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martes, 5 de mayo de 2015

10- EL CUERPO CAUSAL



(Del libro “El cuerpo causal y el Ego”, de Arthur E. Powel)


DESCRIPCIÓN GENERAL

En los tres volúmenes anteriores de esta serie, a saber: "El Doble Etérico", "El Cuerpo Astral” y "El Cuerpo Mental"; se ha estudiado la historia de la vida de cada una de las tres envolturas inferiores del hombre. En dichos estudios, nos ha sido suficiente tomar cada una de esas tres envolturas, tal como existen en el hombre y analizar cómo actúa, las leyes de su crecimiento, la muerte de la misma y luego la formación a base del núcleo proporcionado por los átomos permanentes y la unidad mental, de una nueva envoltura de la misma clase, que permita al hombre continuar su evolución en los tres planos inferiores.
Al emprender el estudio del cuerpo causal del hombre, entramos en una nueva fase del nuestro trabajo y tendremos que dar mucha mayor amplitud a nuestra perspectiva de la evolución del ser humano. La razón de esto reside en que mientras los cuerpos etérico, astral y mental existen durante una sola encarnación, es decir que son netamente mortales, el cuerpo causal persiste durante la entera evolución del hombre, pasando por muchas encarnaciones, y por consiguiente, es relativamente inmortal. Decimos relativamente inmortal, deliberadamente, pues, como se verá a su debido tiempo, se llega a un punto en que el hombre habiendo terminado su evolución humana puramente normal, comienza su evolución supernormal, y pierde de hecho el cuerpo causal en el que ha vivido y evolucionado durante las pasadas etapas de su desarrollo.
Por este motivo al tratar del cuerpo causal humano, ya no nos encontramos dentro de los confines de la personalidad, observando alguno de los cuerpos de la misma y viendo desde su propio punto de vista cómo sirve a la evolución del nombre real que lo utiliza; sino que hemos de situarnos al lado del hombre mismo, mirando desde arriba de dichos cuerpos y considerándolos como otros tantos instrumentos temporarios construidos para el uso del hombre mismo, los que se abandonan, una vez que han cumplido su propósito, como se deja a un lado una herramienta rota.
A fin de que nuestro estudio resulte comprensivo y para completarlo de modo que sea intelectualmente satisfactorio, habremos de descubrir y estudiar el origen y nacimiento del cuerpo causal; es decir, cómo fue formado en primer lugar. Al encontrar que tuvo un principio, vemos en seguida no sólo que ha de tener un fin, sino que también ha de haber alguna otra forma de conciencia que se sirve de dicho cuerpo, así como el Ego en el cuerpo causal utiliza los vehículos de la personalidad. Esta otra forma de conciencia, es naturalmente la Mónada humana. (…)



FUNCIONES DEL CUERPO CAUSAL

El cuerpo causal debe su nombre al hecho de que en el mismo residen las causas que se manifiestan como efectos en los planos inferiores; puesto que las experiencias de vidas pasadas acumuladas en el cuerpo causal, son el origen de la actitud general que asumimos hacia la vida, así como las acciones emprendidas. En sánscrito el cuerpo causal recibe el nombre de Karana Sharira; Karana significa causa.
En breves palabras podemos decir que el cuerpo causal desempeña dos funciones:

1- Servir de vehículo al Ego (Alma o Yo superior). El cuerpo causal es el "cuerpo de Manas" (manas superior), el aspecto-forma de la individualidad, del hombre real, el Pensador,
2- Servir de receptáculo, o depósito para la esencia de las experiencias del hombre en sus varias encarnaciones. En el cuerpo causal se entreteje todo cuanto puede perdurar, y en el mismo se conservan los gérmenes de cualidades que el hombre llevará a la próxima encarnación. De manera que la manifestación inferior del hombre, es decir, la expresión del mismo en sus cuerpos mental, astral y físico, depende en último término del crecimiento y desenvolvimiento del hombre real mismo, de aquel "para el cual nunca suena la hora".

Como hemos visto en el Capítulo XIII, no existe el hombre, el ser humano real, hasta tanto el cuerpo causal viene a la existencia. Todo ser individual ha de tener necesariamente un cuerpo causal; en efecto, lo que constituye la ‘individualidad’ es la posesión de un cuerpo causal.
La inmensa obra realizada durante largos evos antes del nacimiento del cuerpo causal, tiene por objeto y finalidad construir y desarrollar la materia de los planos físico, astral y mental inferior, hasta que lleguen a ser habitación adecuada para el espíritu divino que ha de ocuparlos como hombre.
Según se describe, en su principio el cuerpo causal, o aspecto-forma del hombre real, es una delicada película de la materia más sutil (del mental superior), apenas visible, que marca el principio de la vida individual separada. Esa delicada, casi incolora, película de la materia más sutil es el cuerpo que perdurará durante toda la evolución humana: en él —el hilo del yo o ‘Sutratma’, según se lo llama a veces— se irán ensartando las encarnaciones sucesivas.
Como hemos dicho, el cuerpo causal es el receptáculo de lodo lo duradero — es decir, únicamente lo noble y armonioso y lo que esté de acuerdo con la ley del espíritu; pues todo pensamiento grande y noble, toda emoción pura y elevada, asciende y su esencia entra a formar parte de la sustancia del cuerpo causal. De manera que éste es un verdadero registro —el único registro verdadero — del crecimiento del hombre y de la etapa de evolución que éste haya alcanzado.

Todos los diversos cuerpos del hombre han de ser considerados como envolturas o vehículos que permiten al Yo actuar en alguna región determinada del universo. Del mismo modo que el hombre utiliza un carruaje para viajar en la tierra, una embarcación en el mar y un globo o avión en el aire, y siempre es el mismo, así el Yo, el hombre real, utiliza sus diversos cuerpos, cada uno con su fin correspondiente, pero siempre es él mismo, cualquiera que sea el cuerpo que utilice en un momento dado. En relación con el hombre, todos estos cuerpos son transitorios, son sus instrumentos o sirvientes; se desgastan y son renovados, una y otra vez, adaptándose a sus diversas necesidades y a sus poderes en constante desenvolvimiento.
Más específicamente, como la mente es dual en su funcionamiento, el hombre necesita, y por tanto, dispone de dos cuerpos mentales. Como vimos en "El Cuerpo Mental", el cuerpo mental, propiamente dicho, sirve de mente concreta; el causal, similarmente, es el órgano del pensamiento abstracto.
En el Pensador, morador del cuerpo causal (el Ego), están comprendidos todos los poderes que clasificamos como Mente, a saber, memoria; intuición, voluntad. El Pensador recoge todas las experiencias de las vidas terrenas por las que pasa, para transmutarlas en sí mismo, mediante su propia alquimia divina, en esencia de tales experiencias y en conocimiento que es Sabiduría. Aún en una corta vida terrena distinguimos entre el conocimiento que adquirimos en la misma y la sabiduría que, gradualmente, destilamos de tal conocimiento.
Sabiduría es el fruto de la experiencia de una vida; la posesión culminante de los ancianos. En sentido más amplio y profundo, Sabiduría es el fruto de muchas encarnaciones, el producto de mucha experiencia y conocimiento. En el Pensador, por tanto, está el acopio de experiencias, recogidas en todas nuestras vidas pasadas y cosechadas en muchos renacimientos. En la clasificación de los cuerpos del hombre como "vainas" se conoce el cuerpo causal como “envoltura discernidora”, de acuerdo con la tabla siguiente:


Principio del hombre             Sánscrito                   Castellano

Buddhi……………………..Anandamayakosha……Vaina de beatitud
Manas superior…………..Vignanamayakosha……Vaina discriminadora (Yo álmico)
Manas inferior y kama…..Manomayakosha………Vaina de sentimientos
Prana………………………Pranamayakosha………Vaina de vitalidad
Sthula…………………….. Annamayakosha……….Vaina de alimento



En la palabra Vijnanamayakosha, la partícula "Vi" implica la acción discernidora, separadora y distribuidora de las cosas, pues tal es la función especial de esta vaina… Las experiencias de Manomayakosha se reflejan en Vignanamayakosha o cuerpo causal como conceptos ideales. Manomayakosha recoge y elabora; Vignanamayakosha discierne y distribuye. Los cuerpos inferiores tratan con sensaciones, percepciones y elaboración de ideas, pero es función del cuerpo causal distribuirlas, discernir entre ellas, ocupándose de ideas puras, separadas de la presentación concreta de las mismas.
En el cuerpo causal tenemos, por tanto, lo abstracto, no lo concreto, la acción interior pura, ya no confundida por los sentidos, ni en manera alguna entorpecida por el mundo exterior. En él está pura inteligencia, clara visión, inteligencia no agitada por los sentidos, inteligencia tranquila, potente y serena.
En el cuerpo causal está también el poder creador de la meditación, las energías resultantes de la contemplación concentrada. Esta es la vaina creadora del hombre, porque Manas en éste corresponde en el Cosmos a Mahat, o Mente Universal, Divina Ideación, la fuerza moldeadora, dirigente, que es el poder creador del cual todo proviene. En esta vaina o envoltura del hombre existen todas las formas que pueden aparecer, a las que este poder creador puede dar realidad objetiva… La inteligencia del hombre es así, como se ha dicho, el reflejo de Brahma, de la Mente Universal, la energía creadora. La facultad creadora de la imaginación del hombre, que en la actualidad trabaja en materia sutil, trabajará igualmente, cuando el hombre sea perfecto, en materia grosera; porque el poder imaginativo del hombre es el reflejo del poder que ha creado el universo. Brahma meditó y todas las formas vinieron a la existencia; de manera que, en el poder creador de la mente residen todas las posibilidades de forma.
Por eso, H. P. Blavatsky, a veces llama a manas el ego-deva, o el divino, para distinguirlo del yo personal. Manas superior es divino porque posee pensamiento positivo, que es kriyashakti, o poder de hacer cosas. Manas, mente, es por consiguiente y por su misma naturaleza, actividad. Toda obra se efectúa realmente por poder mental; no es la mano del escultor la que ejecuta el trabajo, sino el poder mental que dirige la mano, porque es bien sabido que el pensamiento precede a la acción. Aunque hay ocasiones en que decimos que el hombre actúa sin pensar, en realidad su acción es consecuencia de pensamientos anteriores; ha establecido un cierto hábito o modo de pensar y actúa instintivamente de acuerdo con tal hábito. Manas superior es divino porque, como ya hemos dicho, es un pensador positivo que emplea la cualidad de su propia vida, la que resplandece desde el interior. Esto es lo que significa la palabra divino, de “div”, resplandecer.
La energía emanante de Atma, actuando en el cuerpo causal, es la fuerza que domina y moldea todo lo externo a ella. Por otra parte, la energía procedente de Atma, actuando en el Manomayakosha, es Deseo, la característica del cual es la de ser atraída por objetos externos y la dirección del mismo es regida desde fuera. Pero Atma, actuando en el cuerpo causal es Voluntad, que no acepta decisiones dirigidas desde fuera, sino aquellas iniciadas en el interior, moldeadas en imágenes internas por un proceso de reflexión discernidora. De modo que la energía emanante está dirigida en el cuerpo causal desde dentro, mientras que en los cuerpos inferiores es atraída desde afuera. Esta es la diferencia esencial entre Voluntad y Deseo. Además, la voluntad es esencialmente una cualidad del Ego y no de la personalidad. Chit, o aspecto inteligencia del hombre, es lo primero que se desarrolla; es la facultad analizadora que percibe multiplicidad y diferencias; luego viene Ananda, la sabiduría que se da cuenta de la unidad de las cosas, la que realiza la unión, encontrando así el gozo y la beatitud que moran en el corazón de la vida; finalmente viene el tercero o aspecto más elevado: Sat, auto-existencia, la Unidad que está más allá aún de la unión. En el ciclo de las Razas, la Quinta (actual) está desarrollando Chit, o aspecto Inteligencia; la Sexta desarrollará Ananda, el aspecto unión o beatitud, el "Reino de la Felicidad"; la Séptima desarrollará Sat, o aspecto de Auto-existencia.

           


COMPOSICIÓN Y ESTRUCTURA

El cuerpo causal se compone de materia de los subplanos primero, segundo y tercero del plano mental, (los 3 superiores y más sutiles, si se cuenta desde lo sutil a lo denso).
El estudiante recordará que el átomo de materia mental contiene 494 ó 5.764.801 aproximadamente, digamos 5 ¾ millones de "burbujas en Koilon". Corrientemente en las gentes, el cuerpo causal no está plenamente activo; en consecuencia, solo la materia perteneciente al tercer subplano está vivificada. A medida que el Ego, durante el largo proceso de evolución, desenvuelve sus posibilidades latentes, la materia superior entra gradualmente en actividad; pero solo está plenamente desarrollada en los hombres perfectos a quienes llamamos Adeptos o Maestros. Es difícil describir cabalmente al cuerpo causal, por cuanto los sentidos correspondientes al mundo causal son del todo diferentes y superiores a los utilizados en la esfera física.
El recuerdo del cuerpo causal que el clarividente puede imprimir en su cerebro físico, lo presenta como un ovoide, que es en realidad la forma de todos los cuerpos superiores que rodean al físico del hombre y se extiende a unas diez pulgadas desde la superficie del cuerpo físico. Un ser humano, procedente del reino animal, que acaba de individualizarse, posee un cuerpo causal del tamaño mínimo. En el caso del hombro primitivo, el cuerpo causal se parece a una burbuja y da la impresión de estar vacío. Es una mera película incolora, al parecer solo lo bastante consistente para mantenerse unido y constituir una entidad reencarnante, pero nada más. Aunque pleno de materia mental, no está activa, manteniéndose incolora y transparente. A medida que el hombre se desarrolla, esta materia entra gradualmente en actividad, gracias a vibraciones que le llegan de los cuerpos inferiores. Esto se produce muy lentamente, por cuanto las actividades del hombre en las primeras etapas de su evolución no son del carácter que puedan expresarse en materia tan refinada como la del cuerpo causal. Pero, cuando el hombre ya es capaz de pensar en abstracto, o de sentir emociones altruistas, la materia de dicho cuerpo es incitada a responder. Las vibraciones así despertadas se manifiestan en el cuerpo causal en colores; de tal modo que, en vez de ser una burbuja transparente, se convierte gradualmente en una esfera llena de materia de los más bellos y delicados matices, en un objeto de belleza inconcebible.
El estudiante se habrá familiarizado con el significado de los diversos colores, por el estudio de los fenómenos producidos en los cuerpos astral y mental. Así, el rosa pálido expresa afecto desinteresado; el amarillo indica alto poder intelectual; el azul significa devoción; y el lila azulado significa espiritualidad elevada. Estos mismos colores en los cuerpos inferiores son, por supuesto, menos delicados y también menos vivos. Aunque en el curso de su evolución en los mundos inferiores, el hombre introduce en sus vehículos cualidades indeseables y del todo inadecuadas para su vida como Ego — tales por ejemplo, como la irritabilidad, el orgullo y el sensualismo— ninguna de éstas puede expresarse en el cuerpo causal. El Diagrama XXIV hará ver la razón de este importante fenómeno. Cada sección del cuerpo astral actúa poderosamente sobre la materia del subplano mental correspondiente. Como las vibraciones más burdas del cuerpo astral se expresan únicamente en los subplanos inferiores del mundo astral, afectan solo al cuerpo mental; pero no al causal. Éste, por consiguiente, es afectado únicamente por las tres partes superiores del cuerpo astral, y las vibraciones en éstas representan, exclusivamente, cualidades buenas. El resultado práctico de esto es que el hombre puede llevar a su Ego, es decir a su verdadero Yo, nada más que buenas cualidades. Las malas que desarrolla son, desde el punto de vista del Ego, sólo transitorias y las ha de poner de lado, puesto que ya no hay en él materia que pueda expresarlas…

(…) Como ya hemos dicho, el cuerpo causal del salvaje sin evolución es como una gigantesca burbuja de jabón, transparente a la vez que iridiscente. Parece casi vacía; lo poco que contiene representa cualidades que ha desarrollado ya dentro del Alma Grupal de que formó parte anteriormente. Las débiles indicaciones de estos grados de vibración se observan en el joven cuerpo causal como nacientes matices de color. Se habrá pensado quizá, que el cuerpo causal del hombre primitivo sería al principio muy pequeño; pero no es así; es del mismo tamaño que el de cualquier otro. En etapa posterior aumenta el tamaño, pero no antes de que haya sido vivificado y llenado de materia activa.
En el caso del hombre medio, se produce un perceptible aumento en el contenido de la gran película ovoide. En la misma aparece cierta cantidad de color extraordinariamente delicado y etéreo, aunque llena todavía menos de la mitad. Es visible algo de intelecto superior, como también de poder de devoción y de amor desinteresado. Contiene también un leve tinte de violeta sumamente delicado, lo que indica capacidad de sentir amor y devoción dirigidos al ideal más elevado, así como una débil indicación de claro verde de simpatía y compasión.
Tan pronto como el hombre empieza a desarrollar la espiritualidad, o aun el intelecto superior, se produce un cambio. El individuo real empieza a manifestar un persistente carácter propio, aparte de ese moldeado por entrenamiento en cada una de sus personalidades sucesivas y por las circunstancias que le rodean. Este carácter se pone de manifiesto en el tamaño, color, luminosidad y precisión del cuerpo causal, de la misma manera que él de la personalidad se manifiesta en el cuerpo mental, con la diferencia de que el vehículo superior es naturalmente más sutil y más bello.

En el caso del hombre evolucionado espiritualmente, el cambio observado es enorme. La gloriosa película iridiscente está en él completamente llena de los colores más atrayentes, que tipifican las formas más elevadas de amor, devoción y simpatía, ayudados por un intelecto refinado y espiritualizado y por aspiraciones que alcanzan a lo divino. Algunos de tales colores no aparecen en el espectro del plano físico. La materia de tal cuerpo causal, de una finura y delicadeza inconcebibles, es intensamente activa y palpita como fuego viviente, formando un globo radiante de colores centellantes, cuyas elevadas vibraciones envían ondas de tonos cambiantes sobre la superficie —tonalidades de las que la tierra nada sabe— brillantes, suaves y luminosas, como el lenguaje es incapaz de describir.
Tal cuerpo causal está cargado de fuego viviente, atraído de un plano aún más elevado, con el cual parece estar conectado por un palpitante hilo de intensa luz, o sea, el sutratma, que trae vívidamente a la mente las estancias de Dyzan “La chispa pende de la llama por el más sutil hilo de Fohat”. A medida, que el alma progresa y es capaz de recibir más y más del inagotable océano del Espíritu Divino, que fluye por el hilo corno por un canal, éste se expande y deja pasar un mayor flujo, hasta que en el próximo subplano, los podemos imaginar como una tromba que conecta la tierra y el cielo, y más arriba como un globo por el que se precipita el manantial viviente, hasta que el cuerpo causal parece fundirse en la luz que a él afluye. Como lo expresa la estancia: "El hilo entre el Silencioso Vigilante y su sombra se hace más y más fuerte y radiante a cada Cambio. La Luz del Sol de la mañana se ha cambiado en la gloriosa del mediodía. . . "Esta es tu Rueda actual, dijo la Llama a la Chispa. Tú eres yo misma, mi imagen y mi sombra. Yo me he revestido de ti y tú eres mi Vahan hasta el día "Sed-Con-Nosotros", en que has de volver a ser "yo misma y otros, tu misma y yo".
Se ha dicho antes que, en el hombre sin desarrollo, el cuerpo causal aparece al principio como vacío, y, a medida que progresa el ovoide, va llenándose gradualmente. Una vez lleno del todo, no sólo crece en tamaño, sino que irradia corrientes de fuerzas en varias direcciones. Esta es, en realidad, una de las principales características del hombre evolucionado; o sea, su capacidad para servir de canal para la fuerza superior; porque su actitud de ayudar y su disposición a dar, hace posible el descenso de la fuerza divina, en una constante corriente a él, y por su medio llega a muchos que no son todavía bastante fuertes para recibirla directamente. Además, desde la parte superior del cuerpo causal asciende una corona de brillantes chispas, indicadoras de la actividad de la aspiración espiritual, lo que, naturalmente, aumenta de manera extraordinaria la belleza y la dignidad de la apariencia del hombre. No importa en que esté ocupado el hombre inferior en el plano físico, esta corriente de chispas se eleva constantemente. La razón de esto es que no bien el alma o ego se haya despertado en su propio plano y empiece a comprender algo de sí mismo y de su relación con lo divino, mira siempre hacia arriba, hacia la fuente de donde procede, sin tener en cuenta las actividades que inspire en los planos inferiores.
Se ha de tener en cuenta que aún la personalidad más noble no es más que una muy pequeña y parcial expresión del verdadero ser superior; de manera que cuando éste empieza a mirar a su alrededor, encuentra posibilidades ilimitadas ante él, de las cuales en esta constreñida vida física no podemos formarnos una idea. Este mismo ascenso de la aspiración espiritual, que forma tan gloriosa corona en el hombre evolucionado, sirve de canal por el cual desciende el poder divino; de manera que, cuanto mayor y más fuerte sea la aspiración, en mayor medida desciende la gracia desde lo alto.

En el caso del cuerpo causal del Arhat, es decir de uno que haya pasado la Cuarta de las grandes Iniciaciones — los colores poseen dos características que son irreconocibles en el plano físico. Son más delicados y etéreos que los descriptos hasta ahora, a la vez que más vivos, más brillantes y más luminosos. El cuerpo causal es mucho más grande que el físico y muestra un magnifico desenvolvimiento del intelecto, del amor y de la devoción, gran riqueza de simpatía y la espiritualidad más elevada. Las listas de colores están dispuestas ahora en anillos concéntricos mientras que, a través de éstos se proyectan corrientes de luz blanca que irradia del centro hacia afuera. La salida de la influencia Divina es así enormemente intensificada, por cuanto el hombre ha llegado a ser un canal casi perfecto para la vida y el poder del Logos. No sólo irradia de él la gloria en luz blanca, sino que todos los colores del arco iris juegan alrededor de (él como destellos cambiantes de nácar. Por eso hay algo en dicha radiación que fortalece las cualidades más elevadas de quienes se acercan a él, no importa cuales sean dichas cualidades. Nadie puede ponerse al alcance de su influencia sin sentirse mejor; resplandece como un sol ante todos cuantos le rodean, pues, como esa luminaria, es ahora una manifestación del Logos.

El cuerpo causal de un Adepto o Maestro ha aumentado extraordinariamente en tamaño, y brilla con el esplendor de un sol de belleza inimaginable. No hay palabras, como dice el Obispo Leadbeater, para describirlo; porque el lenguaje humano carece de términos para describir tan radiantes esferas. Un vehículo de tal naturaleza requiere en si mismo estudio aparte, pero que sólo está al alcance de quienes se hallan muy avanzados en el Sendero. Como en el cuerpo causal del Arhat, los colores ya no se mueven en nubes rotatorias, sino que están dispuestos en grandes capas concéntricas, no obstante penetradas por radiaciones de luz viviente que irradian de Él como centro. El orden de los colores varía de acuerdo con el tipo al que pertenece el Adepto; de modo que existe gran variedad en tal disposición. Una tradición perfectamente exacta de este hecho se conserva en muchos de los cuadros del Señor Buddha, imperfectamente trazados, que pueden verse en los muros del templo de Ceilán. En ellos se representa usualmente al Gran Maestro rodeado de un aura; aunque el colorido y posición general resultaría inexacto y hasta imposible tratándose del aura de un nombre ordinario, y hasta la de un Maestro, es una burda y material representación del vehículo del Adepto de ese tipo particular al que pertenece este Gran Ser.

Se llama a veces al cuerpo causal el "huevo áurico". No obstante, cuando H. P. Blavatsky habló del sagrado huevo áurico, probablemente se refería a los cuatro átomos permanentes —más correctamente, a los átomos físico y astral, a la unidad mental y al átomo mental permanente— dentro de una envoltura de materia de plano átmico o nirvánico.
Se conoce también al cuerpo causal como el “Augoeides”, el hombre glorificado; no es la imagen de ninguno de sus vehículos pasados, sino que contiene la esencia de todo lo mejor en cada uno de ellos. Indica, pues, más o menos perfectamente y a medida que crece en experiencias, lo que la Deidad quiere que sea el hombre. Porque, como hemos visto, observando el cuerpo causal, se puede deducir el grado de evolución que el hombre ha alcanzado. No sólo se conoce su historia pagada, sino también y en medida considerable el porvenir ante él.
La forma glorificada dentro del cuerpo causal se aproxima al arquetipo, y se asemeja a éste de acuerdo con el progreso del hombre. La forma humana parece ser el modelo para la evolución más elevada en este sistema particular. Varía ligeramente en planetas diferentes; pero es, en términos generales, la misma en delineamiento general. En otros sistemas solares las formas posiblemente serán diferentes; pero no tenemos información sobre este punto. Prana o Vitalidad, existe en todos los planos; por consiguiente, ha de desempeñar algún papel en el cuerpo causal; pero, a este respecto, no disponemos de dato alguno. Hemos de hacer notar sin embargo, que después de la formación del cuerpo causal, la complejidad del prana que circula por el sistema nervioso del cuerpo físico aumenta mucho, y parece que se enriquece aún a medida que la evolución humana progresa. Pues, al estar activa la conciencia en el plano mental, el prana de este plano se mezcla con los inferiores, coincidente con la actividad de la conciencia llevada a regiones superiores.
En el cuerpo causal, lo mismo que cada uno de los demás vehículos, hay Chakras, o Centros de Fuerza, los que, además de otras funciones, sirven como puntos de conexión por los cuales la fuerza fluye de un vehículo a otro. En la actualidad, sin embargo, no se dispone do información sobre los Chakras del cuerpo causal.




Aclaración: El cuerpo causal es, propiamente, el 'alma humana' en desarrollo, que al iluminarse con Buddhi y Atma se transforma finalmente en “Alma Divina”, incorporando a consciencia tales principios superiores.

                                                                                               A.B.




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