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lunes, 18 de mayo de 2015

16- 1ª y 2ª razas madres humanas



Capítulos tomados del libro “El Sistema Solar”, de Arthur Powell


Capítulo XXXI

LA TIERRA: LA PRIMERA RAZA-RAIZ

Llegamos ahora a la ocupación de la Tierra en la cuarta ronda, y en este capítulo trataremos sobre la primera Raza-Raíz.
(IL II 359.) Como se mencionó en el capítulo precedente, la característica especial y peculiar de las primeras razas de la Tierra en ésta, la cuarta ronda, es que las razas primitivas recapitulan las rondas primera, segunda y tercera. Esto se dispone en especial para beneficio de aquellas entidades que, aunque considerablemente detrás del resto, podrían mediante un esfuerzo especial de esta índole ser ayudados a alcanzarlo.
(MW 96:91. IL II 329.) La primera Raza fue etérica, repitiendo la primera ronda; la segunda Raza fue del tipo "bolsa de budín", repitiendo la segunda ronda; la tercera Raza repitió la tercera ronda. La cuarta Raza puede considerarse como la más típica de la cuarta ronda en total. Estos principios generales serán detallados y explicados más minuciosamente cuando lleguemos a considerar cada Raza en forma individual.
( PM 63-64. ) La Tierra, al principio de la cuarta ronda, está en un estado de terrible confusión; hay gigantescas convulsiones de la naturaleza, estallido de montañas que caen, rugido de volcanes, arremetida de enormes olas cargadas de rocas, con erupciones de la va, casi montañas, que se lanzan por los aires como sí jugasen. Por doquier brotan fuego, tormenta, remolinos y tornados. Esto recuerda la primera ronda en miniatura, salvo que la mayor densidad de la materia torna mucho mayor el choque y el tumulto que cuando los globos eran de composición más sutil.
Durante 200 millones de años siguen estas convulsiones "ininterrumpidamente, después de las cuales tienen lugar periódicamente y a grandes intervalos" (Comentario, citado en La Doctrina Secreta, II, 236) .
Durante 300 millones de años los espíritus de la naturaleza han estado ocupados en el trabajo, formando minerales, vegetales y animales de las clases inferiores. De los restos de las tres rondas precedentes han tomado las vacías conchas de la forma procurando modelarlas en nuevos organismos vivos. Los resultados son monstruos extraños e híbridos de todas clases mixtas de generaciones, mitad humanas, mitad animales. Aparecen formas de reptiles de todo espécimen. Puede decirse que fueron producidos por la "mano aprendiz de la naturaleza", siendo obra de los Devas inferiores, de los espíritus de la naturaleza, sin la ayuda del poder guía de los Señores de la Luna.
( PM 65. MW 103. ) Cuando la confusión incesante está a punto de concluir, algunos Señores de la Luna, o Barhishads, llegan a ver si la tierra está lista para la creación del hombre. Todas estas formas inferiores son entonces barridas, presumiblemente a fin de despejar el camino para el hombre y las formas de vida en general.
En un punto, gradualmente, aparece la primera tierra, encima del vasto océano de agua agitada y tibia; es la cima del Monte Meru. En alguna literatura primitiva esto fue descripto como el casquete del Polo Norte. Sin embargo, se entiende que no es el casquete del Polo geográfico terrestre sino del Polo espiritual. Esta es la Tierra Sagrada imperecedera, ahora en el desierto de Gobi. También se la llamó la Tierra de los Devas, Shvetadvípa, la Isla Blanca, la Tierra Central, y a veces Jambudvípa, nombre dado a la Tierra en conjunto.
Los parsis la llaman Airyana Vaejo y afirman justamente que su gran profeta Zaratustra nació allí.
Desde el Monte Meru, el centro de esa tierra, aparecen siete grandes promontorios, a cuyos bordes a veces se les dio el nombre de Pushkara, aunque esa denominación pertenece más precisamente al séptimo continente, que por supuesto todavía tiene que aparecer cuando llegue el tiempo de la séptima Raza.
( PM 66. ) Toda la Raza humana nació en esta tierra sin interesar dónde sea conducida después de nacer. El clima es descripto como el de una primavera exquisita.
La próxima etapa del proceso es des cripta así en el Libro de la Sabiduría ("Book of Wisdom"): La Orden emanó: "Los grandes Chohans llamaron a los Señores de la Luna, de los cuerpos aéreos: 'Dad a luz a los hombres, hombres de vuestra naturaleza; Dadles sus formas interiores. Ella construirá coberturas exteriores. Serán Machos-Hembras. Señores de la Llama tambíén' . . .Cada uno     se dirigió a su tierra asignada; siete de ellos, cada uno en su lote. . . Los Siete Anfitriones, los Señores Nacidos-de-la-Voluntad, impulsados por el Espíritu Dador-de-Vida, separad a los hombres de ellos, cada uno en su propia zona. Siete veces siete sombras de hombres futuros nacieron, cada uno de su propio color y género, cada uno inferior a su Padre. Los Padres, los sin huesos, no pudieron dar vida a seres con huesos. Su progenie fueron Bhúta, sin forma ni mente. Por ello se les llama los chháya."
(PM 67.) El significado de esto es que los Señores de la Luna, los Barhishad Pitris, al descender en la Tierra Imperecedera, separan de sus propios cuerpos etéricos un chháya, o sombra, una semilla de vida, que contiene dentro de sí las potencialidades evolutivas en forma humana.
( IL II 360. ) Mediante un esfuerzo volitivo   duplican sus propios cuerpos etéricos, materializando, de hecho, un doble etérico adicional, tornándolo permanente y luego saliendo de él.
( IL II 329. PM 67 -68. SAL 20. ) Las formas son enormes, filamentosas, asexuadas, carentes de bhútas, flotando en la densa atmósfera y en los mares hirvientes. Nos parecerían fantasmas gigantescos. Oscilan y se amontonan como enormes, indefinidas, protísticas, en la materia etérica, con perfiles variables, que contienen las semillas de todas las formas, reunidas por los Barhishads durante las evoluciones precedentes, de un color cuasi-lunar, blanco-amarillo de matices mutables.
Dentro de la clase de Barhishads que emprendieron esta labor había siete subclases distintas y cada subclase puebla uno de los siete promontorios antes mencionados.
Además, cada una de las siete subclases, que representan los siete grados de la evolución, contenía miembros de cada uno de los siete tipos, o "rayos"; de ahí la frase "siete veces siete" en el pasaje citado.
Las 49 variedades así procuradas, proporcionaron a las entidades venideras los vehículos apropiados, adecuados a sus diversas etapas de crecimiento y tipo.
Estas formas protísticas fluyeron de los cuerpos etéricos de los Barhishads, tal como se ve que el doble etérico mana del costado de un médium (vide "The Etheric Double", pág. 89) , y formaron los cuerpos de la primera Raza humana.
( PM 69- 70:36. ) Las formas mismas no eran humanas pero en ellas ingresaron entidades que evolucionaron como seres humanos.
Estas formas enormes, como se dijo, se amontonaban, insensibles y pasivas. La consciencia de las entidades que llegaban, al estar en el nivel átmico, apenas podía afectar muy levemente a los torpes cuerpos. Estos revelaban solo vagamente el sentido del oído, y una oscura consciencia del fuego.
Las Mónadas se cobijaron en las formas, sus Rayos las calentaron, poniéndolas en actividad, y las modelaron en órganos de comunicación con el mundo exterior. De ahí que, debido a la elevada consciencia que entró en contacto con ellas a veces se las mencione como la Raza de los Dioses; asimismo como hijos del Yoga puesto que los Barhishads proyectaron sus chháyas al sumirse en meditación yóguica. También se las llamó autonacidas porque no nacían de padres humanos. Son el segundo Adán de las escrituras judías.
Tras proyectar sus chháyas, los Barhishads las animaron con su propia energía, las galvanizaron, por así decirlo, en la actividad. El mismo Sol ayudó enviándoles su fuego vivificante en respuesta al pedido de auxilio del Gobernante de los espíritus de la naturaleza. (Quizá suponemos que esto signifique que absorbieron el prana, o la vitalidad, del sol) Estos tres -los Barhishads, el Sol y los espíritus de la naturaleza-
"produjeron, con sus esfuerzos conjuntos, un buen rupa (forma). Este podía estar de pie, caminar, correr, reclinarse o volar. (A.E.P.) Empero todavía no era sino un chháya, una sombra sin sentido". (La Doctrina Secreta, II, 18. )
( PM 70. ) El planeta que gobernaba sobre la primera Raza era el Sol, o más bien Urano, el planeta místico, que él representa.
La multiplicación de estos seres era mediante fisión o brote, únicos métodos posibles de reproducción para ellos, como ocurre incluso hoy en día con los protistas, su semejanza física más cercana. Se expandían en tamaño, y luego se dividían, al principio en dos mitades iguales, y en etapas posteriores en porciones desiguales, haciendo brotar así una progenie más pequeña que ellos, progenie que crecía a su vez y nuevamente hacía brotar su retoño.
En esta Raza no puede hablarse de subrazas definidas, aunque había siete etapas de crecimiento, o etapas evolutivas.
Tampoco mueren: "Ni el fuego ni el agua podría destruirlos" (La Doctrina Secreta, II, 18) ; de hecho, el fuego era su elemento, y eran inconscientes respecto del agua.
(PM 36.) Ya mencionamos que estaban desarrollando el sentido del oído.



Capítulo XXXII

LA TIERRA: LA SEGUNDA RAZA-RAIZ

( PM 71. ) Durante las edades de extensión desconocida a través de las cuales vivió la primera Raza, la tierra se afirmaba en condiciones más tranquilas, y los cataclismos eran locales, dejando de ser generales.
Lentamente apareció más tierra sobre la superficie del desierto acuoso, se extendió desde los promontorios del primer continente, y formó una vasta herradura, el segundo continente, llamado el Hiperbóreo, o Plaksha.
Ocupaba la región ahora llamada Asia del Norte, uniendo Groenlandia y Kamschatka, y estaba unida al Sur por el gran mar que se extendía donde ahora el desierto de Gobi expande sus arenosos yermos.
Spitzbergen formaba parte de esa región, junto con Suecia y Noruega, y se extendía hacia el Sudoeste sobre las Islas Británicas. Entonces la Bahía de Baffin era tierra, que incluía las islas ahora allí existentes.
El clima era tropical y la vegetación ricamente exuberante, revestida de soleadas planicies. No debemos conectar con el nombre Hiperbóreo las asociaciones que ahora se le acoplan, pues era una tierra placentera, llena de vitalidad exuberante. El nombre Hiperbóreo asumió sus tétricas asociaciones en tiempos posteriores, cuando la tierra fue barrida en cuanto a sus habitantes por un cambio de clima, y disuelta por muchos cataclismos.
( SAL 16. ) Algunas antiquísimas regiones conocidas de la tierra son restos del continente Hiperbóreo: estas son Groenlandía, Islandia, Spitzbergen, los sectores más norteños de Noruega y Suecía, y el cabo en el extremo Norte de Siberia.
(PM 70-71.) Cuando el tiempo estuvo maduro para la aparición de la segunda Raza, los espíritus de la naturaleza construyeron, en torno a los chháyas, partículas más densas de materia, formando una especie de concha más rígida en el exterior, y "lo externo de la primera Raza se convirtió en lo interno de la segunda" ( La Doctrina Secreta, II, 18).
Así, la primera Raza imperceptiblemente se desvaneció, fundió y convirtió en la segunda, y el chháya, que era todo el cuerpo de la primera, se convirtió en el doble etérico de la segunda.
( PM 72. ) La segunda Raza muestra dos tipos marcados, que responden ligeramente a la consciencia búddhica. Esta revela la dualidad, que es característica de esa consciencia, que surge en sus cambios físicos, como en sus dos sentidos de oído y tacto, pues el sentido del tacto se sumó al sentido del oído de la primera Raza.
(PM 36-37:72.) Cuando la Mónada entró en la segunda Raza, sumó a la consciencia de su plano físico el sentido del tacto, y empezó a responder al impacto del agua y del aire, igual que del fuego.
De las formas indescriptas que representaban a la humanidad salieron sonidos débiles, como de cántico, sonidos abiertos, como vocales, inarticulados, que indicaban desvaídamente la agitación emotiva emanada de resortes ocultos.
Esa consciencia, tal como existía, pertenecía más bien a lo de arriba que a lo de abajo. Había un goce vagamente sosegado, que surgía del interior, pero un escaso sentido del goce o del dolor, estimulado desde afuera. Se trataba de la consciencia monádica, despierta en los planos superiores pero no en los inferiores, y las formas sólo eran levemente responsívas, aunque insensibles, aunque más responsivas que las de la
primera Raza.
( PM 72. ) Esta raza se llamó Kimpurushas, hijos del Sol y de la Luna, “del Padre amarillo y la Madre blanca” ( La Doctrina Secreta, II, 19) , y por ende del fuego y del agua; y nació bajo el planeta Brihaspati o Júpiter.
Su color era amarillo dorado, que a veces casi refulgía con matices anaranjados, a veces con tonalidades limón más pálido, y estas formas de tonos fulgurantes, filamentosas, a menudo de contornos arbóreos, algunas cercanas a los tipos animales, otras de perfiles semihumanos, de apariencia muy heterogénea, que fluctuaban, flotaban, se deslizaban, ascendían y gritábanse unas a otras con notas aflautadas a través de los espléndidos bosques tropicales, brillantemente verdes a la luz del sol, con helechos florecientes estrellados con brotes deslumbrantes en conjunto crean un cuadro de matices coruscantes, con el esplendor de la naturaleza en su juventud exuberante, rebosante de vida, movimiento, color, perfiles dibujados por la mano de un gigante, colores lanzados desde una paleta desbordante.
( PM 73- 74. ) De los dos tipos mencionados, el primero no evidenciaba vestigios de sexo; se multiplicaba por expansión y brote como la primera Raza.
Cuando las formas se endurecieron más, se cubrieron con una concha más gruesa de partículas terrestres; entonces esta forma de reproducción se tornó imposible y los pequeños cuerpos fueron expulsados de aquéllas, figuradamente llamadas “gotas de sudor”, puesto que manaban como el sudor de la piel humana, viscoso, opalescente; gradualmente se endurecían, crecían y asumían formas diversas.   
Hay muchos rastros de este tipo de reproducción en los relatos puránicos, donde se afirma que todas las razas nacieron de los poros de la piel de sus antepasados.
En el curso del tiempo empezaron a aparecer leves señales de sexualidad en estos "nacidos del sudor" de la segunda Raza, y mostraban dentro de sí anuncios de los dos sexos, y de ahí que se los mencione como andróginos.
El estudio de los reinos inferiores revela hoy en día todas estas etapas que todavía persisten, y comprendemos como los espíritus de la naturaleza siguieron adelante con un solo plan, modificado interminablemente en los detalles pero siempre el mismo en los principios.
De los gérmenes expelidos por estos “hombres” de la segunda Raza se desarrolló gradualmente el reino de los mamíferos en toda su inmensa variedad de formas.
Los animales debajo de los mamíferos fueron formados por los espíritus de la naturaleza de los tipos elaborados en la tercera ronda, a veces ayudados por las emanaciones humanas.
(MW 96.) Se recordará que, en su conjunto, la segunda Raza era una recapitulación de la segunda ronda, y que las formas de la segunda ronda eran las conocidas como "bolsas de budín". También la segunda Raza-Raíu tenía esta curiosa apariencia amorfa de bolsa de budín.
( IL II 329. MW 94.) Las Razas-Raíces primera y segunda evolucionaron en la Tierra antes que Marte quedase desierto; en estas condiciones primitivas de la Tierra quedaban disponibles algunas entidades para las que Marte, en sus etapas posteriores, era demasiado avanzado para acomodarlas.
Dentro de estas Razas, los Barhishads del Globo D de la Cadena Lunar introdujeron una cantidad de entidades atrasadas que sirvieron de mentores a los rezagados; muchos rezagados retribuyeron el especial cuidado que se les dispensara, y después ingresaron en la primera subraza de la tercera Raza-Raíz, como su tipo más bajo. Se les conoció como cabezas ovoides; llegaremos a ellos nuevamente cuando tratemos sobre la tercera Raza-Raíz, en el próximo capítulo.
( MW 95. ) Durante las Razas-Raíces primera y segunda la población de la Tierra era muy limitada, y el auxilio especial, antes mencionado, parece haberse dado para posibilitar que la mayor parte posible de los animales fuese impulsado de modo tal que pudiese convertirse en humana antes que "se cerrase la puerta" en la mitad de la cuarta
Raza-Raíz.
Además, se hizo todo lo posible para hacer adelantar a todos aquellos por los que se podía realizar algo, antes de la llegada de los Señores de Venus en la mitad de la tercera Raza-Raíz.







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