Temas extraídos del libro
“El cuerpo mental” de Arthur Powell
TEMAS TRATADOS
(del capítulo I al V del libro):
1- Descripción
general
2- Esencia
elemental mental
3- Composición
y estructura
4- Funciones
5- Ejemplos
típicos
INTRODUCCIÓN
Este libro es el tercero de la serie que trata de
los cuerpos del Hombre, los precedentes son: El Doble Etérico y El Cuerpo
Astral. En la preparación de los tres, se ha seguido el mismo método. Hemos
consultado unos cuarenta volúmenes; la mayoría debidos a las plumas de la
doctora Annie Besant y del Obispo Leadbeater, reconocidos hoy como autoridades,
por excelencia, en cuanto atañe a la Sabiduría Antigua, en su presentación como
Teosofía moderna. Hemos buscado, con la máxima minuciosidad, todos los datos relacionados
con el Cuerpo Mental, al objeto de presentarlos al estudiante, debidamente
clasificados y ordenados y en forma coherente y consecutiva.
En esta serie no se ha intentado demostrar, ni
siquiera justificar, las afirmaciones hechas, puesto que la evidencia y la
razonabilidad surgen de las mismas. La buena fe de estos veteranos
investigadores e instructores es indiscutible, por lo cual se presentan aquí
los resultados de sus investigaciones y enseñanzas, sin evasivas ni reservas de
especie alguna; en lo posible, en sus mismas palabras, modificadas y
condensadas, únicamente, cuando ha sido necesario para ajustarnos a las
exigencias de una presentación ordenada y lógica del tema.
Las pruebas son cuestión aparte enteramente; además,
de muy vasta, proyecciones. Si intentáramos discutir o probar las afirmaciones
hechas, frustraríamos el objeto principal de. estos libros, el cual no es otro
que poner ante los estudiantes serio, una síntesis condensada, dentro de
límites razonables, de las enseñanzas de la mencionada procedencia con respecto
a los cuerpos del hombre, y a los planos y mundos a los cuales tales cuerpos
corresponden. Quienes deseen pruebas tendrán que buscarlas en otras fuentes.
El hecho que, después de unos dos años y medio de
intenso estudio de los escritos de los dos autores nombrados, no se hayan
encontrado discrepancias ni contradicciones, aparte de dos o tres de nimia
importancia, constituye un sorprendente testimonio de la exactitud, en detalle,
de los investigadores, y de la coherencia del sistema teosófico.
Como ya hemos dicho, la mayor parte del material
ofrecido en este libro se ha tomado de los escritos de la doctora Besant y del
Obispo Leadbeater. No se han incluido las obras de H. P. Blavatsky en la lista
de los autores citados. Buscar en La Doctrina Secreta lo concerniente al Cuerpo
y al Plano .Mental hubiera sido una tarea francamente fuera del poder del
compilador; además, con toda probabilidad, hubiera resultado
un libro demasiado abstracto para la clase de
estudiantes a quienes esta serie de libros está destinada. La deuda que tenemos
con la Sra. Blavatsky es mayor de lo que pudieran indicar las citas que
incluyéramos, tomadas de obra tan monumental. Basta decir que ella abrió el
camino, sin lo cual los investigadores posteriores no habrían encontrado la
senda: mucho menos marcarla para que otros la sigan con relativa facilidad y
seguridad.
A. E. P.
CAPÍTULO I
DESCRIPCION
GENERAL
Antes de entrar a describir, en detalle, el cuerpo
mental, las funciones del mismo y la parte que desempeña en la vida y en la
evolución del hombre, es conveniente que demos un delineamiento general de la
extensión de nuestro estudio.
En primer lugar tendremos que considerar al Cuerpo
Mental como vehículo, por medio del cual el Yo Superior se manifiesta como
intelecto concreto, en el cual se desenvuelven los poderes de la mente, incluso
la memoria y la imaginación, y el cual, en etapas sucesivas de la evolución del
hombre, sirve a éste como vehículo separado y distinto de conciencia, por cuyo
medio puede vivir y actuar completamente independiente, tanto de su cuerpo
físico como del astral.
Para empezar, el estudiante ha de darse clara cuenta
de que, en la psicología ocultista, las dotes mentales del hombre se dividen en
dos aspectos distintos: 1) El cuerpo mental que trata de lo particular; de lo
que se llama pensamiento concreto; por ejemplo, un determinado libro, una casa,
un triángulo, etc. 2) El cuerpo causal, que trata de principios, de ideas
abstractas; por ejemplo, libros y casas en general, los principios de
triangulación, comunes a todos los triángulos. De manera que el Cuerpo Mental
trata de Rupa, o formas de pensamiento, y el Cuerpo Causal de Arupa, o
pensamientos sin forma. Podemos tomar la analogía de las matemáticas; la
Aritmética, que trata de los números en particular, viene a corresponder al
aspecto inferior o de forma de la mente; Algebra trata de los símbolos
representativos de los números en general, y corresponde al aspecto superior, o
sin forma, de la mente. Los términos forma y sin forma se emplean,
naturalmente, no en sentido absoluto, sino relativo.
Así, una nube o una llama, aunque tienen forma, son
sin forma, comparadas, digamos, con una casa o a un trozo de leña.
Luego, nos ocuparemos de esa extraña,
semi-inteligente o intensamente activa, substancia vital conocida como Esencia
Elemental Mental y del papel que desempeña al ayudar al hombre a pensar. A
continuación, dirigiremos nuestra atención a la estructura y composición del
cuerpo mental; a lo que seguirá la descripción de cuerpos mentales típicos de
personas en varios grados de desenvolvimiento.
Una destacada característica de nuestro estudio será
el examen de Kama-Manas, o sea, la asociación o entrelace de Deseo y
Pensamiento, en términos que quizás permitirían escribir una historia, tanto de
la raza humana en conjunto, como de cada hombre individualmente. Es de hecho
tan íntimo este entrelace que, algunas escuelas de pensamiento llegan a
clasificar los cuerpos astral y mental del hombre como un solo vehículo de
conciencia, como lo son, ciertamente, para fines prácticos, en la gran mayoría
del género humano.
Se ha de describir la doble acción del pensamiento
en su propio mundo, a saber: la irradiación de ondas mentales, y la formación
y, en muchos casos, la proyección de formas de pensamiento en el espacio. Los
efectos producidos por estas dos clases de fenómenos sobre sus creadores y
sobre otro hombres, tendremos que examinarlos al tratar de la Transferencia del
pensamiento; la cual, por conveniencia, la consideraremos como Inconsciente y
como Consciente, incluyendo en la segunda división la Curación Mental, de la
cual daremos un breve delineamiento.
Será, también, necesario considerar la influencia
del cuerpo físico y, de hecho, del medio ambiente físico en general, ejercida sobre
el cuerpo mental y sobre la actuación del mismo; igualmente habremos de
examinar la influencia del cuerpo mental sobre el físico y sobre otros objetos
físicos.
A continuación trataremos de manera similar, del
cuerpo astral, o sea, de cómo afecta al cuerpo mental y cómo éste, a su vez,
afecta al astral.
Volveremos luego al cuerpo mental mismo, exponiendo
cómo funciona; cómo se puede desarrollar y cultivar las facultades del mismo,
tanto al actuar por medio del cerebro físico, como cuando funciona por su
propia cuenta como vehículo independiente de conciencia.
Esto, naturalmente, nos llevará a tratar del
entrenamiento más deliberado del cuerpo mental, abarcando la Concentración,
factor indispensable de una vida mental efectiva; la Meditación, y finalmente,
la Contemplación, que conduce a la conciencia mística.
Trataremos brevemente del empleo del cuerpo mental
durante el sueño; a lo que añadiremos una breve descripción del cuerpo mental
temporario conocido como Mayavi Rupa.
La vida después de la muerte física y astral, es
decir, en el plano mental mismo, ocupará luego nuestra atención. Este punto
tendremos que tratarlo con alguna extensión; por cuanto tenemos que estudiar
los principios generales subyacentes en el curso de la vida mental y en muchos
de sus detalles. Además, tendremos que analizar ejemplos típicos de la vida en
cada uno de los cuatro subplanos inferiores del mental, a los que los teósofos
llaman Devachán, y los Cristianos Cielo.
Al llegar a este punto estaremos en condiciones de
comprender la realidad y las posibilidades del plano mental, considerado como
un mundo en sí mismo; por tanto, podremos estudiarlo como tal, examinando las
condiciones de vida allí y el carácter general de los fenómenos del mismo.
Entre estos fenómenos, encontraremos los Centros
Mentales, los cuales constituyen una interesante e importante característica.
De éstos pasaremos a los Anales Akásicos, la maravillosa e infalible Memoria de
la Naturaleza, en la cual todo es recordado y registrado, de manera que pueden
leerlos cuantos posean las cualidades requeridas.
Dedicaremos luego, un capítulo a los moradores del
Plano Mental; después, al abandonar el hombre el plano mental inferior, al
morir su cuerpo mental, le seguiremos lo suficiente como para percibir un
vislumbre de la vida más amplia y; plena en el mental superior, o plano causal.
Habiendo, así, trazado el peregrinaje del hombre a
través de la muerte física, su curso en el plano astral, siguiéndolo, en este
volumen, hasta el umbral de su verdadero hogar, el plano causal, o mundo mental
superior, tendremos alguna idea de la relación entre el hombre, envuelto en sus
vehículos inferiores, los de la personalidad. Esta parte de nuestro estudio
será objeto de un capítulo sobre la Personalidad y el Ego.
Luego, reanudaremos la historia, en el punto en que
el hombre deja su "hogar" para renacer en los mundos inferiores.
Finalmente, dedicaremos un capítulo a la vida del
hombre que ha alcanzado el estado en que es digno de ser aceptado como Chela o
Discípulo por los Maestros de la Sabiduría; quienes, como Hermanos Mayores de
la humanidad, sirven a Sus hermanos más jóvenes con tanta Sabiduría, tan
incansable paciencia y tan perseverante e infinito Amor. Porque hoy está al
alcance de muchos hombres, dispuestos a dedicarse a la tarea de hacerse digno
de ella, la instrucción de Aquellos, para que les ayuden, aunque sea en
limitada medida, en Su trabajo en servicio del mundo. Es ahora posible dar, más
o menos explícitamente, las condiciones a llenar para que se les conceda un tan
inestimable privilegio.
CAPÍTULO II
ESENCIA ELEMENTAL
MENTAL
Antes de que podamos estudiar
con fruto el Cuerpo Mental, ya sea en cuanto a la constitución, o estructura, o
en relación con los métodos de actuación del mismo, es necesario describir
(aunque en delineamiento general únicamente) lo que se conoce como Esencia
Elemental Mental.
El estudiante recordará que, después de la formación
de los estados atómicos de materia, en cada uno de los planos de la naturaleza,
el Tercer Aspecto de la Trinidad (el Espíritu Santo, el Dador de Vida, en
términos cristianos), se sumerge en el mar de materia virgen (la verdadera
Virgen María) y, en virtud de Su vitalidad, despierta en la materia atómica
nuevos poderes y posibilidades; esto da por resultado la formación de las
subdivisiones inferiores de cada plano.
A la materia así vivificada, desciende la Segunda
Gran Emanación de Vida Divina. Es decir que, según los términos cristianos, el
Hijo encarna, por obra y gracia del Espíritu Santo, en la Virgen María.
Esta emanación de Vida Divina, recibe diversos
nombres, en las diferentes etapas de Su descenso. Considerada en conjunto, se
la llama Esencia Monádica, especialmente cuando está envuelta, únicamente, en
materia atómica de los diferentes planos; por cuanto, en tal condición, es
adecuada para suministrar átomos permanentes a las Mónadas.
Cuando anima materia no atómica, o sea, molecular,
se la llama Esencia Elemental, nombre tomado de los ocultistas medievales.
Estos lo aplicaron a la materia de la cual estaban formados los cuerpos de los
espíritus de la naturaleza, a los cuales llamaron Elementales.
Cuando, en su curso
descendente, tal Esencia anima la materia de los tres subplanos superiores del
plano mental, se la conoce como Primer Reino Elemental. Después de desarrollar,
durante una Cadena completa, dicha evolución, desciende a los cuatro subplanos
inferiores del plano mental, y anima en estos al Segundo Reino Elemental,
durante otra cadena.
En este grado, se la denomina también Esencia
Elemental Mental.
Durante la siguiente Cadena permanece en el plano
astral y entonces es conocida como Tercer Reino Elemental, o Escuela Elemental
Astral.
(Una Cadena es el período de tiempo durante el cual
la Oleada de Vida recorre siete veces los siete globos de una Cadena. De manera
que hay cuarenta y nueve globos, o períodos mundanos en cada Cadena) (1)
Cada uno de esos tres Reinos Elementales es un reino
de la naturaleza, tan variados en manifestación de sus diferentes formas de
vida, como son los reinos vegetal y animal, con los cuales estamos más
familiarizados.
Además, hay, naturalmente, en cada reino los usuales
siete tipos o "Rayos", perfectamente distintos, de esencia, cada uno
de los cuales se divide en siete subtipos.
Tanto la Esencia Elemental Mental como la Astral
están vinculadas al hombre, a los cuerpos ya la evolución de éste, como veremos
más claramente a medida que avancemos en nuestro estudio del Cuerpo Mental.
Es importante tener en cuenta que, tanto en el plano
astral como en el mental, la Esencia Elemental es completamente diferente de la
mera materia de esos planos.
Otro punto de gran importancia es que la vida
animante, tanto de la materia mental como de la astral, se encuentra en el arco
descendente, o hacia afuera, de la evolución; el progreso para ella es, por
tanto, descender a formas de materia cada vez más densa y aprender a expresarse
por medio de las mismas.
Para el hombre, la evolución es justamente lo
opuesto; él ya se ha sumergido profundamente en la materia, y se está elevando
hacia su Fuente. De consiguiente, hay un constante conflicto de intereses entre
el hombre interno y la vida de la materia de sus diversos cuerpos. La plena
influencia de este importante hecho la vemos más claramente en los capítulos
que siguen, a medida que desarrollemos el tema.
CAPÍTULO III
COMPOSICION Y ESTRUCTURA
El Cuerpo Mental está formado
de partículas de las cuatro subdivisiones inferiores del plano mental; es
decir, de materia mental que corresponde con las cuatro subdivisiones de
materia astral, y con la materia sólida, líquida, gaseosa y etérica del plano
físico.
Los tres grados superiores de materia mental se
emplean para formar el Causal, o cuerpo Mental Superior, del cual no nos
ocuparemos ahora.
El Cuerpo Mental, además de la materia mental
ordinaria, contiene Esencia Elemental Mental, es decir, materia del Segundo
Reino Elemental.
El cuerpo físico, tal como lo conocemos, está
formado de células, cada una de las cuales es una diminuta vida separada,
animada por la segunda Emanación, la cual procede del Segundo Aspecto de la
Deidad.
Lo mismo ocurre con los cuerpos astral y mental. En
la vida celular, que las impregna, nada hay que se pueda llamar inteligencia;
pero hay un fuerte instinto, que las empuja hacia abajo a la materia, como
hemos visto en el capítulo precedente.
La forma del Cuerpo Mental es ovoide, ajustándose a
la porción ovoide del Cuerpo Causal, única características de éste que se puede
manifestar en los mundos inferiores. Sin embargo. la materia del Cuerpo Mental
no está distribuida parejamente en todo el ovoide. En medio de éste se
encuentra el cuerpo físico, que atrae fuertemente a la materia astral; ésta, a
su vez, atrae con fuerza a la materia mental. En consecuencia, la mayor parte
de la materia de los cuerpos astral y mental se acumula dentro del cuerpo
físico. De manera que, a la visión astral clarividente, el Cuerpo Mental
aparece como una densa neblina de la forma del físico, y rodeada de un ovoide
de neblina más fina. Por esta razón, una persona, en el plano mental, puede ser
reconocida tan instantáneamente como en el mundo físico.
La porción del cuerpo mental que sobresale de la
periferia del físico, forma el aura mental. Las dimensiones, tanto del cuerpo
astral como del físico, son las mismas del Cuerpo Causal en los planos
inferiores. De manera que, a diferencia del cuerpo físico, el cual ha
conservado substancialmente el mismo tamaño desde la época atlante, el cuerpo
mental crece a medida que el hombre evoluciona.
Las partículas del Cuerpo Mental están en movimiento
incesante. Además, cambian constantemente; pues, el Cuerpo Mental atrae a sí,
del depósito general, materia capaz de mantener las combinaciones ya existentes
en el mismo.
A pesar del movimiento intensamente rápido de las
partículas mentales entre sí, la organización del Cuerpo Mental es todavía algo
floja o suelta. Hay en el mismo ciertas estriaciones que lo dividen en
segmentos más o menos irregulares; cada uno de estos segmentos corresponde a
determinada sección del cerebro físico, de manera que cada clase de pensamiento
actúe a través de la debida porción. En el hombre ordinario, el
Cuerpo Mental está muy imperfectamente desarrollado;
al punto que, en muchos, no están todavía en actividad gran número de secciones
especiales; de manera que los pensamientos pertenecientes a tales porciones han
de fluir por algún canal inadecuado que esté abierto; en consecuencia, tales
pensamientos se expresan torpemente y de manera incomprensible.
Por esto, como veremos más adelante, algunas
personas tienen cabeza para las matemáticas, mientras otras son incapaces de
resolver el más simple problema de tal materia. Asimismo, algunas personas
comprenden, aprecian y gozan instintivamente, la música, mientras otras no
distinguen una nota de otra.
Los buenos pensamientos hacen vibrar la materia más
fina del cuerpo, la cual, en virtud de su gravedad específica, tiende a flotar
en la parte superior del ovoide; en cambio, los majos pensamientos, como los de
egoísmo y de avaricia, son siempre oscilaciones de materia más grosera, la cual
tiende a gravitar hacia la parte inferior del ovoide. En consecuencia, el
hombre corriente, quien, con frecuencia, cede a pensamientos egoístas de varias
clases, ordinariamente expande la parte inferior de su Cuerpo Mental y presenta
la apariencia de un huevo con su porción más abultada abajo.
El hombre que no entretiene tales pensamientos
inferiores, sino que se dedica a los más elevados, tiende a expandir la parte
más alta de su Cuerpo Mental; de consiguiente, presenta la apariencia de un
huevo parado sobre su extremo más estrecho. Tales apariencias son, sin embargo,
sólo temporarias; pues la tendencia es hacia la simetría del ovoide, la que se
restablece por grados.
Por el estudio de los colores y estrías del cuerpo
humano, el clarividente puede deducir el carácter y el progreso que ha hecho en
la vida presente. (De características similares del Cuerpo Causal, se puede
deducir el progreso alcanzado por el Ego desde su formación original, cuando el
hombre salió del reino animal.)
Los elementos constituyentes del Cuerpo Mental
serán, más o menos, refinados, según el grado de desenvolvimiento intelectual
alcanzado por el hombre. Es un objeto de gran belleza; la delicadeza y el
rápido movimiento de los partículas del mismo le dan el aspecto de luz viviente
o iridiscente; esta belleza se hace extraordinariamente radiante y encantadora,
a medida que el intelecto evoluciona más y más y se dedica principalmente a
temas puros y sublimes. Como veremos en detalle más adelante, cada pensamiento
produce vibraciones en el Cuerpo Mental, acompañadas de un juego de colores que
se asemeja al efecto de los rayos del sol al chocar en la pulverización de una
cascada; pero con colores muchísimo más vívidos y delicados.
Todo cuerpo mental posee una sola molécula o unidad,
llamada comúnmente Unidad Mental, del cuarto subplano mental, la cual perdura
en el hombre durante todas sus encarnaciones. Como veremos en el curso de
nuestro estudio, los materiales del cuerpo mental se dispersan y reúnen una y
otra vez, vida tras vida; pero la llamada Unidad Mental se mantiene como centro
estable durante todo el tiempo.
Podemos considerar a la unidad mencionada como el
centro y corazón del cuerpo mental; de la relativa actividad de las diferentes
partes de esa misma unidad depende, en gran parte, apariencia del cuerpo mental
en conjunto. Dicha Unidad Mental puede, naturalmente, pertenecer a cualquiera
de los siete grandes tipos o rayos de materia. Se ha de notar que
todos los átomos permanentes, lo mismo que la Unidad Mental de un hombre,
pertenecen al mismo "tipo" o "rayo". De manera que, la
unidad mental es la correspondencia" en el cuerpo mental, de los átomos
permanentes de los cuerpos causal, astral y etérico.
La función de los átomos permanentes y de la Unidad
Mental es conservar en sí mismos los resultados de todas las experiencias por
las cuales pasan los cuerpos respectivos.
Las actividades de la mente se agrupan en ciertas
clases o divisiones, las cuales se expresan por medio de diferentes partes de
la Unidad Mental.
No todas estas son iguales, en manera alguna; varían
grandemente, de acuerdo con el tipo y también con el desenvolvimiento de su
poseedor. Si la Unidad Mental dejara en reposo la fuerza que de ella irradia,
se formarían en el cuerpo mental una especie de embudos, de manera similar a
como la luz de una linterna de proyección forma un cono de luz entre ella y la
pantalla.
En este caso, la superficie del cuerpo mental se
asemejaría a una pantalla, porque únicamente en la superficie sería visible el
efecto, para quien observara el cuerpo mental desde afuera; de manera que, si
la Unidad Mental estuviera en reposo, aparecerían en la superficie de dicho
cuerpo varios cuadros en color, característicos de las diversas clases de
pensamientos comunes de la persona; probablemente, con espacios oscuros entre
ellos. Pero la Unidad Mental, como todas las demás combinaciones químicas, gira
rápidamente sobre su eje, cuyo efecto, en el cuerpo mental, es la formación de
una serie de franjas, no siempre claramente definidas, ni siempre de igual
anchura; no obstante, fácilmente distinguibles y corrientemente en la misma
posición relativa.
El estudiante está probablemente familiarizado con
los colores y el significado de los mismos; pues fueron dados en el volumen El Cuerpo Astral, de esta serie, por lo
que no los repetiremos aquí.
Todo pensamiento de aspiración,
cuando existe, aparece en la parte más alta del ovoide, como un bello y pequeño
círculo de color violeta. Al acercarse el aspirante al portal del Sendero, este
círculo alimenta en tamaño y en brillantez; en el iniciado, es una especie de caperuza
resplandeciente del color más atrayente imaginable. Bajo el mismo aparece a
menudo el anillo azul del pensamiento devocional, corrientemente algo estrecho,
salvo en los pocos casos en que la religiosidad es genuina y profundamente
sentida. Debajo de este anillo, quizás, haya una zona más ancha de pensamientos
afectuosos, la cual será de color carmesí o rosa, según la clase de afecto que
indique.
Cerca de la zona de los afectos, frecuentemente
conectada con la misma, se encuentra una franja de color naranja, la cual
expresa pensamiento de orgullo y ambición.
A continuación, y en íntima relación con el orgullo,
viene la franja amarilla del intelecto, dividida comúnmente en dos, denotando
respectivamente pensamientos filosóficos y científicos. El lugar de este color
amarillo varía mucho en hombres diferentes; algunas veces llena la entera parte
superior del ovoide, por encima de la devoción y de los afectos; en cuyo caso
el orgullo es generalmente excesivo.
Debajo del grupo de colores, que acabamos de describir,
y ocupando la sección media del ovoide, se encuentra una ancha banda dedicada a
formas concretas; es la parte del cuerpo mental de la cual proceden todas las
formas ordinarias de pensamiento. (2)
El color principal en esta parte es el verde, sombreado
a menudo por el marrón o el amarillo, de acuerdo con la disposición de la
persona.
Ninguna otra parte del Cuerpo Mental varía más que
la que acabamos de describir. Algunas personas tienen su Cuerpo Mental
sobrecargado de un inmenso número de imágenes concretas; en cambio, otras
tienen muy pocas. En algunas, son precisas y bien delineadas; en otras,
aparecen vagas y confusas en grado extremo; en ciertas personas, tales imágenes
están clasificadas, marcadas y dispuestas de la manera más ordenada; en cambio,
en otras, no hay orden alguno y aparecen en gran confusión en la parte inferior
del ovoide, aparecen las franjas que expresan toda clase de pensamientos
indeseables. Son una especie de precipitado barroso de egoísmo, que abarca un
tercio, y a veces, la mitad del cuerpo mental en su parte inferior; a veces con
un anillo que expresa odio, marullería o temor. Naturalmente, a medida que el
hombre progresa, esta porción inferior se desvanece, y la parte superior se
expande gradualmente hasta que abarca todo el cuerpo. (3)
La regla general es que cuanto más fuerte sea el
pensamiento, más amplia es la vibración; cuanto más espiritual y desinteresado
sea el pensamiento, más alta o más rápida es la vibración. La fuerza del
pensamiento produce brillantez, la espiritualidad produce delicadeza de color.
En un capítulo posterior, describiremos algunos
cuerpos mentales típicos, e indicaremos cómo se manifiestan otras varias
cualidades mentales.
CAPÍTULO IV
FUNCIONES
El cuerpo mental es el vehículo
por medio del cual el Yo Superior se manifiesta y expresa como intelecto. La
mente es el reflejo del aspecto cognoscitivo del Yo Superior como Conocedor; es
el Yo Superior actuando en el cuerpo mental. La mayoría de las personas son
incapaces de separar al hombre de la mente; en consecuencia, para ellos, el Yo
Superior que buscan es la mente. Esto es tanto más natural, cuanto que, en la
presente etapa de la evolución, los hombres de la Quinta Raza están trabajando
especialmente en el desenvolvimiento del cuerpo mental.
El cuerpo físico fue vivificado, en el pasado, como
vehículos de conciencia; el cuerpo astral está también vivificado, al menos,
parcialmente, en la mayoría de los humanos; la vivificación del cuerpo mental
es la obra a la cual la humanidad debiera ahora dedicarse más especialmente.
El desenvolvimiento del cuerpo astral, cuya función
es expresar kama, o emoción y deseo, fue la obra especial de la Cuarta
Raza-Raíz, la atlante; asimismo, es el trabajo especial de la Cuarta Subraza de
la Quinta Raza-Raíz, la Celta.
Como se dijo antes, la cualidad, que la Quinta
Raza-Raíz, lo mismo que la Quinta Subraza, tienen la misión especial de
realizar es el desarrollo de manas, o mente; la clase de intelecto que
discrimina y nota las diferencias entre las cosas.
En el estado actual de desenvolvimiento a medias, la
mayoría de los hombres buscan las diferencias desde su propio punto de vista,
no tanto para comprenderlas, cuanto para resistirlas, hasta para oponerse a
ellas violentamente. No obstante, cuando la facultad esté desarrollada a la
perfección, las diferencias se observarán con calma, con el único fin de
comprenderlas y juzgar cuales son las mejores.
Podríamos agregar que, en el estado actual de
desenvolvimiento de la Quinta Subraza, la debilidad de los demás es campo de
explotación, de esclavitud; algo que pisotear, para encumbrarse sobre ello, en
lugar de ayudar a que se valga por sí mismo. No obstante, por desagradable que
sea en sus primeras etapas, este desenvolvimiento mental es básico y esencial,
porque el verdadero espíritu crítico es necesario para que haya progreso real.
El estado de desenvolvimiento de la mente y de las
emociones de la raza humana de la presente época, requiere algunas
explicaciones más. La presente, o Cuarta Ronda, tiene como principal función el
desenvolvimiento del deseo, o emoción; la Quinta Ronda está destinada a
desarrollar el intelecto. Sin embargo, en virtud del estímulo dado por los
Señores de la Llama, el intelecto está ya considerablemente desarrollado,
habiéndose adelantado una Ronda completa al programa normal. Por lo demás, se
ha de tener en cuenta que el intelecto, del cual el hombre se siente tan
envanecido, es infinitesimal, comparado Con el que poseerá el hombre medio al
culminar la Quinta Ronda que sigue.
Los Señores de la Llama, vinieron a esta tierra
desde Venus, durante la Tercera Raza-Raíz, e inmediatamente se hicieron cargo
de nuestra evolución. El Jefe de los mismos es llamado en los libros hindúes,
Sanat Kumara; con éste vinieron tres Lugartenientes y unos veinticinco Adeptos
como auxiliares. Unos cien seres humanos ordinarios fueron traídos de Venus,
los cuales se mezclaron con la humanidad ordinaria de la Tierra.
Estos son los Grandes Seres de Quienes dice La Doctrina Secreta que implantaron la
chispa en los hombres sin mente y despertaron en estos el intelecto. La acción
de Aquellos fue realmente un estímulo magnético, cuya influencia atrajo a la
humanidad hacia ellos, lo cual permitió a los hombres desarrollar la chispa latente
y devenir individualizados.
Volviendo a nuestro tema, se ha de tener siempre
presente, que no obstante ser necesario, para el análisis y el estudio, separar
al hombre de los vehículos que utiliza, el Yo Superior es uno, por muy diversas
que sean las formas en que se manifiesta. La conciencia es una unidad; las
divisiones que hacemos en ella son para fines de estudio, o son ilusiones
debidas a que nuestro poder de percepción es limitado por los órganos por medio
de los cuales este poder actúa en los mandos inferiores.
El Yo Superior tiene tres aspectos, poder de
conocer, poder de voluntad, poder de dar energía; de estos surge diversidad de
pensamientos, de deseos y de acciones. No obstante, el entero Yo Superior
conoce, quiere y actúa. Tampoco estas funciones están completamente separadas;
cuando conoce, actúa y quiere; cuando actúa, también conoce y quiere; cuando
quiere, también conoce y actúa. Una función predomina, a veces, en tal medida
que encubre enteramente a las otras; pero hasta en la concentración más intensa
de conocer -la más separada de las tres- hay siempre una energía latente y una
voluntad latente, discernible como presente por el análisis cuidadoso.
Una explicación un poco más amplia ayudará a
comprender. Cuando el Yo Superior está en quietud, se manifiesta el aspecto
Conocimiento, capaz de asumir la semejanza de cualquier objeto presentado (como
veremos más adelante). Cuando el Yo Superior está concentrado, con intención de
cambiar de estado, aparece el aspecto Voluntad. Cuando el Yo Superior, en
presencia de un objeto, emite energía, para establecer contacto con el objeto,
se manifiesta el aspecto Acción. Se ve, pues, que estos tres aspectos no son
divisiones separadas del Yo Superior; no son tres cosas unidas en una o
combinadas, sino un todo indivisible, manifestándose de tres maneras.
Desde el punto de vista del Yoga Oriental, “mente”,
es sencillamente la conciencia individualizada -la entera conciencia, incluso
las actividades-.
Yoga describe la conciencia de este modo: 1)
Apercibirse de los objetos; el aspecto inteligencia, la nota dominante del
plano mental; 2) Deseo de conseguir los objetos; el aspecto deseo, nota
dominante del plano astral; 3) Esfuerzo para conseguir los objetos; el aspecto
actividad, la nota dominante del plano físico. En el plano búdico conocimiento
como razón pura, predomina.. Cada uno de estos aspectos está presente en todo
momento; pero uno predomina unas veces; y otro, otras veces.
Volviendo ahora a un examen más detallado de la
mente, vemos que el pensamiento
abstracto es una función del Yo Superior, expresándose por medio del mental
superior, o cuerpo causal; el pensar concreto (como se dijo antes) es realizado
por el Yo Superior en el cuerpo mental inferior, según se lo llama a veces. El
mecanismo del pensamiento concreto lo estudiaremos enseguida.
La memoria y la imaginación empiezan también en el
cuerpo mental.
El germen de la memoria está en Tamas, o inercia de
la materia, la cual es la tendencia a repetir las vibraciones, una vez
iniciadas, al impulso de la energía.
El cuerpo mental es, así, el vehículo del Ego, el
Pensador real quien reside en el cuerpo causal. Pero, aunque el cuerpo mental
está destinado a ser, con el tiempo, el vehículo de !a conciencia en el plano
mental inferior, también actúa sobre y por medio de los cuerpos astral y físico
en todas las manifestaciones que corrientemente se llaman la “mente”, en la
conciencia ordinaria de vigilia.
El proceso, en detalle, es como sigue: El acto de
pensar concreto pone en vibración al cuerpo mental. Esta vibración se
transfiere a una octava inferior; por así decirlo, a la materia más grosera del
cuerpo astral del pensador; desde éste afecta, a su vez, a las partículas
etéricas del cerebro, y por medio de
éstas, pone en acción la materia gris más densa del cuerpo físico. De manera
que, todos estos pasos sucesivos son necesarios para que un pensamiento se
traduzca en conciencia activa en el cerebro físico.
El sistema nervioso simpático está mayormente
vinculado al cuerpo astral; pero el sistema cerebro-espinal está más bajo la
influencia del Ego, actuando por mediación del cuerpo mental.
El proceso que se acaba de describir, se puede
elucidar algo más. Cada partícula del cerebro físico tiene su contraparte
astral. Si suponemos, para los fines de nuestro examen, al entero cerebro
físico extendido formando una capa de una partícula de grueso, podemos imaginar
la: correspondiente materia astral, lo mismo que la mental, extendidas de la
misma manera en capas superpuestas, la astral un poco más arriba que la física
y la mental encima de la astral.
Tendríamos así tres capas de materia de diferente
densidad, correspondiéndose una a la otra, pero no juntas en forma alguna,
salvo por alambres de comunicación, aquí y allá, entre las partículas físicas y
astrales, y entre éstas y las mentales. Esto representa bastante bien la
condición en el cerebro del hombre medio.
De consiguiente cuando un hombre con el cerebro en
tales condiciones quisiera enviar un pensamiento del mental al físico, el
pensamiento, debido a que muchos canales no están abiertos, tendrá que
desviarse, por así decirlo, lateralmente por el cerebro de materia mental,
hasta encontrar un conducto que puede no ser apropiado; luego, al llegar al
físico, tener que moverse lateralmente antes de encontrar las partículas
capaces de expresarlo.
Es claro que tal método es desmañado y torpe; pero
explica por qué algunas personas no comprenden las matemáticas, o no les gusta
la música, el arte, etc. La razón es que la porción del cerebro dedicada a esa
facultad particular no está abierta todavía.
En el Adepto, el hombre perfecto, cada partícula
posee su propio alambre o tubo; posee plena comunicación en todas las porciones
del cerebro. De manera que, cada pensamiento tiene su canal adecuado, por el
cual puede descender a la materia correspondiente del cerebro físico.
Si analizamos el proceso de la conciencia en líneas
generales, yendo desde el no-yo hacia dentro al Yo Superior, observamos
primeramente, contacto en el cuerpo físico desde el exterior; este contacto se
convierte en sensación en el cuerpo astral; la sensación se transforma en
percepción por el cuerpo mental; luego las percepciones se combinan en
conceptos; conservando así la forma ideal, la cual constituye el material que
hará posible pensamientos futuros.
Todo contacto con el no-yo modifica al cuerpo
mental, redistribuyendo una parte de la materia del mismo, en un cuadro o
imagen del objeto externo. Pensar, en su aspecto forma, es establecer
relaciones entre tales imágenes; en el aspecto vida consiste de modificaciones
correspondientes en el Conocedor mismo. Cuando el Pensador reforma las mismas
imágenes una y otra vez, añadiendo el factor tiempo, aparece la memoria y la
anticipación.
La conciencia, al trabajar así, recibe, además, luz
de arriba en forma de ideas no fabricadas con materiales suministrados por el
mundo físico, sino que son reflejadas en ella directamente de la Mente
Universal.
Cuando el hombre razona, añade algo propio a la
información recibida de afuera. A medida que su mente trabaja con los
materiales suministrados, enlaza las percepciones, mezclando las diversas
corrientes de sensación, combinándolas en una imagen. Este trabajo de
establecer relaciones, de sintetizar, es, en realidad, función peculiar del
Conocedor; es una especialidad de la mente.
Tal actividad del cuerpo mental actúa sobre el
astral, como se dijo antes; y éste, a su vez, actúa sobre el etérico y el
denso; con lo cual la materia nerviosa de este último vibra, entonces, bajo los
impulsos que se le envían. Esta acción se manifiesta en forma de descargas,
eléctricas y corrientes magnéticas que circulan entre las partículas,
produciendo intrincadas interrelaciones.
Estas corrientes abren lo que se llama un cauce
nervioso, por el cual otra corriente circulará con mayor facilidad que si la
cruzara, Por tanto, si las partículas afectadas por una vibración determinada
se ponen de nuevo en actividad al repetir la conciencia la misma idea, la
vibración sigue fácilmente por el cauce ya abierto, volviendo a despertar a la
actividad a otro grupo de partículas y presentando a la conciencia una idea
asociada.
Este es, en pocas palabras, el mecanismo de la
asociación de ideas, la importancia de lo cual es demasiado bien conocida por
todos los estudiantes de psicología; de manera que no es necesario que la
hagamos resaltar.
Se ha indicado antes que la función peculiar de la
mente es establecer relaciones entre objetos de conciencia. Esta frase abarca
toda la variedad de procesos mentales. Por eso los hindúes hablan de la mente
como sexto sentido; pues toma las sensaciones, que entran por los cinco
sentidos, y las combina en una sola percepción, haciendo de ellas una idea. Se
denomina también a la mente el “Rajah” de los sentidos.
De ahí, también, el significado dado al Sutra de que
los "vrittis, o modos de la mente,
son grupos de cinco”. La expresión grupos
de cinco se emplea en el mismo sentido en que el químico habla de valencia,
o poder de un elemento de formar combinaciones, Porque la mente es como un
prisma que recoge los cinco rayos diversos de sensación de los órganos de los
sentidos, o sea, las cinco avenidas de conocimiento, las Jñanendriyas, y las
combina en un rayo.
Si, además, tenemos en cuenta los cinco órganos de
acción, los Karmendriyas, lo mismo que los órganos de los cinco sentidos, los
Jñanendriyas, la mente viene a ser el undécimo sentido; por eso en el Bhagavad
Gita se habla de los “diez sentidos y del uno” (4).
Refiriéndonos, no a la mente como sexto o undécimo
“sentido” sino a los sentidos del cuerpo mental, encontramos que éstos difieren
de los del cuerpo físico. El cuerpo mental se pone en contacto con las cosas
del mundo mental, como si fuera directamente y en toda su superficie, de manera
que es consciente de todo cuanto cause una impresión sobre el mismo. De modo
que, no hay en él órganos distintos para ver, oír, tocar, gustar y oler. En
realidad, la palabra "sentidos" es inadecuada; es más exacto decir
“sentido”, mental.
Se ve claro, por tanto, que, como la comunicación
puede ser directa por medio de la transferencia del pensamiento, sin necesidad
de formular los pensamientos en palabras, la barrera del lenguaje no existe en
el plano mental, como ocurre en el plano astral.
Si un estudiante entrenado entra en el mundo mental
y allí se comunica con otro estudiante, su mente, “al hablar”, lo hace, a la
vez, por medio de color, de sonido y de forma, de manera que se transmite el
pensamiento entero como un cuadro coloreado y musical, en vez de sólo en
fragmentos, como ocurre en el plano físico, donde empleamos símbolos que llamamos
palabras.
Existen ciertos libros antiguos, escritos por
grandes Iniciados en lenguaje de color, el lenguaje de los Dioses. Tal lenguaje
es conocido por muchos chelas (pupilos de los Maestros); fue tomado, en cuanto
a color y forma se refiere, del “lenguaje”, del mundo mental, en el cual, como
se ha dicho, un simple pensamiento produce, simultáneamente, forma, color y
sonido.
No es que la mente piense un color, un sonido o una
forma; piensa un pensamiento, el cual es una vibración compleja en materia mental;
el pensamiento se expresa de esa manera a causa de la vibración que establece.
De consiguiente, en su cuerpo mental, el hombre está
libre de las limitaciones de los órganos de los sentidos separados, puesto que
es receptivo, en todos los puntos, a toda vibración que, en el mundo físico, se
presentará separada y diferente de las otras.
El cuerpo mental del hombre medio está, en la
actualidad, mucho menos desarrollado, relativamente, que los cuerpos astral y
físico. El hombre normal, en el presente estado de la evolución, se identifica
con la conciencia del cerebro, la que actúa sobre el sistema cerebro-espinal.
Se siente, distinta y consecutivamel1te, como "yo" sólo en el plano
físico; es decir, en estado de vigilia. Sin embargo, salvo en cuanto concierne
al sistema cerebro-espinal, la conciencia del hombre medio actúa desde el plano
astral, la esfera de sensación.
Pero en los hombres más altamente evolucionados de
la quinta raza, el centro de conciencia está en el cuerpo mental, actuando
desde el mundo mental inferior; de manera que son impulsados por ideas más que
por sensaciones.
Es decir que, el hombre medio es consciente, pero no
auto-consciente en los planos astral y mental. Reconoce los cambios astrales y
mentales dentro de sí mismo, pero no distingue entre los iniciados por él
dentro de sí, de los iniciados por impacto del exterior sobre sus vehículos
astral y mental. Para él todos son cambios dentro de sí mismo.
Por lo tanto, el plano físico es el único mundo
“real”, para él; todos los fenómenos de conciencia pertenecientes a los mundos
astral y mental son los que llama "irreales", "subjetivos",
"imaginarios". Los considera creados por su propia “imaginación”, y
no como resultado de impacto de los mundos externos sobre sus cuerpos astral y
mental. En efecto, es un infante en lo que respecta a los planos astral y
mental.
De ahí que, en un hombre falto Je desenvolvimiento,
el cuerpo mental no pueda funcionar libremente en el plano mental, como
vehículo independiente de conciencia, durante su vida terrena. Cuando tal
hombre ejercita sus facultades mentales, éstas se han de revestir de materia
astral y física, para ser consciente de la actividad de las mismas.
Podemos numerar las funciones principales del cuerpo
mental, como sigue:
1) Servir de
vehículo del Yo Superior, para expresar pensamiento concreto.
2) Expresar
tales pensamientos concretos por medio del cuerpo físico, actuando por
mediación del cuerpo astral, el cerebro etérico y el sistema cerebro-espinal.
3)
Desarrollar los poderes de la memoria y de la imaginación.
4) Servir, a medida que la evolución avanza, como
vehículo de conciencia en el plano mental.
A esto se ha de agregar otra función (elucidación de
la cual hemos de dejar forzosamente para un capítulo posterior), la cual es:
5) Asimilar la experiencia adquirida en cada vida
terrena y transmitir la esencia de la misma al Ego, el Hombre real que mora en
su cuerpo causal.
Hemos de hacer notar aquí que el reino animal emplea
materia mental en cierta medida. Los animales domésticos superiores,
indudablemente, ejercitan el poder de la razón; aunque, naturalmente, sus
líneas de razonamiento son pocas y limitadas, y la facultad misma es mucho
menos potente que en los seres humanos.
El animal corriente, sólo emplea la materia de la
subdivisión más baja del plano mental; pero los animales domésticos muy
desarrollados pueden, en cierto modo, utilizar la materia más elevada de los
cuatro subplanos inferiores.
CAPÍTULO V
EJEMPLOS
TÍPICOS
El cuerpo mental de un salvaje está ilustrado en El Hombre Visible e Invisible. En cuanto
a los colores, éstos son los mismos; el cuerpo mental coincide bastante bien
con el cuerpo astral en estado de reposo; pero es también algo más que esto,
por cuanto en aquel aparece todo cuanto espiritual e intelectualmente se ha
desarrollado en el hombre. Esto no será mucho, en el caso del salvaje, pero
será de la mayor importancia, como veremos más adelante.
Observando tal cuerpo, en detalle, notamos en la
parte más alta un amarillo opaco, que indica algo de intelecto; aunque lo
barroso del color muestra que ese intelecto se emplea exclusivamente para fines
egoístas.
La devoción indicada por el azul-gris, debe ser
adoración de fetiches, en gran parte matizada de temor, y fomentada por
consideraciones de propio interés. El carmesí barroso sugiere el comienzo de
afectos que deben ser principalmente egoístas también.
La franja de color naranja opaco indica orgullo;
pero de muy bajo orden. Una larga lista escarlata expresa fuerte tendencia a la
ira, la cual estallará a la más ligera provocación.
La ancha franja de verde sucio, que ocupa una gran
porción del cuerpo, muestra engaño, traición y avaricia; esta última cualidad
está indicada por el tinte marrón. En la parte inferior del aura, aparece una
especie de depósito de color barroso, lo cual sugiere egoísmo general y
ausencia de toda cualidad deseable.
En una persona sin desenvolvimiento, el cuerpo
mental contiene muy poca materia mental, está desorganizada, y tal materia es
de la subdivisión más baja del plano. Está actuado casi enteramente por los
cuerpos inferiores, pues lo ponen en vibración los paroxismos emocionales del
cuerpo astral. Cuando no está estimulado por esas vibraciones astrales,
permanece casi inmóvil; aun bajo tales impulsos, es tardío en responder.
Por lo tanto, cuanto más violentos son los golpes,
mejor es para el progreso del individuo; los placeres ruidosos y desordenados,
la ira, el dolor, el terror y otras pasiones, causan remolinos en el cuerpo
astral y sacuden la conciencia mental, la cual añade entonces algo propio a las
impresiones que recibe de afuera.
El hombre vulgar utiliza material del subplano
séptimo, el más bajo, únicamente; como ésta está muy cerca del plano astral,
todos los pensamientos del individuo están coloreados por reflejos del mundo
astral o emocional. Pocas personas pueden, todavía, actuar en el sexto
subplano; los grandes hombres de ciencia utilizan gran cantidad de materia de
este subplano; pero, desgraciadamente, con frecuencia la mezclan con la del
subplano más bajo y, entonces, sienten celos de los descubrimientos e inventos
de otros. La materia del quinto subplano está más libre de la posibilidad de
ser mezclada con la astral. El cuarto subplano, por estar inmediato al cuerpo
causal, está muy alejado de la posibilidad de ser contaminado por las
vibraciones astrales.
En la Lámina IX, frente a la página 96 de la obra
citada, se ilustra el cuerpo mental de un hombre vulgar. En él se ven mayores
porciones de intelecto (amarillo), amor (rosa) y devoción (azul); se nota
también un marcado mejoramiento en la calidad de los colores, los que aparecen
mucho más limpios. Aunque la porción de orgullo es tan grande como en el
anterior, es ahora de orden superior; el hombre se siente orgulloso de sus
buenas cualidades, en vez de envanecerse de su fuerza bruta o de su crueldad.
Persiste una buena porción de color escarlata, indicando propensión a la ira;
el verde es decididamente mejor, indicando versatilidad y adaptabilidad, en vez
de engaño y astucia.
En el salvaje, el verde está más bajo en el aura; se
encuentra debajo del escarlata, debido a que las cualidades que representa
necesitan, para expresarse, una clase de materia más tosca que el escarlata de
la ira.
En el hombre vulgar, el verde está más arriba que el
escarlata, en el aura, indicando que la clase de materia que necesita es menos
tosca que la requerida por el escarlata de la ira. Es decir, que ha habido un
mejoramiento en la calidad general de la materia en el cuerpo mental.
Aunque aparece en el aura, todavía, una gran porción
del marrón del egoísmo, el color es un poco más cálido y menos sucio que en el
caso del salvaje. Por otra parte, el cuerpo mental del hombre vulgar es de
mayor tamaño, muestra cierto grado de organización, y contiene alguna cantidad
de materia de los subplanos sexto, quinto y cuarto del plano mental.
Lo que ocurre con el físico y astral, ocurre también
con el mental; el ejercicio lo aumenta, el desuso lo atrofia y finalmente lo
destruye. Cada vibración en el cuerpo mental ocasiona un cambio en su
constitución echando fuera toda materia que no pueda vibrar en simpatía,
reemplazándola con materiales adecuados, atraídos del depósito, prácticamente
ilimitado del ambiente.
La Lámina XXII, frente a la página 122 del
mencionado libro, ilustra el cuerpo mental de una persona evolucionada. De éste
han desaparecido completamente el orgullo (naranja), la ira (escarlata), y el
egoísmo (marrón); los colores restantes se han extendido hasta llenar el entero
óvalo, han mejorado también en tono, dando una impresión muy diferente. Como ha
desaparecido todo pensamiento del yo, los colores son más refinados y
delicados. Además, en la cumbre del aura aparece un color violeta puro
tachonado de estrellas de oro, indicar do la adquisición de nuevas y superiores
cualidades, o sea, aspiración espiritual.
El poder de lo alto, que irradia a través del cuerpo
causal del hombre evolucionado, actúa también a través del cuerpo mental,
aunque con algo menos fuerza.
Salvando la diferencia entre la que podemos llamar
octavas de color, es decir, entre los matices más bajos y los más elevados del
plano mental, el cuerpo mental del hombre evolucionado es casi una reproducción
del cuerpo causal; de la misma manera que el cuerpo astral es casi una copia
del cuerpo mental, es el grado más bajo.
De manera que, el cuerpo mental de un hombre
evolucionado es un reflejo del causal, por cuanto el hombre ha aprendido a
responder a los impulsos del Yo Superior, únicamente, y a guiarse en sus
razonamientos por ellos exclusivamente. En efecto, el color que expresa una
cierta cualidad en el causal se expresa, no sólo en el mental, sino hasta en el
astral; el color, sin embargo, será menos delicado, menos luminoso y etéreo, a
medida que descienda a los planos inferiores.
En un hombre evolucionado espiritualmente, se han
eliminado todas las combinaciones más bastas de material mental; de manera que
contiene únicamente las variedades más finas de materia de las cuatro
subdivisiones inferiores del mental; además, los materiales de los subplanos
cuarto y quinto predominan, en gran parte, sobre los de los subplanos sexto y
séptimo. El cuerpo mental responde así, a la actuación superior del intelecto a
los delicados contactos de las artes superiores ya las puras vibraciones de
emociones elevadas, Un cuerpo así se prepara rápidamente para reproducir cada
impulso del Hombre real, en el cuerpo causal, el Pensador, el cual puede así
expresarse en la materia mental inferior.
Tanto el astral como el mental de un hombre
espiritual debieran mostrar constantemente cuatro o cinco espléndidas
emociones, a saber: amor, devoción, simpatía y aspiración intelectual, entre
otras.
El cuerpo mental (y también el astral) de un Arhat
(quien ha recibido la cuarta gran Iniciación) tiene muy poco color
característico propio; es la reproducción del cuerpo causal hasta donde las
octavas inferiores pueden expresarlo. Posee una atrayente iridescencia
rutilante, una especie de efecto opalescente y nacarado, imposible de describir
o representar en pintura.
Una persona práctica tiene, generalmente, mucho amarillo
en su cuerpo mental; las diversas franjas de color en éste son corrientemente
regulares y ordenadas. Posee mucha menos emoción e imaginación que el hombre
intuitivo; de consiguiente, en cierto modo, menos poder y entusiasmo; pero, por
otra parte, es menos propenso a cometer errores, y
cuanto haga será, generalmente bien y cuidadosamente
hecho.
Se ha de hacer notar que el hábito científico y
ordenado de la mente tiene marcada influencia en la distribución de los colores
del cuerpo astral: éstos tienden a disponerse en franjas regulares y las líneas
divisorias devienen más precisas.
En el cuerpo mental de un hombre intuitivo hay mucho
más color azul; pero los colores son, generalmente, vagos y todo el cuerpo
aparece mal regulado. Sufre mucho más que el tipo más estable; pero, a veces,
gracias al sufrimiento, progresa mucho más rápidamente.
En el hombre perfecto, como es natural, tanto el
resplandor y el entusiasmo, como la estabilidad y la regularidad, tienen su más
acabada expresión; sólo es cuestión de cual de tales cualidades se adquiere
primero.
Además de las cualidades mencionadas, las cuales se
expresan en colores en el cuerpo mental, hay varias: otras, tales como valor,
dignidad, alegría, veracidad y otras por el estilo, que están representadas,
hablando en general, más por la forma que por el color. Están indicadas por
diferencias en estructura del cuerpo mental, o por cambios en la superficie del
mismo.
Dentro de los diferentes anillos o zonas de color
descritos antes, se pueden ver ordinariamente, estrías claramente marcadas; de
manera que muchas cualidades del hombre se pueden juzgar examinando tales
estrías.
La posesión de fuerte voluntad, por ejemplo, da al
cuerpo mental líneas definidas mucho más parejas. Todas las estrías y
radiaciones son constantes, firmes y claramente perceptibles. En cambio, en una
persona débil y vacilante la firmeza y fortaleza de línea estarán
conspicuamente ausentes; las líneas que separan las diferentes cualidades serán
indefinidas y las estrías y radiaciones serán pequeñas, débiles y
ondulantes.
El coraje se muestra en líneas firmes y muy
fuertemente marcadas, especialmente en la franja naranja, vinculada con el
orgullo, y en el brillo tranquilo y constante de los colores, indicadores de
cualidades superiores.
Cuando el miedo domina a una persona, todos esos
colores se amortiguan y quedan envueltos en una neblina de gris lívido, y las
estrías se pierden en una masa temblorosa de palpitante jalea; a causa de que
el hombre pierde, momentáneamente, el poder de guiar y dominar sus vehículos.
La dignidad se manifiesta, principalmente, en la
misma parte del cuerpo mental en donde se expresa el coraje, pero con firmeza y
seguridad serenas, muy diferentes que las líneas del coraje.
La veracidad y la exactitud están representadas muy
claramente por la regularidad de las estrías, en la parte del cuerpo mental
dedicada a las formas concretas, y por la claridad y corrección de las imágenes
que aparecen allí.
La lealtad se muestra en la intensificación, tanto
de los afectos como de la devoción, y en la constante formación, en esa parte
del ovoide, de figuras de la persona hacia quien se siente la lealtad. En
muchos casos de lealtad, afecto y devoción, se crea una fuerte imagen
permanente del objeto de tales sentimientos, la cual se mantiene flotando en el
aura del pensador, de manera que, cuando el pensamiento de éste se dirige al
objeto querido o adorado, la fuerza que de él fluye fortalece la imagen ya
existente, en vez de formar una nueva, como ocurriría normalmente.
El gozo se manifiesta en el brillo y radiación
generales, tanto del cuerpo mental como del astral, y también en un peculiar
rizado de la superficie de esos cuerpos.
La alegría o jovialidad general se manifiesta en una
modificación del estado anterior, en forma de burbujeo y, también, en una
serenidad tranquila, muy agradable de ver .
La sorpresa,
por otra parte, se manifiesta como encogimiento del cuerpo mental, acompañado
de aumento de brillo de las franjas de los afectos, si la sorpresa es
agradable; si es desagradable, el color cambia, apareciendo ordinariamente una
buena porción de marrón y gris, en la parte baja del ovoide. Este encogimiento
se comunica casi siempre a los cuerpos astral y físico. Con frecuencia, causa
sentimientos singularmente desagradables, que afectan, a veces, al plexo solar
(produciendo decaimiento y enfermedad); otras veces, afectan al centro
cardíaco, en cuyo caso produce palpitaciones y hasta la muerte. Una sorpresa
repentina puede llegar a matar a una persona de corazón débil.
La reverencia, es lo mismo que admiración, sólo que
va acompañada de profundos cambios en la parte devocional del cuerpo mental; la
cual, usualmente, se expande bajo tal influencia y tiene estría más fuertemente
marcadas.
El pensamiento místico y la presencia de facultades
psíquicas están indicados por colores, de los cuales no tenemos equivalentes en
el plano físico.
Cuando el hombre emplea alguna parte de su cuerpo
mental, dirigiendo con fuerza su pensamiento a uno o varios de los canales
antes mencionados, el cuerpo mental, no sólo vibra en ese momento más
rápidamente, haciendo brillar más los colores, sino que la porción del mismo,
que corresponde al pensamiento, se expande, temporariamente, y aumenta de
tamaño, perturbando, por el momento, la simetría del ovoide.
En muchas personas, tal abultamiento es permanente,
lo cual significa siempre, que los pensamientos de esa clase aumentan
constantemente. Por ejemplo, si una persona se dedica a algún estudio
científico y, de consiguiente, dirige sus pensamientos en esa dirección con más
frecuencia que antes, el primer efecto será una protuberancia como la descrita.
Pero si mantiene la cantidad de sus pensamientos científicos en el mismo nivel
que ha adoptado, la porción protuberante decrecerá
gradualmente, hasta restablecer el delineamiento general del ovoide; pero la
franja de color correspondiente se hará más ancha que antes.
Sin embargo, si el interés de la persona en temas
científicos adquiere constantemente mayor fuerza, la protuberancia se
mantendrá, aunque la franja se ensanche; de esta manera, se puede dañar al
cuerpo mental a causa de la especialización dando lugar a un desenvolvimiento
desigual; pues se desarrolla excesivamente en algunas partes, y
proporcionalmente menos en otras regiones, quizá igualmente importantes. Se ha
de buscar un desenvolvimiento armonioso y proporcionado en todos sentidos, para
lo cual se necesita un auto-análisis sereno, para dar dirección precisa a los
medios de alcanzar los fines buscados. Esta cuestión la trataremos más extensamente
en otro capítulo.
Ya hemos mencionado el movimiento incesante de la
materia del cuerpo mental; el mismo fenómeno ocurre en el caso del cuerpo
astral. Cuando, por ejemplo, el cuerpo astral es perturbado por una emoción
repentina, toda la materia del mismo es agitada como por un violento vendaval,
de manera que, por el momento, todos los colores quedan muy mezclados; luego,
sin embargo, a causa de la gravedad específica de las diferentes clases de
materia, se vuelven a distribuir en sus zonas habituales. Aún entonces, la
materia no queda en manera alguna en reposo, pues las partículas van de un lado
a otro en esas zonas, aunque pocas abandonan su franja para introducirse en
otras. Este movimiento dentro de las respectivas zonas es saludable; en efecto:
la persona en la cual no ocurre tal circulación es un crustáceo mental, incapaz
de crecimiento mientras no rompa su concha. La actividad de la materia en
cualquier zona determinada aumenta en proporción a la cantidad del pensamiento
dedicado al tema del cual esa zona es la expresión.
Las perturbaciones en el cuerpo mental son similares
a las del astral, y son igualmente desastrosas en sus efectos. Así, si el
hombre permite que algún problema le preocupe mucho y le da vueltas
constantemente en su mente, sin llegar a una conclusión, crea una especie de
tormenta en su cuerpo mental; quizá sería mejor decir que crea un punto
doloroso en dicho cuerpo, algo así como una irritación causada por fricción.
Una persona discutidora tiene su cuerpo mental en
estado de perpetua inflamación, la cual puede convertirse en úlcera abierta a
la más ligera provocación. Para tal persona no hay esperanza de progreso
oculto, hasta que ponga equilibrio y sentido común en su condición enfermiza.
Si una persona permite que su pensamiento se
estanque en un asunto dado, el estancamiento se reproducirá en la materia
adecuada. De esta manera, al dejar que el pensamiento sobre tal asunto se
asiente y solidifique, producirá congestión, la cual aparecerá como prejuicio.
Se forma así un remolino en el que la materia gira y gira, hasta que se coagula
y se convierte en una especie de verruga. Hasta que tal verruga se desgaste, o
sea desarraigada a la fuerza, el hombre no puede utilizar esa parte del cuerpo
mental, y es incapaz de pensar razonablemente sobre el asunto.
La impura masa endurecida obstaculiza todo libre
movimiento hacia afuera o hacia adentro; impide al hombre, por una parte, ver
con exactitud y recibir nuevas impresiones útiles sobre el asunto en cuestión
y, por otra parte, no puede enviar ningún pensamiento claro con respecto al
mismo.
Estos puntos enfermos en el cuerpo mental son,
desgraciadamente también centros de infección; de consiguiente, la incapacidad
de ver con claridad aumenta y se extiende. El estancamiento en una parte del
cuerpo mental, es probable que sea también causa de estancamiento en otras
partes. De manera que, si una persona tiene algún prejuicio sobre alguna
cuestión, probablemente desarrollará prejuicios sobre otras; por cuanto, se ha
detenido el sano flujo de la materia mental y se ha formado el hábito de falta
de verdad.
El prejuicio religioso es el más común y el más
grave de todos; impide completamente todo pensamiento racional sobre la
cuestión. Un gran número de personas tienen inactiva la entera parte que
debiera estar ocupada por cuestiones religiosas; esa parte está osificada y
llena de verrugas, al punto que es imposible para ellos el concepto más
rudimentario de lo que es, realmente, la religión, hasta que ocurra un cambio
catastrófico.
En general, podemos repetir que en los hombres
mejores de las razas más avanzadas de la época presente, el cuerpo físico está
plenamente desarrollado, y regularmente bajo control; el cuerpo astral está
también completamente desarrollado, pero el control no es. en manera alguna,
perfecto; el cuerpo mental está en proceso de evolución, pero su desarrollo
está muy lejos de estar completo. Falta mucho para que estos tres cuerpos
queden enteramente subordinados al Alma. Cuando esto ocurra, el yo inferior
habrá sido absorbido por el Yo Superior, y el Ego, o Alma, regirá al hombre. En
un hombre así no se producirán conflictos entre los diversos cuerpos; aunque no
será perfecto. Sus diferentes vehículos estarán tan armonizados que perseguirán
un sólo objetivo.
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