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sábado, 7 de noviembre de 2015

28- Vampirismo y parasitismo psíquico.

     CAPITULO V  (del libro "Autodefensa Psíquica" de Diane Fortune)


     VAMPIRISMO

Se supone que el vampirismo ha muerto.— Curioso efecto de ciertas personas sobre sus asociados.— Efecto de las mismas personas sobre las baterías eléctricas.— Relaciones mórbidas.— Complejo de Edipo.— Parasitismo psíquico.— Los Berberlangs.— Descripción de un caso de vampirismo.— Necrofilia en el Frente Occidental.— Vampirismo en la Europa del Sudeste.— Contagio del vampirismo.— "Mordeduras de mosquito'' anormales.— Dónde buscar huellas de vampiro.— Los dientes característicos de los vampiros.

El supuesto vampiro ha sido siempre un carácter popular en cuentos de misterio e imaginación. Hay una literatura considerable concerniente a sus actuaciones, desde la famosa novela Drácula hasta los estudios serios de los juicios de brujas medievales, para lo que se refiere al lector a la bibliografía al final del libro. En estas páginas, sin embargo, no deseo procurarme evidencia de segunda mano, ni incidentes que tuvieron lugar en otros siglos y bajo condiciones primitivas, pues podría argüirse que con el paso de tales condiciones fuera de nuestro medio, el problema del vampirismo, como el problema del tifus, se ha ido también, y no necesita preocuparnos. Por mi propia experiencia soy de la opinión, sin embargo, de que esto no es así, y que la condición peculiar que los antiguos llamaban vampirismo puede dar cuenta de ciertas formas de trastorno mental y de la mala salud física asociada con ellas.
Cuando el psicoanálisis fue introducido por vez primera en Inglaterra yo acometí el tema, y me convertí en estudiante, y finalmente en instructora en una clínica que se fundó en Londres. Nosotros los estudiantes fuimos pronto sorprendidos por el hecho de que algunos casos eran extremadamente exhaustivos de tratar. No es que fueran problemáticos, sino que simplemente "nos vaciaban", y nos dejaban sintiéndonos como guiñapos fofos al final de un tratamiento. Algo sucedió para mencionar este hecho a una de las enfermeras ocupada del departamento eléctrico, y ella nos contó que los mismos pacientes igualmente "vaciaban" las máquinas eléctricas y que podían absorber los más sorprendentes voltajes sin mover un cabello.
En el mismo sitio, en el curso de mi trabajo psicoanalítico, me crucé con un número de casos en que existía un apego mórbido entre dos personas, lo más común madre e hija, o dos mujeres amigas; a veces también entre madre e hija y en un caso que encontré socialmente, entre un hombre y una mujer. Era siempre el negativo de la pareja el que venía a por tratamiento, y éramos capaces de beneficiarles considerablemente por medios psicoterapéuticos. Ellos siempre me mostraban el mismo complejo de síntomas, un temperamento sensitivo, una complexión pálida forma gastada y debilidad general, sensación de debilidad, y se fatigaban fácilmente. Eran también invariablemente altamente sugestionables, y eran por lo tanto fáciles de manejar. Consiguientemente, éramos usualmente capaces de conseguir buenos resultados bastante rápidamente en tales casos.
El punto curioso, sin embargo, era que la ruptura de la relación mórbida causaba una señalada perturbación e incluso un semicolapso dei asociado dominante en la alianza. Encontramos que era necesario insistir en una separación si es que había de efectuarse una cura, y la separación invariablemente era desagradada muy activamente por el asociado dominante.
Por aquel tiempo yo lo explicaba todo en términos de la psicología freudiana, pero incluso así, no podía evitar el estar impresionada por el curioso efecto que tenía una separación sobre la persona que no se suponía que estaba enferma, y que conforme una iba para arriba, la otra ibapara abajo.
Soy de la opinión de que lo que Freud llama complejo de Edipo no es del todo un asunto unilateral, y que el "alma" del padre está extrayendo la vitalidad psíquica del niño. Es curioso el aspecto que presentan los casos de Edipo de edad, y hasta qué punto son pequeños hombres y mujeres viejos cuando niños. Nunca tienen una infancia normal, sino que siempre son mentalmente maduros para sus años. Persuadí a varios pacientes para que me mostraran fotografías de ellos mismos cuando eran niños, y fui impresionada por la expresión envejecida, preocupada, de las caras infantiles, como si hubieran sabido de todos los problemas y cargas de la vida.
Sabiendo ño que sabemos del!a telepatía y el aura magnética, no me resulta sin razón el suponer que, en algún modo que aún no comprendemos enteramente, el asociado negativo de tal relación está "cortándose" sobre el asociado positivo. Hay un derramamiento de vitalidad en marcha, y el asociado dominante está lamiéndola más o menos conscientemente, si es que no realmente chupándola.
Tales casos no son en modo alguno inusuales, y se aclaran rápidamente cuando la víctima es separada del vampiro. Cuandoquiera que hay un registro de un lazo estrecho y dominante entre dos personas con la desvitalización de una de ellas, es un buen plan el recomendar una separación temporal y observar los resultados.
Tales casos como éstos, sin embargo, pueden ser descritos más justamente como parasitismo que como vampirismo. Tal parasitismo psíquico es extremadamente común, y explica muchos problemas psicológicos. No perseguiremos el tema en estas páginas, sin embargo, pues está fuera del alcance de nuestra investigación presente, y se menciona meramente con fines ilustrativos. El vampirismo, tal como se entiende generalmente, es una cuestión muy diferente, y haremos bien en reservar el término para aquellos casos en los que el ataque es deliberado, aplicando el término parasitismo a los casos en los que es inconsciente e involuntario.
En mi opinión, el verdadero vampirismo no puede tener lugar a no ser que haya poder para proyectar el doble etérico. Todos los registros de vampirismo que tenemos dan un relato de algo mucho más tangible, que una querencia. En Europa Occidental la concurrencia parece ser relativamente rara en tiempos modernos, pero en la Europa del Este y en países primitivos parece no ser en modo alguno inusual, y en libros de viajes aparecen innumerables casos bien autentificados.
El Comandante Gould, en su extremadamente interesante libro, rarezas, da un relato de vampirismo entre los Berberlangs de las Islas Filipinas. Su relato está basado en un ensayo impreso en la Revista de la Sociedad Asiática, Vol. LXV, 1896. Estas desagradables gentes, de acuerdo con Mr. Skertchley, el autor del articulo que acota el Comandante Gould, "son caníbales, y deben comer ocasionalmente carne humana o morirán... Cuando sienten la apetencia de una comida de carne humana se van a la hierba y, habiendo escondido cuidadosamente sus cuerpos, sostienen su aliento y caen en trance. Sus cuerpos astrales son liberados entonces. Ellos vuelan lejos y, entrando en una casa, entran en el cuerpo de uno de sus ocupantes y se alimentan de sus entrañas.
"Puede oírse a los Berberlangs cuando vienen, pues hacen un ruido quejumbroso, que es elevado en la distancia y muere en un débil gemido conforme se aproximan. Cuando están cerca de ti, puede oírse el sonido de sus alas, y pueden verse las centelleantes luces de sus ojos danzando como moscas de fuego en la oscuridad"
Mr. Skertchley declara que él mismo vio y escuchó pasar un vuelo de Berberlangs, y al visitar al día siguiente la casa en la que les vio entrar halló al ocupante muerto sin ningún signo externo de violencia.
Comparad el relato de Mr. Skertchley de los Berberlangs tumbados en la larga hierba arrojándose en trance con el relato de Mr. Muldoon de "La Proyección de! Cuerpo Astral", con el que todo estudiante de ocultismo debería estar familiarizado, pues es indudablemente un clásico de la literatura oculta, siendo un relato práctico de experiencias ocultas e instrucciones detalladas de cómo ir y hacer lo mismo.
Pero para volver más cerca de casa. En el curso de mi experiencia de los desviaderos de la mente humana, que, por la naturaleza de mi trabajo ha sido, como el conocimiento de Sam Weller de Londres, extensa y peculiar, sólo he conocido de un caso de vampirismo genuino, de acuerdo con el sentido en el que utilizo el término, y éste no fue uno de mis propios casos, aunque conocía a las personas implicadas, sino que me fue transmitido por mi instructor original, al que ya me he referido en conexión con el caso de la buena señora que me perseguía con un cuchillo de trinchar. He usado los hechos de este caso como terreno de trabajo para una de las historias en Los Secretos del Dr. Taverner, pero los hechos reales son tales que serían inadecuados para una obra que se supone destinada a entretener.
Por aquel tiempo estaba haciendo yo las tutorías en psicología anormal en la clínica de la que he hablado, y supervisando el trabajo de los otros estudiantes; una de ellas me pidió consejo concerniente a un caso que le había venido en la práctica privada, el caso de un joven cerca de los veinte, uno de esos tipos degenerados pero intelectual y socialmente presentables que frecuentemente se cosechan en viejas familias cuya sangre es demasiado azul para ser saludable.
Este muchacho fue llevado como huésped a un piso que la estudiante compartía con otra mujer, y pronto empezaron a ser preocupados con curiosos fenómenos. Aproximadamente a la misma hora cada noche los perros de las vecindades empezaban un furioso alboroto de ladrar y aullar, y unos pocos momentos después la ventana francesa que conducía al mirador se abría. No importaba cuan a menudo llamaron al cerrajero, ni cómo la empalizaban, se abría en el momento señalado, y una corriente fría barría el piso.
Este fenómeno tuvo lugar una noche en que el adepto, Z., estaba presente, y él declaró que había entrado una entidad invisible desagradable. Apagaron las luces, y fueron capaces de ver un mortecino refulgir en el rincón que él había indicado, y cuando pusieron sus manos sobre este refulgir, sintieron una sensación de hormigueo tal como la que se experimenta cuando se ponen las manos en agua cargada eléctricamente.
Entonces comenzó una poderosa persecución del fantasma arriba y abajo del piso, y la presencia fue finalmente arrinconada y despachada en el cuarto de baño. He representado el incidente algo más pintorescamente en mi cuento, pero los hechos esenciales son los mismos. El resultado de despachar esta entidad fue una señalada mejora en la condición del paciente, y la elucidación de la siguiente historia.
El muchacho, al que llamaremos D., tenía el hábito de ir a sentarse junto a un primo que había sido devuelto inválido a casa desde Francia sufriendo de un supuesto golpe de granada. Este joven era otro vástago de una cepa gastada, y se divulgó que había sido cogido con las manos en la masa en esa desagradable perversión conocida como necrofilia. De acuerdo con la historia sonsacada a los padres de D., este vicio no era infrecuente en ciertos sectores del Frente, como tampoco lo eran los ataques sobre hombres heridos. Las autoridades estaban tomando drásticos pasos para acabar con ello. Debido a la influencia familiar el primo de D. fue capaz de escapar al encarcelamiento en una prisión militar, y fue puesto al cuidado de su familia como un caso mental, y le pusieron al cargo de un enfermero. Era mientras el enfermero tenía el tiempo libre que al desgraciado joven D. se le empleaba desencaminadamente para sentarse junto a él. También resultó que las relaciones entre D. y su primo eran de una naturaleza viciosa, y en una ocasión él mordió al muchacho en la nuca, justo por debajo de la oreja, extrayendo realmente sangre.
D. había estado siempre bajo la impresión de que algún "fantasma" le atacaba durante sus crisis, pero no se había atrevido a decirlo por temor a ser considerado loco.
Cuál podía haber sido el porcentaje exacto de suciedad neurótica, vicio, y ataque psíquico, es difícil de decir, ni es sencillo decidir cuál era la causa predisponente que abrió la puerta a todo el problema, pero una cosa se hallaba clara para todos los observadores: que con el despachado del visitante psíquico, no sólo se aclaró inmediatamente la condición de D., sino que después de una breve y aguda crisis el primo también se recobró. El método de despachado usado por el adepto Z., era prender a la entidad dentro de un círculo mágico, de modo que no pudiera salir, y entonces absorberla dentro de sí por la compasión. Conforme completaba la operación, caía hacia atrás inconsciente. Era, de hecho, el mismo método sobre el que se me había instruido para usar al tratar con mi hombre-lobo, pero es una tarea mucho más formidable el absorber y transmutar la proyección de otra persona que absorber la propia de uno, y sólo podría haber sido realizado por un iniciado de un grado muy alto, lo que Z. era indudablemente.
Su opinión concerniente al caso, aunque no había manera de obtener confirmación independiente de esto, era que algunas tropas de la Europa del Este habían sido llevadas al Frente Occidental, y entre éstas habían individuos con el conocimiento tradicional de la Magia Negra por el que la Europa del Sudeste ha gozado siempre de una siniestra reputación entre los ocultistas. Esta gente, al ser muerta, sabía cómo evitar ir a la Segunda Muerte, es decir, la desintegración del Cuerpo Astral, y se mantenía a sí misma en el doble etérico vampirizando a los heridos. Ahora bien el vampirismo es contagioso; la persona que es vampirizada, siendo vaciada de vitalidad, es un vacío psíquico, absorbiendo ella misma de cualquiera con quien se cruce a fin de rellenar sus recursos vacíos de vitalidad. Ella pronto aprende por experiencia los trucos de un vampiro sin realizar su significado, y antes de que sepa dónde está, es todo un vampiro por sí misma, vampirizando a otros. El alma ligada a la tierra de un vampiro se adhiere a veces permanentemente a un individuo si tiene éxito en hacer de él un vampiro que funciona, extrayendo sistemáticamente su nutrición etérica de él, pues, ya que él está a su vez re-supliéndose a sí mismo a partir de otros, no morirá de exhaustión como lo hacen ordinariamente las víctimas de los vampiros.
Z. era de la opinión de que el primo de D. no era el vampiro primario en el caso, sino que él mismo era una víctima. Siendo un joven de moral inestable, pronto adquirió los trucos del vampiro, y el alma apegada a la tierra de algún mago Magiar le explotaba. A través de su acto de morder y extraer sangre del cuello de su primo, esta entidad se transfirió al joven D., prefiriendo nuevos pastos para los recursos vacíos de su víctima anterior. Probablemente alternaba entre los dos, pues no estaba constantemente con D.
Que hizo exactamente Z., no lo sabemos, pues él era extremadamente reservado concerniente a sus métodos, pero a la luz del conocimiento posterior imagino que absorbió la energía etérica del alma ligada a la tierra, y la privó por tanto de sus medios de resistirse a la Segunda Muerte. El conducir meramente al alma que se resiste hasta el Salón del Juicio de Osiris habría implicado dejar detrás un cuerpo astral, el cual por algún  tiempo habría continuado dando problemas.
Puede ser interesante notar en conexión con este caso que durante el tiempo en que Miss L. estuvo en el colegio oculto en Hampshire tuvimos algunos sucesos bien curiosos. Hubo un estallido entre nosotros de unas "picaduras de mosquito" extremadamente malas. Las mordeduras en si no eran venenosas, pero las punzadas eran de tal naturaleza que sangraban libremente. Recuerdo levantarme una mañana para encontrar una mancha de sangre del tamaño de la palma de mi mano sobre la almohada; había salido aparentemente de una pequeña puntada justo por debajo del ángulo de la quijada. Varios otros tuvieron experiencias similares. Nunca he visto nada igual, ni antes ni después de eso, ni ocurrió de nuevo después de que Miss L. se marchó.
No se lo conté al adepto Z. en aquel momento, y posteriormente, cuando me acordé del incidente y lo mencioné, la oportunidad de investigar se había escapado. El expresó la opinión de que era el trabajo de un vampiro, y citó casos similares con los que se había encontrado en el curso de su experiencia. Dijo que había visto casos en África en los que la víctima se había quedado tan sin sangre que sólo con dificultad podía obtenerse un espécimen de sangre para hacer un examen, pues apenas podía inducírsela a fluir del debilitado tejido.
Nada podía hacerse por tales casos por la ciencia médica. Van muriéndose por pulgadas, y sin embargo no puede ser demostrada ninguna enfermedad orgánica. No obstante, su apariencia es la de una persona que sucumbe por hemorragias repetidas.
Cuando se sospecha del vampirismo, la cosa a hacer es ir sobre el cuerpo de esa persona pulgada a pulgada con una lupa poderosa, y la búsqueda será probablemente recompensada por el descubrimiento de numerosas punzadas diminutas, tan diminutas que no son descubiertas por un examen con el ojo desnudo a no ser que se revelen infectándose y supurando, cuando son usualmente confundidas con mordeduras de mosquitos. Son mordeduras con todas las de la ley, pero no las de un insecto. Los lugares en donde buscarlas son alrededor del cuello, especialmente bajo las orejas; en la superficie interna de los antebrazos; en los lóbulos de las orejas; en los dedos de los pies y, en una mujer, sobre los pechos.
Se dice que una persona con tendencias de vampiro desarrolla unos dientes caninos anormalmente largos y agudos, y yo misma he visto un caso así, y era una vista curiosa. Los dos dientes caninos, la pareja que viene entre los incisivos y los premolares, eran por los menos más largos que la mitad de los otros, y terminaban en puntas de la agudeza de una aguja.
El verdadero vampirismo en la Europa Occidental parece ser raro, pero Z. era de la opinión de que muchos casos obscuros de debilidad tropical en los que la anemia jugaba una parte prominente, podrían ser atribuidos a esta causa.





27- Ejemplos de ataques psíquicos y defensa

CAPITULO III    (del libro "Autodefensa Psíquica de D. Fortune)

UN CASO DE BRUJERÍA MODERNA

Efecto de la brujería en encarnaciones anteriores.-- Caso de un ataque oculto por una ex-bruja.— Antipatía de los animales hacia ella. —Pesadillas de los otros ocupantes de la casa. Discernimiento psíquico del peligro.— Ataque maníaco.— Método de manejar el caso.— Uso del pentagrama.— Su efecto.— Incidente de la cruz magnetizada. -Temor a los símbolos sagrados.— Su confesión.

La parte jugada por la ex-bruja en el ataque oculto es muy marcada. Una y otra vez las investigaciones de psíquicos independientes apuntan hacia la brujería en una encarnación anterior cuando está a la vista un problema de esta clase. El motivo es casi siempre la venganza, pero hay también buenas razones para creer que la proyección del cuerpo astral tiene lugar involuntariamente durante el sueño, y no es querida deliberadamente por el que ofende. Mucha gente que es en este momento psíquica y sensitiva consiguió su entrenamiento en los aquelarres de la brujería medieval, y por esta razón los ocultistas experimentados son precavidos ante el psíquico natural, por distinción al iniciado con su técnica de psiquismo. Cuando el psiquismo y el desequilibrio mental se encuentran conjuntamente con una disposición malevolente, hay una fuerte presunción de que el culto al Diablo no ha de encontrarse lejos.
Una curiosa serie de sucesos, en los que yo misma fui uno de los actores, arroja un buen montón de luz sobre esta ocurrencia que en modo alguno es insólita. Era en los primeros días de mi interesen el ocultismo, cuando aún estaba comprando mi experiencia por el método caro pero efectivo de meterme en problemas. Trabé conocimiento con una mujer que estaba interesada en cuestiones psíquicas. Era una persona de la más extrema sensitividad a cualquier cosa sucia o fea, fastidiosa en extremo en sus hábitos personales, viviendo casi exclusivamente de alimentos vegetarianos sin cocer, rehusando incluso los huevos como demasiado estimulantes. Aunque no era amante de los animales, era mórbidamente humanitaria, leyendo con gusto esos papeles que dan descripciones lúridas y detalladas de experimentos de vivisección. Si yo hubiese sido más vieja y más sabia hubiera debido reconocer el significado de su ultra-limpieza y su ultra-sensitividad como señalando la aberración de un temperamento sádico —siendo el sadismo una patología de la naturaleza emocional en la que el instinto sexual toma la forma de un impulso por infligir dolor. No habiendo aprendido entonces muchas cosas que ahora sé, consideraba sus características como indicativas de una espiritualidad exaltada.
Por el tiempo en que la conocí ella estaba al borde de una crisis que alegaba ser debida a exceso de trabajo, y estaba muy ansiosa por alejarse de las ciudades y volver a la naturaleza. Yo estaba justo a punto de dejar Londres y hacer mi residencia en las fortalezas arenosas de los eriales de Hampshire. En la inocencia de mi corazón sugerí que ella podría venirse allí y ayudar con las tareas domesticas. La sugestión fue aceptada, y unos pocos días después de mi propia llegada Miss L. se unió a nosotros. Ella parecía bastante normal, se hacía agradable, y era bien querida. Un incidente, sin embargo, a la luz de acontecimientos posteriores, fue significativo. Al salir del antiguo calesín que la había conducido desde la estación, ella inmediatamente fue y dio unas palmadas al caballo todavía más anciano que la trajo. La bestia, usualmente sumida en una apatía de la que era elevada con dificultad, cuando se requería su acción, se galvanizo a la vida ante su toque, como si ella lo hubiese espoleado. Arrojo hacía arriba su cabeza, resopló, y casi volcó el equipaje en la zanja, para asombro de su cochero, que declaró que nunca se le había visto hacer una cosa así antes, y miró a nuestra visitante con malquerencia.
Miss L. sin embargo, parecía bien normal, se hacía agradable, y en cualquier caso se la dio una recepción amistosa por los humanos.
Esa noche fui despertada por una pesadilla, una cosa a la que no estoy sometida usualmente. Luchaba con un peso sobre mi pecho, e incluso después de que la conciencia había retornado completamente, la habitación parecía llena de maldad. Llevé a cabo la simple fórmula de purificación que conocía, y la paz fue restaurada.
Al desayuno, la mañana siguiente, una asamblea de gente legañosa se reunió, quejándose de haber pasado noches perturbadas. Comparamos notas, y encontramos que todos nosotros, unos seis o siete de nosotros, tuvimos similares pesadillas, y procedimos a intercambiar experiencias. El efecto de esto sobre Miss L. fue curioso. Se retorció sobre su silla como si de repente se hubiera puesto al rojo vivo, y dijo con mucho énfasis:
"Estas cosas no deberían ser discutidas, es sumamente insalubre".
Por deferencia a sus sentimientos desistimos. Pero al momento vino a la ventana abierta otro miembro de nuestra comunidad, una mujer que dormía en un cobertizo al aire libre a alguna distancia de la casa. La preguntamos por su salud, como era usual, y replicó que no estaba encontrándose muy bien, pues había dormido mal, y procedió a recontar la misma pesadilla que el resto de nosotros. Más tarde en la mañana, otra señora, que tenía una casa un poco más abajo en la carretera, llegó, y a su vez contó una pesadilla similar.
Estas pesadillas continuaron a intervalos durante los próximos pocos días, afligiendo a diferentes miembros de la comunidad. Eran vagas y nebulosas, y no había nada sobre lo que pudiéramos agarrarnos para fines de diagnóstico, y lo atribuimos a indigestión causada polia versión del panadero del pueblo sobre el pan de la guerra.
Entonces un día tuve una riña con Miss L. Ella había concebido una reunión social para mí; tengo una repulsión constitucional por las reuniones sociales y les doy escasa urbanidad, y eila se quejó amargamente de mi falta de responsabilidad. Cualquiera que sean los pros y los contras del caso, había levantado su resentimiento seriamente. Esa noche fui afligida con la más violenta pesadilla que he tenido nunca en mi vida, despertándome del sueño con el terrible sentido de opresión sobre mi pecho, como si alguien me estuviera empujando hacia abajo, o yaciera sobre mí. Veía claramente la cabeza de Miss L. reducida al tamaño de una naranja, flotando en el aire al pie de mi cama, y haciendo chasquear sus dientes hacia mí. Era la cosa más maligna que yo haya visto nunca.
No asignando todavía significado psíquico alguno a mis experiencias, y estando firmemente convencida de que el panadero local era el responsable, no le conté a nadie sobre mi sueño, considerándolo una de esas cosas que es mejor guardar para uno mismo; pero cuando los miembros de la comunidad llegaron a hablar sobre la cuestión a la luz de acontecímientos posteriores, encontramos que otras dos personas habían tenido experiencias similares.
Una noche o dos más tarde, sin embargo, al llegar el momento de irme a la cama, fui abrumada por un sentimiento de mal inminente, como si algo peligroso estuviera acechando en los matorrales alrededor de la casa amenazando con atacar. Tan fuerte era esta sensación que bajé de mi cuarto y fui todo alrededor de la casa, comprobando los pestillos de las ventanas para asegurarme de que todo estaba seguro.
Miss L. me oyó, y me llamó para saber qué estaba haciendo.
Le conté mis sentimientos.
"Niña tonta", dijo ella, "no es de utilidad encerrojar las ventanas, el peligro no está fuera de la casa sino en ella. Vete a la cama, y estáte segura y echa el cerrojo de tu puerta".
Ella no quiso dar respuesta a mis preguntas excepto para reiterar que debería echar el cerrojo de mi puerta. Esta era la primera noche que tenía que dormir en esa casa, habiendo estado anteriormente en una casucha al lado opuesto de la carretera.
No eché el cerrojo de mi puerta porque la noche era intolerablemente calurosa y la habitación y la ventana eran pequeñas. Hice un compromiso, sin embargo, poniendo un cubo de laca en un punto estratégico en el camino de entrada, confiando en que cualquier intruso caería sobre él y daría la alarma.
Nada ocurrió, y dormí tranquilamente.
A la mañana siguiente, sin embargo, la tormenta estalló. Miss L. y yo estabamos trabajando pacíficamente en la cocina cuando ella de repente cogió un cuchillo de trinchar y empezó a correr tras de mí tan loca como un cencerro. Afortunadamente para mí tenía en mis manos una gran cacerola llena de verduras recien cocidas, y use esta como arma de defensa, y danzamos alrededor de la mesa de la cocina, vertiendo agua de coles caliente en todas direcciones.
Ninguna de nosotras hizo un solo sonido: yo me defendí de ella esgrimiendo la cacerola caliente y tiznada, y ella daba cuchilladas hacia mí con un cuchillo de trinchar desagradablemente grande. En un momento psicológico la cabeza de la comunidad entró. E se dio cuenta de la situación de un vistazo, y la manejó por el método lleno de tacto de regañarnos a ambas imparcialmente por hacer tantísimo ruido y diciéndonos que continuáramos con nuestro trabajo. Miss L. acabo lo que quiera que estuviera haciendo con el trinchante, yo prepare las coles, y el incidente pasó de largo tranquilamente.
Después del almuerzo Miss L. experimento la reacción a su excitación y se fue a su habitación completamente postrada y exhausta. Yo estaba algo perturbada. Aunque estaba acostumbrada a casos mentales, y por lo tanto no tan trastornada por la pelea reciente como cualquier otro lo habría estado, no me agradaba la perspectiva de ser la compañera de casa de una peligrosa lunática que no estaba bajo control de ninguna clase. La cabeza de la comunidad, sin embargo, dijo que no había causa para la alarma, que pronto tendría el caso bajo control. El subió al cuarto de baño, llenó una jabonera con agua del grifo, hizo ciertos pases sobre ella y, mojando su dedo en el agua, procedió a trazar una estrella de cinco puntas sobre el umbral de la habitación de Miss L.
Miss L. no hizo intento alguno de abandonar su habitación hasta cuarenta y ocho horas más tarde, cuando él mismo la sacó fuera.
Tal como había prometido, él pronto la tuvo bajo cuerda. Tuvo varias largas charlas con ella, en las que no estuve presente, y al cabo de unos pocos días una Miss L, muy corregida empezó a dedicarse a sus tareas domésticas de nuevo. Hubo recaídas, y hubo luchas, pero en el curso de unos pocas semanas se volvió relativamente normal, y cuando la volví a encontrar unos dieciocho meses después no hubo reincidencia.
Dos incidentes curiosos ocurrieron durante el período de su tratamiento de manos de este hombre, un adepto si es que alguna vez hubo uno. La casa en la que ella tenía una habitación era una muy antigua, y la puerta delantera era extremadamente maciza. Era asegurada por la noche por dos enormes cerrojos que se extendían a través suyo, una cadena que podría haber amarrado una falúa, y una inmensa cerradura con una llave del tamaño de una trulla. Cuando la puerta se abría en la mañana actuaba como despertador para todo el pueblo. Crujía, gruñía, y rechinaba. Sin embargo noche tras noche vinimos en la mañana a encontrar esta puerta abierta de par en par. Todos dormíamos con nuestras puertas abiertas al rellano. Bajar las viejas y crujientes escaleras era como caminar sobre teclas de órgano. La puerta trasera era moderna, y podría haber sido abierta fácilmente. Las ventanas eran modernas y de la más barata construcción. ¿Quién abría la pesada puerta delantera, y por que?
Intercambiamos recriminaciones varias mañanas al desayuno sobre quién había dejado abierta la puerta la noche anterior, pero nadie pudo ser incriminado nunca de la acusación. Finalmente la cuestión llegó a conocimiento de la cabeza del grupo.
"Pronto le pondré fin a eso", dijo él, y cada noche resellaba la habitación de Miss L. con el pentagrama. No tuvimos más problemas con que la puerta delantera se abriera después de eso.
Mientras él estaba tratando a Miss L. hacía una práctica de sellar el umbral de su propia habitación del mismo modo, sólo que en este caso trazaba el pentagrama apuntando hacia afuera, para impedir a Miss L. que entrara; mientras que cuando sellaba la habitación de ella, ponía su punta hacia adentro, para impedirla salir. Ella no supo esto, ni era muy probable que alcanzase a sus oídos indirectamente, pues él era muy poco comunicativo; yo sólo supe que estaba sellando su propio cuarto porque le vi por casualidad haciéndolo.
No obstante, un día escuché un golpe en mi puerta, y ahí estaba Miss L. con sus brazos llenos de ropa limpia. Me preguntó si sería lo bastante buena para llevarla al cuarto de la cabeza de la comunidad, y guardarla. La pregunté que por qué no lo hacía ella misma, pues sabía que el estaba fuera, y era el trabajo de ella el guardar la ropa. Respondió que había ido a su cuarto con ese fin, pero había una barrera psíquica a través del umbral que la impedía entrar.
Ella también me pidió, en varias ocasiones, meter en mi vestido fuera de la vista una pequeña cruz de plata que yo llevaba habitualmente, pues decía que no podía soportar su vista. Esta cruz la había comprado justo antes de venir a este colegio oculto, y la había llevado a un sacerdote conocido mío para ser bendecida, pues aún no estaba del todo aclarada respecto a la naturaleza del grupo al que me unía, y durante los primeros días de mi asociación con él estaba puesta de puntillas, como si fuera, preparada para una rápida huida. Naturalmente que había mantenido mi propio secreto concerniente a las precauciones psíquicas que había tomado contra mis nuevos amigos, y nadie estaba enterado de que la cruz había sido magnetizada especialmente contra el ataque psíquico. No obstante, la mujer que habría atacado si hubiera podido, sentía su influencia y la temía.
La autosugestión y la imaginación juegan un papel tan grande en las llamadas impresiones psíquicas que uno se muestra reticente a aceptar el testimonio confirmador de un psíquico que sabe lo que se espera de él, pero una reacción espontánea es en mi opinión evidente.
Cuando el tratamiento de Miss L. hubo progresado algún camino hacia su recuperación final, mucha información interesante fue elucidada. Ella nos contó que tenía memorias definidas de tratos con la magia negra en sus vidas anteriores. Esto, dijo, había sido confirmado por varios psíquicos independientes, y yo ciertamente habría estado deseosa de añadir mi testimonio al suyo si se me hubiera preguntado. De niña, solía soñar de día que era una bruja, que quería la muerte o la desgracia de aquellos que la molestaban, y también aseguraba, aunque si esto es verdad o no, no puedo decirlo, que sus deseos eran tan efectivos que se atemorizó y trato de abandonar la práctica. También confesó que tenía el hábito de visualizarse ante gente contra la que estaba furiosa, regañándola, y proyectando fuerza maligna hacia ella. Esto, desde luego, explicaría nuestras pesadillas. Dijo también que había cogido el hábito de atacar a su madre y a su hermana de este modo, y había puesto muy enferma a su hermana, de modo que ellas rehusaban ahora tenerla en la casa. Esta afirmación fue confirmada posteriormente por la madre.
Nos contó que se sentía como si fuera dos personas distintas, siendo su yo normal de inclinación espiritual, intensamente compasivo e idealista. Su otro yo, el inferior, que llegaba a la superficie cuando estaba contrariada, molesta, o muy cansada, era intensamente malicioso y sujeto a paroxismos de odio y crueldad.
Estas características habían sido particularmente señaladas cuando era pequeña. Pero conforme se hizo mayor reconoció lo erróneo de ellas, y su elevado idealismo representaba su esfuerzo por elevarse por encima de ellas. Este esfuerzo era, estoy convencida de ello, honesto; desgraciadamente no siempre tenía éxito.
Ella se refirió al incidente en el que me dijo que echara el cerrojo de mi puerta, y dijo que lo había hecho con la esperanza de proporcionarme alguna medida de protección contra la proyección astral en la que sabía que estaba tentada a condescender.
A primera vista su caso había parecido uno de obsesión, y había sido diagnosticado así por uno o dos miembros de la comunidad, pero un sabio manejo reveló otra cosa.
Este caso revela otro punto interesante en cuanto que, fiel a la tradición de la brujería, ella tenía un horror a los símbolos sagrados. No quería ocupar una habitación donde hubiera un cuadro de un tema religioso. Nada podría inducirla a llevar cualquier pieza de joyería en la forma de una cruz, y le era imposible entrar a una iglesia.
Este caso tiene muchos puntos de interés, especialmente en el hecho de que lo que era aparentemente el caso de una locura bien señalada fue aclarado por métodos ocultos.





CAPITULO IV

PROYECCIÓN DEL CUERPO ETERICO


Proyección etérica. —Experiencia con el cuerpo etérico proyectado de un adepto. —Repercusión. —Elementales artificiales. —Experiencia de la proyección accidental de un hombre-lobo. —Método de su desrucción.
Antes de que podamos dejar el tema del ataque por seres humanos encarnados, debemos considerar el asunto de la proyección etérica. En este caso no sólo está la mente en funcionamiento, sino también algo que es casi físico: suficientemente físico, en cualquier caso, para dejar contusiones en la carne de la víctima, en el mobiliario de alrededor, hacer al menos una cantidad considerable de ruido.

Cuando tales manifestaciones tienen lugar, es obvio que estamos tratando con algo más substancial que la mente, pues aunque la mente puede influenciar a la mente, y a través de ella al cuerpo hasta un grado al que en el estado presente de nuestro conocimiento es difícil ponerle límites, la mente no puede manipular directamente la materia: es decir, no puedes destrozar una ventana por medio de un pensamiento. Debe haber algún vehículo físico que pueda ser manipulado por la mente si es que han de forjarse efectos en el plano físico. El cuerpo viviente es un instrumento así; es manipulado por la mente cada vez que tiene lugar un movimiento involuntario, y las operaciones de la curación espiritual son simplemente una extensión de este principio a los músculos involuntarios y los procesos fisiológicos no dirigidos ordinariamente por la mente consciente. El ocultismo mantiene que la mente afecta al cuerpo por medio del doble etérico, como se le llama, la "mente mortal" de los Christian Scientists. Podemos concluir no sin razón que cuando se produce una acción física a distancia por medios ocultos, se hace empleando este doble etérico.
El doble etérico es primariamente un cuerpo de tensiones magnéticas en el armazón de cuyas mallas toda célula y fibra del cuerpo físico es mantenida como en un bastidor. Pero intermedio entre éste y el cuerpo físico denso tal como lo conocemos, está lo que puede llamarse el material bruto a partir del cual la materia densa se condensa. Este era llamado por los antiguos Hylé, o Primera Materia, y por los modernos Ectoplasma. Es este ectoplasma proyectado el que produce los fenómenos cuandoquiera que hay en cuestión manifestaciones físicas. Puede ser proyectado como largas varas, que operarán hasta una distancia de una docena de pies o así; o puede ser proyectado como un nubarrón nebuloso, conectado con el médium por un tenue hilo. Esta nube puede ser organizada en formas definidas, teniendo la semejanza de la vida y actuando corno vehículo para los deseos conscientes. Hay una gran cantidad de información asequible sobre este tema en la literatura del espiritismo, a la cual puede encontrarse referencia en la bibliografía final de este libro.
El adepto que era la cabeza del colegio oculto al que me he referido anteriormente, y de quien recibí mi primer entrenamiento en el ocultismo, era capaz de ejecutar esta operación, y le he visto muchas veces hacerlo. El se hundía en un trance profundo, después de unos pocos movimiento convulsivos, algo así como un tétanos lento, y perdía entonces unos dos tercios de su peso. He ayudado muchas veces a levantarle, o incluso le he levantado con una sola mano, cuando él estaba en este estado, y no pesaba más que un niño. Un hombre puede fingir muchas cosas, pero no puede fingir su peso. Le he levantado con una sola mano desde el suelo hasta un sofá cuando estaba en este estado. Bien es cierto que estando rígido como un tablón, él era mucho más fácil de manejar que con la forma humana inconsciente ordinaria de flojera; pero hay una cierta proporción entre el peso de un hombre adulto y ia fortaleza de una mujer de un físico corriente.
Lo que pasaba con el peso perdido en estas ocasiones lo descubrí una noche. El había estado enfermo, con algún delirio, y la parte del león del cuidado, especialmente el trabajo de noche, me había correspondido a mí. Llegó un tiempo, sin embargo, en que decidimos que él estaba tan recuperado que era innecesario que alguien se sentase junto a él, así que nos fuimos todos a la cama, por vez primera en varios días. Yo compartía una habitación con otro miembro de la comunidad. Era una cabaña relativamente pequeña en la que estábamos, y nuestras dos camas estaban juntas, lado por lado, justo bajo la ventana abierta sin cortinas. Era el tiempo de la luna llena, y recuerdo que no tuve necesidad de encender una vela para ver mientras me desvestía.
Me dormí enseguida, pues estaba muy cansada. No podía haber estado dormida mucho rato, sin embargo, cuando fui despertada por la sensación de un peso sobre mis pies. Era como si un perro de buen tamaño, digamos, un pastor escocés, hubiera saltado y se hubiera dejado caer en la cama. La habitación estaba inundada con la luz de la luna, y tan brillante como un día, y vi claramente, yaciendo aparentemente cruzado al pie de mi cama, al hombre que habíamos dejado arropado con seguridad para pasar la noche en la habitación de abajo. Era una situación algo embarazosa, y permanecí quieta, reflexionando antes de hacer algo. Yo estaba bien despierta para entonces, como bien puede imaginarse. Concluí que Z., como le llamaré a este hombre, o bien había tenido un retorno del delirio, o estaba caminando dormido. En cualquier caso yo estaba muy ansiosa por devolverle a salvo a la cama de nuevo sin una bulla o una escena. Mi compañera estaba mal del corazón, y no quería que recibiera una impresión; ni quería tampoco que él recibiera una impresión en su débil estado. Tenía miedo de que si despertaba primero a mi compañera de habitación, ella podría gritar, y despertar a Z. de un respingo, con consecuencias desastrosas. Decidí por tanto despertarle suavemente, como siendo el mal menor, y correr el riesgo respecto a ella. Habiendo reflexionado sobre estas cuestiones al menos por varios momentos, tomé finalmente acción. Me senté en la cama y me incliné tranquilamente hacia adelante con la intención de tocarle suavemente en el hombro y despertarle así. A fin de inclinarme hacia adelante, tenía que retirar mis pies de debajo de él, pues estaban atrapados por su peso, que hasta ahora había descansado sobre ellos, pues había tenido cuidado de no agitarme mientras trazaba mi plan de campaña.
Z. era claramente visible a la luz de la luna, vestido aparentemente en su bata, o por eso tomé los dobleces embozados del material que le cubría. Tanto su cara como su envuelta parecían gris y sin color a la luz de la luna, pero no había duda ninguna en mi rnente respecto a su solidez, pues no sólo podía verle, sino que podía sentir su peso descansando sobre mis pies. Pero en el momento en que me moví, él se esfumó, y yo me quedé mirando anonadada el suave pliegue de las sábanas en el extremo de la pequeña cama de campo en la que yacía. Fue entonces, y sólo entonces, que realicé que el me había parecido gris y descolorido, mas como un esbozo sombreado a lápiz que como un ser humano de carne y sangre.
Le pregunté por este incidente en la mañana, pero dijo que no lo recordaba; él había estado soñando los sueños inquietos y fragmentados de un hombre enfermo, pero no podía recordarlos.
Este, desde luego, no fue en modo alguno un ataque oculto, sino más bien una visita de un amigo, que había llegado a apoyarse en mí en el curso de su enfermedad, y vino instintivamente a mí por consuelo cuando su debilitada condición impedía retener su control normal sobre sus actividades psíquicas. No obstante, sirve para ilustrar lo que podría haberse hecho si la forma etérica que me visitó hubiera estado energetizada por una voluntad maligna. Puede explicar la naturaleza de la sensación de peso que oprime a las víctimas de un cierto tipo de pesadillas.
He oído de mas de un caso en el que se encontraron contusiones que recordaban huellas de dedos en las gargantas de gente que había sido víctima de un ataque astral. Nunca he visto realmente tales contusiones por mí misma, pero se me ha contado por gente que las ha tenido, o las ha visto. Es un hecho bien conocido que si un ocultista, funcionando fuera del cuerpo, se encuentra con alguna desavenencia en el plano astral, o si su cuerpo sutil es visto, y golpeado o atacado, el cuerpo físico rnostrará las marcas. Yo misma he encontrado muchas veces contusiones curiosamente dispuestas sobre mi cuerpo después de una escaramuza astral. El mecanismo de la producción de tales marcas debe ser, pienso, de la misma naturaleza que el que produce los estigmas de los santos y las curiosas huellas e hinchazones físicas que se ven a veces en los histéricos —la mente, poderosamente excitada, afecta al doble etérico, y el doble etérico actúa sobre las moléculas físicas sostenidas en sus mallas. Me atrevo a profetizar que los próximos avances de la medicina estarán ligados al conocimiento de la naturaleza y función del doble etérico.
El siguiente tipo de ataque psíquico que debemos considerar es el conducido por medio de elementales artificiales. Estos se distinguen de las formas de pensamiento por el hecho de que, una vez formulados por la mente creativa del mago, poseen una vida definida e independiente por sí mismos, aunque estén condicionados estrictamente en su naturaleza por el concepto de su creador. La vida de estas criaturas es semejante a la de una batería eléctrica: se descarga lentamente por medio de la irradiación, y a no ser que se recargue periódicamente, finalmente se debilitara y morirá. Toda la cuestión de hacer, cargar, recargar, o destruir estos elementales artificiales es importante en el ocultismo práctico.
El elemental artificial se construye formando una imagen definida, en la imaginación, de la criatura que se pretende crear, animándola con algo del aspecto correspondiente del propio ser de uno, e invocando luego en ella la fuerza natural apropiada. Este método puede usarse tanto para el bien como para el mal, y los "ángeles guardianes" se forman de este modo. Se dice que las mujeres moribundas, preocupadas por el bienestar de sus niños, frecuentemente los forman inconscientemente.
Yo misma tuve una vez una experiencia extremadamente repugnante en la que formulé accidentalmente un hombre-lobo. Desagradable como fue el incidente, pienso que puede ser conveniente darlo públicamente, pues muestra lo que puede pasar cuando una naturaleza insuficientemente disciplinada y purificada está manejando fuerzas ocultas.
Había recibido un serio daño de alguien a quien, a un coste considerable para mí, había ayudado desinteresadamente, y estaba amargamente tentada de desquitarme. Yaciendo en mi cama descansando una tarde, estaba cobijando mi resentimiento, y mientras reflexionaba así, me deslice hacia los límites del sueño. Vino a mi mente el pensamiento de arrojar toda restricción y actuar salvajemente. Los antiguos mitos nórdicos surgieron ante mí, y pensé en Fenris, el horror Lobo del Norte. Inmediatamente sentí una curiosa sensación de extracción desde mi plexo solar, y allí se materializó junto a mí en la cama un gran lobo. Era una forma etoplásmica bien materializada. Como Z., era gris y descolorida y, como él, tenía peso. Podía sentir claramente su espalda presionando contra mí conforme yacía a mi lado en la cama como podría hacerlo un gran perro.
Yo no sabía nada del arte de hacer elementales en ese tiempo, pero había tropezado accidentalmente con el método correcto —el incubar una emoción altamente cargada, la invocación de la fuerza natural apropiada, y la condición entre el sueño y el despertar en la que el doble etérico se expulsa rápidamente.
Estaba horrorizada con lo que había hecho, y sabía que estaba en un callejón sin salida y que todo dependía de que conservase mi cabeza. Había tenido la suficiente experiencia del ocultismo práctico como para saber que la cosa que había invocado a la manifestación visible podía ser controlada por mi voluntad siempre que no tuviera pánico; pero que si perdía mi sangre fría y ella se ponía por encima, tenía un monstruo de Frankestein con el que entendérmelas.
Me agité ligeramente, y la criatura evidentemente objetó a ser perturbada, pues volvió su largo hocico hacia mí por encima de su hombro, y gruñó, mostrando sus dientes. ¡Ahora sí que le había "dado cuerda" apropiadamente!; pero sabía que todo dependía de que yo consiguiese la prevalencia y la mantuviese, y que la mejor cosa que podía hacer era combatirlo ahora, porque cuanto más tiempo permaneciese en existencia la Cosa, más fuerte se haría, y más difícil sería desintegrarla. Así que hinqué mi codo en sus peludas costillas ectoplásmicas y le dije en voz alta:
"Si no sabes comportarte, tendrás que irte al suelo", y lo empujé fuera de la cama.
Abajo se fue, manso como un corderito, y cambió de lobo a perro, para mi gran alivio. Entonces el rincón norte de la habitación pareció desvanecerse, y la criatura se marchó a través de la hendidura.
Yo estaba lejos de estar contenta, sin embargo, pues tenía la impresión de que esto no era el fin de ello, y mi impresión fue confirmada cuando a la mañana siguiente otro miembro de mi casa relató que su sueño había sido molestado por sueños de lobos, y que se había despertado en la noche para ver los ojos de un animal salvaje brillando en la oscuridad en el rincón de su cuarto.
Ahora, completamente alarmada, salí a pedir consejo a uno al que siempre he considerado como mi instructor, y se me dijo que había hecho esta Cosa a partir de mi propia substancia por pensamientos de venganza y que era realmente una parte de mí misma expelida, y que debía a toda costa volverla a llamar y reabsorberle dentro  de mí, renunciando al mismo tiempo a mi deseo de "ajustar cuentas" con la persona que me había injuriado. Curiosamente, justo en este momento vino una oportunidad sumamente efectiva de "ajustar" con mi antagonista.
Afortunadamente para todos los implicados, tenía el suficiente sentido común para ver que estaba en una encrucijada, y que si no era cuidadosa tomaría el primer paso sobre el Sendero de la Izquierda. Si me aprovechaba de la oportunidad de dar expresión práctica a mi resentimiento, la forma-lobo nacería a una existencia independiente, y habría un mal que pagar, tanto literal como metafóricamente. Recibí la impresión definida, y las impresiones son cosas importantes en cuestiones psíquicas pues representan a menudo conocimiento y experiencia subsconsciente de que una vez que el impulso de lobo hubiera encontrado su expresior en la acción, la forma-lobo cortaría el cordón umbilical que la conectaba con mi plexo solar, y ya no me sería posible asorberla.
La perspectiva no era agradable. Tenía que olvidar mi bien querida venganza y permitir que se me hiciera un daño sin defenderme, y también tenía que invocar y absorber una forma-lobo que, para mi conciencia psíquica en cualquier caso, parecía desagradablemente tangible. Y no era una situación en la que pudiera pedir ayuda o esperar mucha simpatía. Sin embargo, tenía que ser encarada, y sabía que con cada hora de la existencia de la Cosa sería mas difícil tratar con ella, así que hice la resolución de dejar que la oportunidad de venganza se deslizara entre mis dedos, y al primer crepúsculo invoqué a la Criatura. Vino a través del rincón norte de la habitación de nuevo (posteriormente aprendí que el norte era considerado entre los antiguos como el cuarto del mal), y se presentó sobre el felpudo de la chimenea en una forma bien mansa y domesticada. Obtuve una excelente materialización a media luz, y pudría haber jurado que había un gran Alsaciano ahí mirándome. Era tangible, incluso en el olor de perro.
Desde él hasta mí se extendía una oscura línea de ectoplasma, un cabo estaba adherido a mi plexo solar, y el otro desaparecía en la velluda piel de su panza, pero no podía ver el punto verdadero de adhesión. Empecé, por un esfuerzo de la voluntad y de la imaginación, a extraer la vida de él a lo largo de este cordón de plata, como si chupase limonada por una paja. La forma-lobo empezó a desvanecerse, el cordón engrosó y se hizo más substancial. Un violento cataclismo emocional se levanto en mí; sentía los más furiosos impulsos de actuar salvajemente y desgarrar y hacer pedazos cualquier cosa y cualquier persona que tuviese a mano, como el Malayo sediento de sangre. Conquisté este impulso con un esfuerzo, y la tormenta decayó. La forma-lobo se había desvanecido ahora en una neblina gris aforme. Esta fue absorbida también a lo largo del cordón de plata. La tensión se relajó y me encontré bañada en sudor. Eso, hasta donde sé, fue el fin del incidente.
Había tenido una aguda lección, y una altamente instructiva. Puede no ser convincente para otra gente, debido a la falta de evidencia corroborante, pero era extremadamente evidente para mi, y la registré por lo que pueda servir para aquellos que, teniendo conocimiento personal de estas cosas, pueden ver su significado.
Es un punto curioso que, durante las breves veinticuatro horas de la vida de la Cosa, se presentó la oportunidad para una venganza efectiva.



26- ANÁLISIS DE LA NATURALEZA DEL ATAQUE PSÍQUICO

Del libro "AUTODEFENSA PSÍQUICA" de Diane Fortune (reconocida ocultista occidental de principios del siglo XX)


CAPITULO II

ANÁLISIS DE LA NATURALEZA DEL ATAQUE PSÍQUICO


La sugestión telepática, clave de los ataques psíquicos.— Tres tipos de sugestión.— (a) Autosugestión.— (b) Sugestión consciente.— (c) Sugestión hipnótica.— La sugestión debe ajustarse al temperamento.— Profundidades insospechadas.— Cómo opera un ataque psíquico.— No puede tener efecto hasta que el aura es horadada.— Reforzamiento por entidades malas.- Caso de ataque psíquico descrito.-- Significado de la pesadilla.— Cómo distinguir un asimiento psíquico de una epilepsia.— Correlación de los ataques con las fases de la luna.— Diagnosis psíquica de este caso.— Detalles confirmatorios elucidados —Curso del caso.— Interpretación de los acontecimientos.

La esencia de un ataque psíquico ha de encontrarse en los principios y operaciones de la sugestión telepática. Si reunimos lo que sabemos de telepatía y lo que sabemos de sugestión, entenderemos su modus op-randi.
La sugestión es de tres clases: Autosugestión, Sugestión Consciente y Sugestión Hipnótica. La distinción, sin embargo, no es tan fundamental como parece a primera vista; pues la meta de todas las sugestiones en la mente subconsciente es la misma, y no se vuelven operativas hasta que ésta se alcanza. La sugestión se distingue de las amenazas y las apelaciones a la razón por el hecho de que éstas apuntan a un blanco en la mente consciente. Si tienen éxito, deben su éxito a la aquiescencia de la personalidad consciente, por coerción o voluntariamente. Pero la sugestión no hace su apelación a la conciencia, sino que apunta a poner las manos sobre los brotes de acción en la subconsciencia, y manipularlos desde ahí.
Podríamos comparar estos dos procesos a la operación de tocar el pulsador de la campana por fuera de la puerta, y tomar un tablón del suelo y tirar de los mismos alambres de la campana. El resultado será el mismo en ambos casos, la campana sonará. Amenazas y argumentos pulsan el botón de la campana con grados variables de énfasis, desde el retintín persistente de la persuasión moral hasta el repiqueteo resonante del chantajista. La sugestión cruza los alambres en diversos puntos en su curso.
La autogestión se da por la propia mente consciente de uno a su propia mente subconsciente. Ahora, podéis preguntar, ¿por qué no puedo dar órdenes a mi mente subconsciente directamente, sin tener que recurrir a los atavíos de la sugestión? La respuesta a esta pregunta es muy simple. La mente subconsciente pertenece a una fase de evolución mucho más primitiva que la mente consciente; pertenece, de hecho, a una fase anterior al desarrollo del habla. Dirigirse a ella en palabras, por lo tanto, es como hablar a un hombre en un lenguaje que no entiende. A fin de tratar con él tenemos que recurrir al lenguaje de los signos. Así ocurre con la mente subconsciente. No es de utilidad alguna el decirla, "Haz esto", o ''No hagas eso". Debemos hacer una imagen mental de la cosa que deseamos hecha, y mantenerla en la conciencia hasta que comience a hundirse en la subconsciencia. La mente subconsciente entenderá este cuadro, y actuará sobre él.
El actor que desea curarse del miedo al escenario, fracasará en hacerlo así si dice a su mente subconsciente. "No estés asustado'', pues para un caballo ciego una inclinación de cabeza es tan buena como un guiño, igualmente, si hace un cuadro mental del temor al escenario y dice a su yo subliminal, "Ahora bien, no hagas eso'', el resultado será desastroso, pues el yo subliminal verá el cuadro y omitirá la negación, porque la palabra "no" no tiene sentido para él. A fin de manejar efectivamente la mente subconsciente, hacemos un cuadro mental de la cosa que deseamos hecha, y la mantenemos en la mente por aplicaciones repetidas hasta que e! subconsciente comienza a ser influenciado y asume la tarea por su propia cuenta.
Este es el resultado final de toda sugestión, y las diferentes clases de sugestión se distinguen, no por la diferencia en el resultado final, sino por la puerta a través de la que entran a la mente subconsciente. La autosugestión se origina en nuestra propia conciencia; la sugestión despierta se origina en la mente de otro y es transmitida a nuestra mente por los canales ordinarios de la palabra hablada o escrita; la sugestión hipnótica entra directa a la mente subconsciente, sin incidir en absoluto sobre la conciencia.
La sugestión hipnótica (que significa, literalmente, sugestión hecha durante el sueño, y es hasta cierto punto un nombre equivocado) es de tres clases: en primer lugar, la verdadera sugestión hipnótica hecha cuando se ha vuelto al sujeto insensible por pases magnéticos o fijación de los ojos sobre un objeto brillante; en segundo lugar, la sugestión dada durante el sueño normal, como Coué aconseja que debería hacerse con los niños, en mi opinión un procedimiento sumamente indeseable; y, en tercer lugar, la sugestión telepática. Todos estos modos de sugestión entran a la mente por detrás del censor; es decir, son independientes de la conciencia, a la que no se le pide cooperar, ni tiene el poder de inhibirlas.
En la mayoría de los casos, las sugestiones hechas de este modo nunca son reconocidas como viniendo desde fuera, sino que sólo son descubiertas después de que han madurado en la subconsciencia y están comenzando a tener efecto. No vemos la semilla invisible, que ha sido sembrada en nuestra mente por la mente de otro, pero en el curso debido la germinación tiene lugar, y el brote de fuerte crecimiento aparece por encima del umbral de la conciencia como si fuera vegetación nativa. El sugestionador mañoso siempre busca hacer armonizar sus sugestiones con el sesgo de la personalidad; pues si no lo hacen así, los complejos subconscientes establecidos las expelarán antes de que tengan tiempo de echar raíces. Todo lo que él puede realmente hacer es reforzar y estimular las ideas e impulsos que ya están ahí. No puede injertar un renuevo de rosa en un cultivo de lilas, pues meramente se mustiará y morirá.
Para que tenga lugar el crecimiento de las semillas de pensamiento deben encontrar un suelo con el que congenien. Es aquí donde yace la fuerza de la defensa. Podemos no ser capaces de impedir que las mentes de otros nos envíen sugestiones, pero podemos purificar de tal modo el suelo de nuestras propias naturalezas que ninguna sugestión dañina pueda encontrar un lecho de siembra con el que congenie. Es una cuestión simple el arrancar una planta pequeña de ortiga, pero es un asunto bien diferente el erradicar un plantado espeso de raíces enmarañadas y brotes pinchudos, de muchos años de edad.
Se ha dicho, y no sin verdad, que una persona no puede ser hipnotizada a hacer alguna cosa que es contraria a su naturaleza real. Pero ¿cuál es la naturaleza real de cada uno de nosotros? ¿Hemos superado todos al mono y el tigre, o están meramente enjaulados? La sugestión puede abrir la jaula de todas nuestras tentaciones secretas y dejarlas sueltas sobre nosotros. Nadie, sino el santo, es naturalmente inmune. Es posible reducir a cualquiera a cualquier cosa supuesto que la sugestión tenga un alcance sin contrarrestar por una longitud de tiempo suficiente. La mujer más pura puede ser hecha una ramera, el hombre más noble un asesino bajo ciertas condiciones. Es necesario el conocimiento para protegerse, y es ese conocimiento lo que pretendo dar en estas páginas.
Consideremos ahora exactamente cómo opera un ataque psíquico. En los dominios de la mente no hay ni tiempo ni espacio tal como los entendemos. No me propongo argüir esta afirmación filosóficamente, sino establecerla como un hecho de experiencia que cualquiera que esté acostumbrado a operar en los Planos Internos habrá compartido. Si pensamos en una persona, estamos en contacto con esa persona. Si la imaginamos claramente, es como si estuviéramos cara a cara con ella. Si la imaginamos vagamente, es como la viéramos en la distancia. Estando en la vecindad mental de una persona, podemos crear una atmósfera de pensamiento reflexionando sobre ciertas ideas en conexión con ella. Así es como se hace la curación espiritual. Las afirmaciones de la Christian Science se usan a fin de poner la mente del sanador en un cierto estado emocional, y su condición influencia efectivamente la mente del paciente con el que se ha puesto en rapport.
Este poder, sin embargo, puede ser usado tanto para el mal como para el bien; la Fundadora de la Christian Science fue lo suficientemente sabia para poner su enseñanza de tal modo que sus estudiantes no discernieran fácilmente el segundo filo de la espada. Mientras el mundo en general fuera ignorante de los poderes de la mente, era mejor que nada se dijera por aquellos que conocían, porque el conocimiento, si se esparciera indiscriminadamente, podría hacer más daño que bien, dando información a aquellos que no deberían tenerla. Pero ahora que tanto se conoce en general e incluso se practica, es conveniente que los hechos reales sean conocidos también y toda la cuestión sea traída a la luz pública, y hasta donde queda en mi poder estoy preparada a hacer esto.
Cualquier mensaje a la mente subconsciente debe estar apoyado en términos muy simples, porque el pensamiento subconsciente es una forma primitiva de mentación, desarrollada antes de que el lenguaje hablado fuera conocido por la humanidad. La meta primaria de la sugestión es crear una atmósfera mental alrededor del alma de la persona, sea que esa persona ha de ser atacada o curada, hasta que se educe una respuesta o reacción simpática dentro del alma misma. (Uso del término alma para incluir tanto los procesos mentales como emocionales, pero para excluir los espirituales). Una vez que se ha conseguido esta reacción, la batalla está medio ganada, pues la puerta de la ciudad ha sido abierta desde adentro, y hay entrada libre. La sugestión telepática de ideas definidas puede proceder ahora rápidamente.
Este es el punto que es el crítico en cualquier ataque oculto. Hasta este punto, el defensor tiene la ventaja. Si tiene el suficiente conocimiento, el conocimiento que confío en hacer disponible a través de este libro, puede sin ninguna exerción indebida retener esa ventaja indefinidamente, y desgastar a sus atacantes, incluso si es incapaz de enfrentárseles sobre su propio terreno de conocimiento oculto. No hay nada en este mundo o el siguiente que un hipnotizador pueda hacer con la persona que mantiene su presencia de mente y no presta atención.
Hay dos puertas, y sólo dos, por las que el atacante puede conseguir la entrada a la ciudad del Alma del Hombre, y éstas son el Instinto de Autoconservación y el Instinto Sexual. La apelación hipnótica debe estar apoyada en términos de uno o ambos de éstos si es que ha de tener éxito. ¿Cómo procede el atacante? Tiene que crear una atmósfera alrededor del alma de su víctima en los Planos Internos. Sólo puede hacer esto creando esa atmósfera dentro de su propia conciencia mientras piensa en su víctima. Si desea ejecutar un asesinato psíquico, debe llenar su propia alma con la furia de la destrucción hasta que se desborda. Si desea ejecutar un estupro psíquico, debe llenar su alma con lujuria y crueldad. La rabia fría de la crueldad es esencial para las operaciones efectivas de esta naturaleza. Ahora bien, ¿qué sucede cuando hace esto? El ha hecho sonar una nota clave en el Abismo. Será respondida. Todos los seres que tienen esta nota clave como base de su naturaleza responderán —"Oscuros Uriel y Azrael y Ammon en vuelo"—y se unirán en la operación. Pero ellos no operan directamente sobre la víctima, trabajan a través del operador. Es como el viejo juego de "Nuts and May" en el que el que es enviado "para llevársela" es agarrado alrededor de la cintura por el conductor de una cadena de sostenedores. La presión real viene sobre sus propios músculos abdominales, como cualquiera que haya jugado el juego lo recordará.
Y cuando la operación mágica ha terminado, ¿qué entonces?, ¿se le dejará al operador que goce de su víctima en paz? ¿ES VEROSÍMIL?
Esta es la base mística de la historia de Fausto. El Diablo podría estar no sólo deseoso sino ansioso de capacitar al Dr. Fausto para conquistar a Margarita, pero vino a por su alma en el tiempo apropiado. Podemos recordar también que si Margarita no hubiera respondido al señuelo de la Canción de la Joya ella no se habría convertido en una víctima. El punto débil en la defensa estaba después de todo en su propia naturaleza.
Hemos considerado el modus operandi de la sugestión telepática en detalle porque forma la base real de toda clase de ataque oculto. Sea una entidad desencarnada, un ser de otro orden de evolución, un demonio del Foso, o meramente el alma golpeada por el miedo de un amigo egoísta, adhiriéndose a la vida de la forma sin consideración de las consecuencias, en todos los casos el gambito de apertura es el mismo. Hasta que el aura no sea atravesada, no puede haber entrada al alma, y el alma siempre es horadada desde adentro por la respuesta de miedo o de deseo que va hacia afuera hacia la entidad atacante. Si podemos inhibir esa reacción emocional instintiva, el borde el aura permanecerá impenetrable, y será una defensa tan segura contra la invasión psíquica como una piel sana y sin rupturas lo es contra la infección bacteriana.
Sucede a veces, sin embargo, que se ha formado una relación con la entidad atacante en una encarnación anterior, y guarda por lo tanto, como si fuera, la llave del postigo. Tal problema es muy difícil, y se necesita asistencia externa para su solución. La dificultad es aumentada por el hecho de que la víctima es a menudo contraria a que se haga la ruptura, estando ligada a la entidad atacante sea encarnada o desencarnada, por lazos de fascinación, o incluso afecto genuino.
Un caso con el que estaba familiarizada arroja tantísima luz sobre diversos aspectos de interferencia psíquica por almas encarnadas que operan fuera de sus cuerpos, que es de valor el acotarlo largamente.
En el verano de 1926 vi en los periódicos un corto párrafo que describía la muerte de cierto hombre y su mujer, que tuvo lugar a pocas horas una de la otra. Un par de años antes había sido consultada por una amiga de la esposa, que estaba profundamente perturbada por el estado de las cosas, y sospechaba una interferencia psíquica. La esposa, Mrs. C. la llamaremos, había empezado a estar preocupada por pesadillas, despertándose en un estado de miedo intenso, oyendo el eco de palabras amenazantes resonando en sus oídos. Aproximadamente al mismo tiempo el marido Mr. C. desarrolló lo que a primera vista parecían convulsiones epilépticas. Un diagnóstico cuidadoso por especialistas, sin embargo, determinó que, aunque epileptiformes, no eran una verdadera epilepsia. La epilepsia es debida a una tendencia congénita, cuya naturaleza no es comprendida completamente por la ciencia médica, o a alguna injuria o enfermedad del cerebro. En la epilepsia congénita la enfermedad se muestra tempranamente en la vida; en las convulsiones debidas a una enfermedad, hay presentes otros síntomas que pueden ser detectados por un examen físico, tal como cambios en el ojo que son revelados por el oftalmoscopio. El diagnóstico puede por tanto ser establecido definidamente. Más aún, hay un signo seguro por el que una convulsión epiléptica puede ser distinguida con certeza de un ataque histérico o psíquico. En la verdadera epilepsia la orina es evacuada involuntariamente en el curso de la crisis. Este es un signo seguro, y cuando está ausente podemos estar seguros al decir que la crisis no es epiléptica, cualquiera otra cosa que pueda ser. Este es un punto útil para aquellos que tienen que tratar con las patologías que afligen al temperamento psíquico, pues verán numerosos ataques, y tener un método seguro de distinguir los que son de origen orgánico resulta muy útil. No debemos, sin embargo, concluir que todos los casos de tal incontinencia son epilépticos, pues hay muchas otras causas, tanto orgánicas como funcionales.
En el caso de Mr. C. este síntoma cardinal faltaba. Los ataques, más aún, siempre tuvieron lugar en el sueño, y parecía como si fueran más de la forma de una pesadilla severa, lindando con el sonambulismo. Era un curioso factor en el caso que las pesadillas de Mrs. C. siempre anunciaban los ataques de Mr. C.
Estos sucesos mostraban una cierta regularidad cíclica, ocurriendo cerca de una vez al mes. En el caso de una mujer esto sería referido naturalmente al ciclo de veintiocho días de su naturaleza, pero en el caso de un hombre, no aparecía tal explicación, y tuvimos por tanto que buscar otro ciclo de veintiocho días para explicar su periodicidad. El único otro ciclo de este período es el de las fases de la luna.
Estábamos pues enfrentados a una correlación de ataques epileptiformes, que no tenían base orgánica, las pesadillas de una segunda persona, y las fases de la luna. Tenía que encontrarse alguna teoría que resumiera estos tres y explicara su interrelación.
Un sueño es comúnmente el modo primero en el que se dan a conocer las manifestaciones psíquicas, siendo reflejadas las percepciones subconscientes de esta forma en la conciencia.
Es sostenido por muchos ocultistas que la epilepsia congénita, por distinción a la debida a tumores del cerebro, tiene sus raíces en las operaciones de magia negra o brujería en las que el paciente participó en una vida pasada, sea como practicante o como víctima, siendo la crisis una lucha astral con una entidad desencarnada, reflejada en el cuerpo físico por medio del fenómeno bien conocido de la repercusión.
La luna juega una parte muy importante en todas las operaciones ocultas, estando disponibles diferentes corrientes en fases diferentes de su ciclo. Perséfona, Diana y Hécate, aspectos todos de la Luna, son tres personas muy diferentes.
Parecía por lo tanto probable que como la investigación física no había conducido a nada, una investigación psíquica podría rendir frutos. Se llevó a cabo una. Y con los resultados siguientes.
No se discernió nada en absoluto con relaciona Mrs. C. Ella era meramente lo que los juristas llaman un accesorio detrás del hecho. Pero pronto se captó la huella psíquica de Mr. C. y se siguió, y apareció que en su última encarnación había estado asociado con dos mujeres, madre e hija, que habían practicado la brujería en su provecho. La más joven de las dos mujeres había sido su concubina por un corto tiempo. Madre e hija habían pagado el castigo por sus crímenes, pero su compañero masculino había escapado.
El diagnóstico fue como sigue: Es la bruja joven la que está en el fondo del problema. Son sus visitas astrales las que causan los ataques de Mr. C. y las pesadillas de Mrs. C., y se correlacionan con las fases de la luna porque ciertas fases son favorables para la operación que ejecuta, y ella por tanto saca partido de ellas. Queda ahora la pregunta, ¿está ésta mujer en encarnación, o no? Es decir, ¿es hecha la visita de medianoche en un cuerpo astral proyectado por un ser humano viviente, o por un espíritu ligado a la tierra que ha tenido éxito en evadir la Segunda Muerte?
Mrs. C. se había dado por entonces a la confianza de la amiga mutua que estaba interesada por su bienestar, y prestó un rápido oído a la sugestión de que alguna influencia psíquica podría estar al fondo del problema, pues esta explicación coincidía con sus propias intuiciones sobre la cuestión, intuiciones que no se había atrevido a divulgar por miedo al ridículo.
Cuando se la preguntó si podría identificar a alguien en el círculo de los conocidos de su marido que pudiera probar ser la joven bruja, replicó inmediatamente que podía sin dificultad identificar a ambas mujeres, y contó la siguiente y curiosa historia.
Identificaba a la bruja mayor con la madre de su marido, una señora de edad que ocupaba una serie de habitaciones en su casa. Mrs. C. había tenido siempre un horror y una repulsión peculiares por esta vieja criatura inofensiva, aunque admitía que no había bases racionales para ello, y se esforzaba honestamente por cumplir su tarea junto a ella. Tan grande era su horror a la vieja señora que nunca quería permanecer en la casa después de que su marido la hubiera dejado en la mañana para ir a su oficina, sino que se iba a su club si es que no tenía otro compromiso.
Entre los frecuentadores de la casa había una amiga íntima de la vieja Mrs. C., una mujer de peculiar temperamento psíquico, que siempre llamaba madre a la vieja señora, y estaba singularmente apegada a ella. Ella estaba también muy apegada a Mr. C., pero sus sentimientos nunca excedían, exteriormente en cualquier caso, los límites de propiedad, y Mr. C., que estaba apegado sinceramente a su propia esposa, nunca la prestó la más ligera atención, mirándola como la amiga de su madre, y como tal a ser tolerada.
Mrs. C. sin vacilación identificó a Miss X, como la llamaremos, como la joven bruja. Se hicieron entonces investigaciones concernientes a su historia, y se descubrió una historia muy curiosa.
Cuando era una chica joven se había prometido con un hombre que, pronto después de que se anunció el compromiso, había desarrollado una consunción galopante y había muerto después de una corta enfermedad con una hemorragia violenta.
Poco después de esto, la hermana de Miss X. también se prometió, y por una extraña fatalidad su amante compartió la misma suerte, muriendo como murió el otro hombre, en un flujo de su propia sangre.
Pasaron los años, y Miss X. se prometió de nuevo. Pronto el segundo amante cayó enfermo, no, esta vez, con consunción galopante, sino con una forma más dilatada del mal, en la que la hemorragia era el síntoma principal. El parecía ir de hemorragia en hemorragia, y esto continuó por años. Miss X., una mujer de considerable medios privados, tomó una casa, instaló a una tía como rodrigón, y llevó a su novio a vivir allí y ser cuidado por ella. Pronto la tía desarrolló síntomas de enfermedad; parecía estar drenada de toda vitalidad y por algunos días en ciertos momentos quedaba inconsciente, pero nunca se descubrió una causa específica para su enfermedad. Este peculiar hogar continuó durante años, viviendo Miss X. en su gran casa con estas dos criaturas moribundas yendo de ataque en ataque.
Ella era una visitante constante del hogar de los C., tanto durante la vida de la primera esposa de Mr. C. como de su segunda, la amiga de mi amiga. A la muerte de la primera esposa de Mr. C. tuvo grandes esperanzas, se observó, de que las atenciones de él se volvieran hacia ella, pero no lo hicieron; no obstante ella se tragó su desazón,y tuvo éxito en mantener su posición como una amiga íntima de la familia cuando la nueva Mrs. C. vino a presidir la casa.
Se le sugirieron ciertos métodos de protección a Mrs. C., que la ayudaron considerablemente, pero no era posible excluir a Miss X. de su casa debido a su intimidad con la vieja señora. En el curso debido, sin embargo, Mrs. C. tomó una resolución y dijo que no quería tener que ver mas con Miss X. Mr. C. concurrió en esto, pues él había tenido siempre una repulsión por Miss X., y sólo la había tolerado en razón de su madre.
Poco después de esto Mrs. C. empezó a sentirse mal, la indisposición progresó lentamente, hasta que finalmente, aunque no tenía síntomas definidos, se vio obligada a consultar a un doctor en razón de su debilidad en aumento persistente y una sensación de malestar. Se hizo un diagnostico de un cáncer de matriz rápidamente creciente. Se llevó a cabo una operación, que dio un alivio temporal, no se esperaba que hiciera nada más, y ella fue para abajo constantemente.
Hacia el final cayó en la inconsciencia, y al mismo tiempo Mr. C. también se volvió inconsciente, teniendo aparentemente una de sus crisis en el sueño, del que nunca se despertó. Murieron a unas pocas horas uno del otro.
La primera mujer de Mr. C. había muerto también de cáncer de matriz.
Alrededor de este tiempo la tía y el novio de Miss X. murieron a poco tiempo el uno del otro, y lo último que se oyó de Miss X. es que había sido llevada a una casa de cuidados con una severa crisis mental.
Tomado separadamente, cualquiera de los incidentes de esta historia extraña y llena de acontecimientos puede ser justificado, pero tomados conjuntamente hacen una historia curiosa, especialmente cuando se recuerda que sin ninguna información previa una investigación psíquica había apuntado a la existencia de una persona con facultades anormales que estaba interesada en Mr. C.
El cáncer es una enfermedad sobre la que ciertas hipótesis ocultas arrojan un buen montón de luz. Se cree que es una enfermedad del doble etérico, no del cuerpo físico, y que el factor de infección es un "Elemental del Cáncer".
Probar o desaprobar algo concerniente a la anterior historia es imposible, pero la siguiente hipótesis oculta puede explicar mucho. Si no es aceptada esta hipótesis, los lectores pueden encontrar un ejercicio interesante para su ingenuidad en construir otra que explique más satisfactoriamente las circunstancias del caso.
Miss X. retenía subconscientemente el conocimiento y los poderes que habían sido suyos durante la vida anterior cuando estuvo implicada en el culto brujeril. Ella también retenía su pasión por Mr. C., una pasión que, obviamente, no era correspondida. Empleó su poder de proyección del cuerpo astral para visitar a Mr. C. por la noche, durante el sueño. En la ausencia de detalles es imposible decidir claramente si la "crisis" de Mr. C. era una lucha o un abrazo. Podría ser cualquiera de ambos, o podría ser ambos a la vez, una lucha inicial que terminase en un abrazo. Los sueños de Mrs. C. obviamente se relacionaban con la misma visitante astral que causaba los ataques de Mr. C. No hay, desgraciadamente, registro alguno para mostrar en qué fase de la luna tuvieron lugar estos ataques, pero presumiblemente en la fase de Hécate, que es el período de la brujería del mal.
La condición del novio de Miss X. y su tía, y la muerte de su primer amante, apuntan señaladamente hacia el vampirismo. Es difícil creer que un tísico continuase por tantísimos años sin que su enfermedad fuera comprobada o hiciera un progreso definido Es difícil decir qué conexión, si es que había alguna, podía haber entre Miss X. y la muerte del amante de su hermana, pero es una cosa curiosa que tres hombres, asociados con esta malhadada casa como futuros maridos, perdieran sus vidas del mismo modo. Esto, junto con la misteriosa enfermedad de la tía es muy sospechoso. Como se señaló antes, cualquiera de estos incidentes podría ser justificado, pero reunidos exigen reflexión. Es curioso también que Miss X. mantuviera a su novio en su casa y sin embargo no se casara con él, una situación desde todos los puntos de vista con muchos inconvenientes y sin ventajas. Por otro lado, si sus sentimientos estaban fijos sobre Mr. C., y estaba obteniendo visitas astrales satisfactorias naturalmente no querría romper su relación con el hombre al que amaba dándose al hombre que no amaba. Si ella era un vampiro, su motivo para mantener a la tía y al amante en su casa, y en su condición, sería rápidamente explicado. También su crisis, que siguió inmediatamente tras sus muertes.
El hecho de que la primera mujer de Mr. C. muriera de cáncer de matriz no exige por sí mismo un comentario, pero es una cosa curiosa que é¡ perdiera a su segunda esposa de la misma enfermedad. El cáncer no es tan común como todo eso, y en cualquier caso, hay muchos otros sitios disponibles aparte de la matriz. Por otro lado, Diana, uno de los aspectos de la Luna, de la que Hécate, la diosa de las brujas, es otro, preside sobre los órganos reproductores de la mujer.
La enfermedad de Mrs. C. empezó a aparecer poco después de que Miss X. fuera excluida de la casa.
Finalmente, ¿qué diremos concerniente a las muertes de las tres personas más íntimamente asociadas con Miss X. en un corto tiempo una de la otra, y su crisis inmediata? En la ausencia de detalles cualquier conclusión debe ser una adivinanza, pero tenemos buenos apoyos para suponer que las operaciones mágicas de Miss X. fueron acompañadas de algún contratiempo.
Puede decirse que tal teoría es la improbabilidad más salvaje, y que hace violencia a todas las leyes de la evidencia. Téngase, sin embargo, presente que dos años antes de que estas cuestiones acaecieran, fue sospechado el trabajo de una bruja en conexión con los ataques epileptiformes de Mr. C., y fue indicada la naturaleza de su relación con él; e investigaciones posteriores revelaron los curiosos hechos en conexión con la historia y el hogar de Miss X.; nótese también que los acontecimientos que posteriormente ocurrieron son como los que han sido registrados en muchos relatos de juicios de brujas. Es una máxima científica que el poder de predecir el curso de los fenómenos es una buena indicación de la verdad de una teoría.