auto-existencia.
COMPOSICIÓN Y ESTRUCTURA
El cuerpo causal se compone de materia de los subplanos
primero, segundo y tercero del plano mental, (los
3 superiores y más sutiles, si se cuenta desde lo sutil a lo denso).
El estudiante recordará que el átomo de
materia mental contiene 494 ó 5.764.801 aproximadamente, digamos 5 ¾ millones
de "burbujas en Koilon". Corrientemente en las gentes, el cuerpo
causal no está plenamente activo; en consecuencia, solo la materia
perteneciente al tercer subplano está vivificada. A medida que el Ego, durante
el largo proceso de evolución, desenvuelve sus posibilidades latentes, la materia
superior entra gradualmente en actividad; pero solo está plenamente desarrollada
en los hombres perfectos a quienes llamamos Adeptos o Maestros. Es difícil
describir cabalmente al cuerpo causal, por cuanto los sentidos correspondientes
al mundo causal son del todo diferentes y superiores a los utilizados en la
esfera física.
El recuerdo del cuerpo causal que el
clarividente puede imprimir en su cerebro físico, lo presenta como un ovoide,
que es en realidad la forma de todos los cuerpos superiores que rodean al
físico del hombre y se extiende a unas diez pulgadas desde la superficie del
cuerpo físico. Un ser humano, procedente del reino animal, que acaba de
individualizarse, posee un cuerpo causal del tamaño mínimo. En el caso del
hombro primitivo, el cuerpo causal se parece a una burbuja y da la impresión de
estar vacío. Es una mera película incolora, al parecer solo lo bastante consistente
para mantenerse unido y constituir una entidad reencarnante, pero nada más. Aunque
pleno de materia mental, no está activa, manteniéndose incolora y transparente.
A medida que el hombre se desarrolla, esta materia entra gradualmente en
actividad, gracias a vibraciones que le llegan de los cuerpos inferiores. Esto
se produce muy lentamente, por cuanto las actividades del hombre en las
primeras etapas de su evolución no son del carácter que puedan expresarse en
materia tan refinada como la del cuerpo causal. Pero, cuando el hombre ya es
capaz de pensar en abstracto, o de sentir emociones altruistas, la materia de dicho
cuerpo es incitada a responder. Las vibraciones así despertadas se manifiestan
en el cuerpo causal en colores; de tal modo que, en vez de ser una burbuja
transparente, se convierte gradualmente en una esfera llena de materia de los
más bellos y delicados matices, en un objeto de belleza inconcebible.
El estudiante se habrá familiarizado
con el significado de los diversos colores, por el estudio de los fenómenos
producidos en los cuerpos astral y mental. Así, el rosa pálido expresa afecto
desinteresado; el amarillo indica alto poder intelectual; el azul significa devoción;
y el lila azulado significa espiritualidad elevada. Estos mismos colores en los
cuerpos inferiores son, por supuesto, menos delicados y también menos vivos. Aunque
en el curso de su evolución en los mundos inferiores, el hombre introduce en sus
vehículos cualidades indeseables y del todo inadecuadas para su vida como Ego —
tales por ejemplo, como la irritabilidad, el orgullo y el sensualismo— ninguna
de éstas puede expresarse en el cuerpo causal. El Diagrama XXIV hará ver la
razón de este importante fenómeno. Cada sección del cuerpo astral actúa
poderosamente sobre la materia del subplano mental correspondiente. Como las
vibraciones más burdas del cuerpo astral se expresan únicamente en los
subplanos inferiores del mundo astral, afectan solo al cuerpo mental; pero no
al causal. Éste, por consiguiente, es afectado únicamente por las tres partes
superiores del cuerpo astral, y las vibraciones en éstas representan,
exclusivamente, cualidades buenas. El resultado práctico de esto es que el
hombre puede llevar a su Ego, es decir a su verdadero Yo, nada más que buenas
cualidades. Las malas que desarrolla son, desde el punto de vista del Ego, sólo
transitorias y las ha de poner de lado, puesto que ya no hay en él materia que
pueda expresarlas…
(…) Como ya hemos dicho, el
cuerpo causal del salvaje sin evolución es como una gigantesca burbuja de
jabón, transparente a la vez que iridiscente. Parece casi vacía; lo poco que
contiene representa cualidades que ha desarrollado ya dentro del Alma Grupal de
que formó parte anteriormente. Las débiles indicaciones de estos grados de
vibración se observan en el joven cuerpo causal como nacientes matices de
color. Se habrá pensado quizá, que el cuerpo causal del hombre primitivo sería
al principio muy pequeño; pero no es así; es del mismo tamaño que el de
cualquier otro. En etapa posterior aumenta el tamaño, pero no antes de que haya
sido vivificado y llenado de materia activa.
En el caso del hombre medio, se produce
un perceptible aumento en el contenido de la gran película ovoide. En la misma
aparece cierta cantidad de color extraordinariamente delicado y etéreo, aunque
llena todavía menos de la mitad. Es visible algo de intelecto superior, como
también de poder de devoción y de amor desinteresado. Contiene también un leve
tinte de violeta sumamente delicado, lo que indica capacidad de sentir amor y
devoción dirigidos al ideal más elevado, así como una débil indicación de claro
verde de simpatía y compasión.
Tan pronto como el hombre empieza a
desarrollar la espiritualidad, o aun el intelecto superior, se produce un
cambio. El individuo real empieza a manifestar un persistente carácter propio,
aparte de ese moldeado por entrenamiento en cada una de sus personalidades
sucesivas y por las circunstancias que le rodean. Este carácter se pone de manifiesto
en el tamaño, color, luminosidad y precisión del cuerpo causal, de la misma manera
que él de la personalidad se manifiesta en el cuerpo mental, con la diferencia
de que el vehículo superior es naturalmente más sutil y más bello.
En el caso del hombre evolucionado espiritualmente, el cambio observado es enorme.
La gloriosa película iridiscente está en él completamente llena de los colores
más atrayentes, que tipifican las formas más elevadas de amor, devoción y
simpatía, ayudados por un intelecto refinado y espiritualizado y por
aspiraciones que alcanzan a lo divino. Algunos de tales colores no aparecen en
el espectro del plano físico. La materia de tal cuerpo causal, de una finura y
delicadeza inconcebibles, es intensamente activa y palpita como fuego viviente,
formando un globo radiante de colores centellantes, cuyas elevadas vibraciones
envían ondas de tonos cambiantes sobre la superficie —tonalidades de las que la
tierra nada sabe— brillantes, suaves y luminosas, como el lenguaje es incapaz
de describir.
Tal cuerpo causal está cargado de fuego
viviente, atraído de un plano aún más elevado, con el cual parece estar
conectado por un palpitante hilo de intensa luz, o sea, el sutratma, que trae vívidamente
a la mente las estancias de Dyzan “La chispa pende de la llama por el más sutil
hilo de Fohat”. A medida, que el alma progresa y es capaz de recibir más y más
del inagotable océano del Espíritu Divino, que fluye por el hilo corno por un
canal, éste se expande y deja pasar un mayor flujo, hasta que en el próximo subplano,
los podemos imaginar como una tromba que conecta la tierra y el cielo, y más arriba
como un globo por el que se precipita el manantial viviente, hasta que el
cuerpo causal parece fundirse en la luz que a él afluye. Como lo expresa la
estancia: "El hilo entre el Silencioso Vigilante y su sombra se hace más y
más fuerte y radiante a cada Cambio. La Luz del Sol de la mañana se ha cambiado
en la gloriosa del mediodía. . . "Esta es tu Rueda actual, dijo la Llama a
la Chispa. Tú eres yo misma, mi imagen y mi sombra. Yo me he revestido de ti y
tú eres mi Vahan hasta el día "Sed-Con-Nosotros", en que has de
volver a ser "yo misma y otros, tu misma y yo".
Se ha dicho antes que, en el hombre sin
desarrollo, el cuerpo causal aparece al principio como vacío, y, a medida que
progresa el ovoide, va llenándose gradualmente. Una vez lleno del todo, no sólo
crece en tamaño, sino que irradia corrientes de fuerzas en varias direcciones.
Esta es, en realidad, una de las principales características del hombre evolucionado;
o sea, su capacidad para servir de canal para la fuerza superior; porque su actitud
de ayudar y su disposición a dar, hace posible el descenso de la fuerza divina,
en una constante corriente a él, y por su medio llega a muchos que no son
todavía bastante fuertes para recibirla directamente. Además, desde la parte
superior del cuerpo causal asciende una corona de brillantes chispas,
indicadoras de la actividad de la aspiración espiritual, lo que, naturalmente, aumenta
de manera extraordinaria la belleza y la dignidad de la apariencia del hombre. No
importa en que esté ocupado el hombre inferior en el plano físico, esta
corriente de chispas se eleva constantemente. La razón de esto es que no bien
el alma o ego se haya despertado en su propio plano y empiece a comprender algo
de sí mismo y de su relación con lo divino, mira siempre hacia arriba, hacia la
fuente de donde procede, sin tener en cuenta las actividades que inspire en los
planos inferiores.
Se ha de tener en cuenta que aún la
personalidad más noble no es más que una muy pequeña y parcial expresión del
verdadero ser superior; de manera que cuando éste empieza a mirar a su
alrededor, encuentra posibilidades ilimitadas ante él, de las cuales en esta
constreñida vida física no podemos formarnos una idea. Este mismo ascenso de la
aspiración espiritual, que forma tan gloriosa corona en el hombre evolucionado,
sirve de canal por el cual desciende el poder divino; de manera que, cuanto
mayor y más fuerte sea la aspiración, en mayor medida desciende la gracia desde
lo alto.
En el caso del cuerpo causal del Arhat, es
decir de uno que haya pasado la Cuarta de las grandes Iniciaciones — los
colores poseen dos características que son irreconocibles en el plano físico.
Son más delicados y etéreos que los descriptos hasta ahora, a la vez que más
vivos, más brillantes y más luminosos. El cuerpo causal es mucho más grande que
el físico y muestra un magnifico desenvolvimiento del intelecto, del amor y de
la devoción, gran riqueza de simpatía y la espiritualidad más elevada. Las
listas de colores están dispuestas ahora en anillos concéntricos mientras que,
a través de éstos se proyectan corrientes de luz blanca que irradia del centro
hacia afuera. La salida de la influencia Divina es así enormemente
intensificada, por cuanto el hombre ha llegado a ser un canal casi perfecto
para la vida y el poder del Logos. No sólo irradia de él la gloria en luz
blanca, sino que todos los colores del arco iris juegan alrededor de (él como
destellos cambiantes de nácar. Por eso hay algo en dicha radiación que
fortalece las cualidades más elevadas de quienes se acercan a él, no importa
cuales sean dichas cualidades. Nadie puede ponerse al alcance de su influencia sin
sentirse mejor; resplandece como un sol ante todos cuantos le rodean, pues,
como esa luminaria, es ahora una manifestación del Logos.
El cuerpo causal de un Adepto o Maestro ha aumentado extraordinariamente en tamaño, y brilla con el
esplendor de un sol de belleza inimaginable. No hay palabras, como dice el
Obispo Leadbeater, para describirlo; porque el lenguaje humano carece de
términos para describir tan radiantes esferas. Un vehículo de tal naturaleza
requiere en si mismo estudio aparte, pero que sólo está al alcance de quienes
se hallan muy avanzados en el Sendero. Como en el cuerpo causal del Arhat, los
colores ya no se mueven en nubes rotatorias, sino que están dispuestos en
grandes capas concéntricas, no obstante penetradas por radiaciones de luz
viviente que irradian de Él como centro. El orden de los colores varía de
acuerdo con el tipo al que pertenece el Adepto; de modo que existe gran
variedad en tal disposición. Una tradición perfectamente exacta de este hecho se
conserva en muchos de los cuadros del Señor Buddha, imperfectamente trazados,
que pueden verse en los muros del templo de Ceilán. En ellos se representa usualmente
al Gran Maestro rodeado de un aura; aunque el colorido y posición general resultaría
inexacto y hasta imposible tratándose del aura de un nombre ordinario, y hasta la
de un Maestro, es una burda y material representación del vehículo del Adepto
de ese tipo particular al que pertenece este Gran Ser.
Se llama a veces al cuerpo causal el "huevo
áurico". No obstante, cuando
H. P. Blavatsky habló del sagrado huevo áurico, probablemente se refería a los
cuatro átomos permanentes —más correctamente, a los átomos físico y astral, a
la unidad mental y al átomo mental permanente— dentro de una envoltura de
materia de plano átmico o nirvánico.
Se conoce también al cuerpo causal como
el “Augoeides”, el hombre
glorificado; no es la imagen de ninguno de sus vehículos pasados, sino que
contiene la esencia de todo lo mejor en cada uno de ellos. Indica, pues, más o
menos perfectamente y a medida que crece en experiencias, lo que la Deidad
quiere que sea el hombre. Porque, como hemos visto, observando el cuerpo
causal, se puede deducir el grado de evolución que el hombre ha alcanzado. No
sólo se conoce su historia pagada, sino también y en medida considerable el
porvenir ante él.
La forma glorificada dentro del cuerpo
causal se aproxima al arquetipo, y se asemeja a éste de acuerdo con el progreso
del hombre. La forma humana parece ser el modelo para la evolución más elevada
en este sistema particular. Varía ligeramente en planetas diferentes; pero es,
en términos generales, la misma en delineamiento general. En otros sistemas
solares las formas posiblemente serán diferentes; pero no tenemos información sobre
este punto. Prana o Vitalidad, existe en todos los planos; por consiguiente, ha
de desempeñar algún papel en el cuerpo causal; pero, a este respecto, no
disponemos de dato alguno. Hemos de hacer notar sin embargo, que después de la
formación del cuerpo causal, la complejidad del prana que circula por el
sistema nervioso del cuerpo físico aumenta mucho, y parece que se enriquece aún
a medida que la evolución humana progresa. Pues, al estar activa la conciencia
en el plano mental, el prana de este plano se mezcla con los inferiores,
coincidente con la actividad de la conciencia llevada a regiones superiores.
En el cuerpo causal, lo mismo que cada
uno de los demás vehículos, hay Chakras, o Centros de Fuerza, los que, además
de otras funciones, sirven como puntos de conexión por los cuales la fuerza fluye
de un vehículo a otro. En la actualidad, sin embargo, no se dispone do
información sobre los Chakras del cuerpo causal.
Aclaración: El cuerpo causal es, propiamente, el 'alma
humana' en desarrollo, que al iluminarse con Buddhi y Atma se transforma finalmente en “Alma
Divina”, incorporando a consciencia tales principios superiores.
A.B.
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